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Un conflicto originado en el recelo

La renuncia a tomar parte en el curso acelerado de eusquera, anunciada ayer por los cuatro policías nacionales matriculados en el euskaltegi de San Sebastián, pone fin a un conflicto de veinticinco días. El aislamiento de los cuatro agentes, que ha motivado su abandono del centro, pone de relieve hasta que punto subsiste en Euskadi el recelo hacia las fuerzas de seguridad del Estado. Los estudiantes que acaban de pedir el traslado a otra aula son los que primero confirmaron su matrícula, el 15 de marzo, y rompieron el boicoteo protagonizado por la mayoría de sus compañeros.Estos alumnos aceptaron asistir a clase con los cuatro policías en el momento más agrio de la polémica entre los huelguistas y el Gobierno vasco. Han pedido no compartir el aula con los agentes precisamente cuando la situación puede considerarse normalizada por lo que se refiere a la actividad de los euskaltegis. El detonante ha sido una actuación policial considerada imprudente entre los responsables del Servicio de Euskaldunización y Alfabetización de Adultos (HABE) y suscitada por el radicalismo de un sector, ya minoritario en aquel momento, de los estudiantes que deseaban impedir la presencia de los miembros de la fuerza pública a toda costa.

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Los policías matriculados en el 'euskaltegi' de San Sebastián se dan de baja en dicho centro

Aquellos primeros alumnos que confirmaron su matrícula y abrieron con ello una vía de solución al conflicto parecen haberse encontrado entre dos fuegos. Unos cuarenta huelguistas ocuparon el miércoles de la semana pasada los pasillos del centro donostiarra e insultaron a los policías matriculados, en actitud que éstos juzgan provocadora. Por su parte, efectivos de la Policía Nacional, de paisano, penetraron en el euskaltegi para desalojar a los revoltosos. No habían sido requeridos para ello, lo que motivó una enérgica protesta del Gobierno vasco contra la presencia de unos y otros. El Ejecutivo autónomo había demostrado pocas fechas antes no tener inconveniente en recurrir a la capacidad disuasoria de la propia Policía Nacional para desalojar los centros ocupados una vez agotada su voluntad de convencimiento ante los alumnos.

Un día más tarde, una pareja de policías nacionales, de paisano, distintos a los matriculados -que se habían comprometido a no portar armas-, se presentaron de nuevo en el euskaltegi donostiarra. Bastó este hecho para que la tensión contenida se precipitara. Todos los compañeros de aula de los policías que asistían al curso solicitaron, y obtuvieron, el traslado a un grupo diferente.

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