Chile teme que Argentina pueda repetir una acción de fuerza en el canal de Beagle
Enfrentado por más de un siglo a controversias territoriales con su vecina Argentina, algunas llevadas hasta el borde de la guerra, Chile espera en ascuas el desenlace de la crisis por las islas Malvinas.Como se esperaba, Chile reafirmó su tradicional posición anticolonialista y reiteró su apoyo a la antigua reivindicación argentina por las Malvinas, pero lo hizo en sordina y a la cola de los rápidos pronunciamientos solidarios de las restantes cancillerías latinoamericanas, exceptuadas las anglófonas.
La primera reacción chilena expresó "una inmensa preocupación" por los hechos y el consecuente peligro para la paz en la zona, cuya desestabilización es el sueño dorado de los sovíéticos, según acotó el diarío progubernamental La Nación. La crítica conlleva implícito un cierto temor.
Acto seguido, soslayando una petición pública de apoyo lanzada por Buenos Aires y anticipándose a la condena de la ONU, Chile fustigó el uso de la fuerza como método para resolver los conflictos internacionales.
Más que una réplica a las manifestaciones antichllenas que registró Buenos Aires durante la euforia callejera por el éxito de la ocupación de las Malvinas, la posición chilena correspondió a un ya conocido análisis de las relaciones bilaterales.
Después de haber comprometido expresamente su honor de nación, Argentina rechazó en 1977 un fallo arbitral británico que resolvió en favor de Chile la controversia por la región del canal de Beagle, en el extremo más austral de América, frente a la Antártida.
Con sus ejércitos en pie de guerra a lo largo de 5.000 kilómetros de frontera, los Gobiernos chileno y argentino convocaron como mediador a Juan Pablo II a comienzos de 1979, pero en seguida Argentina no aceptó la fórmula de paz definitiva que propuso el Papa, a diferencia de Chile, que sí lo hizo.
Además, y por dos veces durante el proceso, "la más alta autoridad moral del mundo", como la mencionan las partes, debió pedirles públicamente "cordura y serenidad" para poner un término a la multiplicación de incidentes limítrofes y de espionaje que incluso provocaron el cierre de las fronteras. Por último, en enero pasado, Buenos Aires anunció que no renovará este año un tratado de solución pacífica de las controversias territoriales con Chile, vigente hace una década.
En un reciente ajuste financiero chileno para enfrentar la inquietante y desastrosa recesión económíca, los recortes en el gasto fiscal fueron mayores en la Administración pública que en el presupuesto de la defensa nacional.
Los analistas se preguntan cada cierto tiempo por qué se arma Argentina, sin problemas de límites con sus otros vecinos y convertida ya en la nacíón latinoamericana mejor dotada en el campo bélico, por encima de Brasil y Cuba, según los informes especializados.
El enorme desgaste militar, diplomático e interno que se cierne sobre el Gobierno del general Galtieri para salir airoso o humillado de la confrontación con el Reino Unido no apacigua la preocupación chilena frente a futuras o paralelas conductas argentinas.
Adversario de la pretensión británica en esa parte del Atlántico Sur, Chile no puede avalar, empero, una posición argentina de fuerza que pueda constituirse en un precedente, dijo un veterano diplomático. También, agregó, es poco probable que respalde la proposición peruana para constituir una fuerza americana de paz que ocupe las Malvinas mientras Loindres y Buenos Aires entablen nuevas conversaciones políticas.
El Papa tal vez resuelva la controversia del Beagle, dijo un comentarista especializado, pero nadie sabe cuántos años de onerosa paz armada transcurrirán a continuación hasta solucionar los potenciales conflictos por los territorios reclamados por ambos países en el continente helado.
En opinión de Oscar Pinochet de la Barra , ex embajador de Chile en Moscú, aunque parezca extraño en Santiago, en Argentina siempre hay un sector de gobierno que está pensando en un pretendido ánimo bélico de este pequeño país de guerreros chilenos. Y actúan en consecuencia.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.