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Consolidada la ocupación argentina de las Malvinas

Las islas que unieron a todos los argentinos

Argentina dijo basta. Tomó el toro por los cuernos y resolvió de un plumazo un largo problema -o al menos ello un primer y decisívo paso-, que se diluía en sólo palabras en diversos foros de negociación internacional: el problema de la soberanía de sus islas del Atlántico sur; las Malvinas, el "Gibraltar argentino".Fuerzas combinadas de las fuerzas armadas argentinas, en número aproximado a los 5.000 efectivos, en una operación fulminante, tomaron por la fuerzas las islas Malvinas.

Argentina tuvo que lamentar al menos, según las primeras informaciones, una víctima m ortal: el capitán de corbeta Pedro Giachino, que "avanzó heróicamente a la cabeza de sus hombres", según el lacónico parte oficial. El teniente Diego García Quiroga y el suboficial Ernesto Urbina resultaron gravemente heridos. No se descarta que se hayan producido otras víctimas.

El comunicado de la Junta Militar -órgano supremo del Estado, integrada por los comandantes en jefe de las tres fuerzas armadas-, informó que, "un prolongado período de negociaciones infructuosas ha tocado a su fin. El pueblo argentino experimenta la legítima satisfacción de haber obtenido al fin el reconocimiento de sus derechos". Otras veces fue diferente. Esta no. Esta vez los argentinos echaron toda la carne en el asador, y no es una metáfora fácil. ¿Está todavía la pelota en el tejado? Tal vez sí. Pero alguna vez, al menos, hay que agarrar al toro por los cuernos. Hay que pegar primero, por el hecho de que quien pega primero pega dos veces.

Es difícil sustraerse, a la hora de escribir, a la emoción de una jornada en la que, de pronto, se concilió todo, se reajustó todo, y tirios y troyanos, civiles y militares, peronistás y radicales, sindicalistas y policías echaron al diantre sus diferencias, sus problemas y sus rencores y se hermanaron al grito de "Las Malvinas son argentinas" y "Unidos venceremos".

La misma plaza de Mayo donde, pocas horas antes, se le negó al pueblo que expresara su deseo de "paz, pan y trabajo", se vio colmada en un dos por tres por las mismas gentes de jornadas anteriores que, esta vez, no chocaron contra vallas metálicas ni contra los bastones policiales.

Algo muy concreto en este país de escasas concreciones donde pocos tienen sentido de la realidad, hizo abrazarse a políticos, madres de plaza de Mayo, obreros, militares y civiles, más allá de estatutos, discusiones políticas bizantinas, charlas de ateneo y debates de café. Lo concreto fue: "las Malvinas son argentinas".

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Las banderas azules y blancas fueron el artículo más vendido de la jornada. Los balcones de la Casa Rosada estaban atestados. Las puertas de la catedral estaban abiertas. Los feligreses que ingresaban podían ver que mucha gente rezaba frente al altar lateral, ante la imagen de Nuestra Señora de la Paz.

Argentina deberá afrontar en las próximas horas -siempre y cuando la cosa no se complique- diversas presiones y maniobras políticas y diplomáticas, tal vez más peligrosas cuanto más amistosas parezcan. EE UU parece querer "cambiarse la chaqueta". La URSS sugiere que respaldará abiertamente la recuperación de las islas, evidenciando su conveniencia de que el archipiélago quede al margen de cualquier estrategia occidental del Atlántico sur.

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