Carl Orff, compositor alemán, fallecido anteayer, supuso un contrapeso para la vanguardia europea
El autor de los 'Carmina Burana' fue uno de los músicos incomprendidos del siglo
El célebre compositor alemán Carl Orff, autor de la recopilación de cantos medievales Carmina Burana, falleció anteayer, a los 89 años, en una clínica de Munich (República Federal de Alemania), según se supo ayer. Sufría un cáncer. Carl Orff, destacado tanto por aquella recopilación como por su labor pedagógica, ha sido considerado por los críticos como uno de los músicos más incomprendidos de este siglo. Nació el 10 de julio de 1895 en Munich.
La fama y popularidad de Carl Orff en el mundo se apoyan en dos razones: su método de enseñanza Das Orff-Schulwerk y su cantata representable Carmina Burana. Si el músico muniqués ha compuesto otras obras -casi siempre con destino teatral en sus diversas posibilidades- ninguna alcanzó el triunfo mantenido con persistencia por Carmina Burana, superador de los triunfos y el prestigio que le procuraran Die Kluege, Catulli Carmina, El triunfo de Afrodita, Antígona, La Luna, Edipo o Prometeo.Escrita en 1935-1936 y estrenada el año siguiente, la singular fortuna de Carmina Burana se inicia después de la guerra mundial 1939-1945. Se trata de un auténtico best-seller, y ante tal realidad importan muy relativamente las opiniones de los críticos, especialmente adversas en los partidarios y defensores de la vanguardia. Acaso una de las razones que han contribuido a aceptar masivamente Carmina Burana es su significación de contrapeso frente a la vanguardia, tantas veces impopular y desconectada del gusto mayoritario.
Lo que quiero decir, entre otras cosas, es que el puesto de la estética orffiana en la historia de la evolución musical, a la que interesan mucho las conquistas y avances de cara al futuro, será probablemente menos relevante que el peso de su popularidad.
Los procedimientos utilizados por Orff en los Carmina, "juegos escénicos" basados en el espíritu y la letra de los poemas goliardos, están conectados en alguna medida con el Strawinsky de Las bodas y resultan perfectamente adecuados a los textos elegidos. Los poemas goliardos del medievo suponen una curiosa e influyente vena literaria hecha de poesía directa, erudición y desenfado. Es un arte popular y religioso, vagabundo por la Europa de los siglos XII y XIII en el que se mezclan, con gran poderío vital, unos sentimientos profanos y religiosos que incitaron la imaginación de Carl Orff cuando conoció los manuscritos conservados por los benedictinos de Beuron.
Difícil fidelidad
No quiso el compositor someterse a fidelidad alguna con respecto al dato original e intentó, más bien, la reconstrucción del estilo desde una adivinación situada en nuestro tiempo, esto es, en los años treinta, marcados estéticamente por la ascensión del nacional socialismo.
Los elementos a mano fueron: material popular, cadencias religiosas, máxima simplicidad en ideas, ritmos y estructuras, disonancia directa, uso de la reiteración que viene a sustituir el desarrollo orgánico, fórmulas melódicas, tímbricas, armónicas y rítmicas, a veces refinadas y en ocasiones de trazo grueso. Y sobre todo, fuerza vital, casi bárbara, como la misma expresión goliardesca. A la vista de tales orientaciones puede adivinarse la posibilidad de conectar con algunos fenómenos de las corrientes generales europeas del momento instaladas en la preferencia mayoritaria hasta nuestros días.
Todo cuanto los Carmina encierran de espíritu lúdico, gestualismo y plasticidad, circula por otras partituras orffianas, tantas veces provocadas por las tradiciones lejanas y próximas, cultas y populares. A través de su obra general, obediente a unos principios firmemente mantenidos, Orff consiguió una imagen estilística fácilmente reconocible.
Partiendo del espíritu lúdico, el compositor creó sus métodos de enseñanza musical, difundidos hoy por todo el mundo y que, entre otras cosas, estimularon el amor de los jóvenes por los instrumentos del pasado, contribuyendo a la formación de un gusto nuevo para la música antigua.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.