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El fiscal del Reino Unido abandona su acusación contra un director teatral

El juicio fue un debate sobre la censura en el teatro

Andrés Ortega

El fiscal general del Reino Unido, sir Michael Havers, decidió ayer bajar el telón y recomendar que se abandonara el caso contra el director de teatro Michael Bodganov, acusado de grave indecencia por una escena de treinta segundos en su obra The romans in Britain (Los romanos en Bretaña) en la que tres legionarios simulaban la violación de un druida. La vista del juicio se había abierto el lunes en Londres, convirtiéndose en un debate sobre la censura y la liturgia del teatro. Aunque se ha retirado el cargo contra Bodganov, el juez ha dejado en claro que el teatro no está por encima de la ley.

El fiscal general consideró que los motivos de Bodganov para esta escena no habían sido inmorales. El conocido director, de 42 años de edad, había sido llevado a juicio por Mary Whitehouse, presidenta de la Asociación de Espectadores y activista antipornográfica, bajo la ley de Delitos Sexuales de 1956, nunca aplicada al mundo teatral, que se rige por una ley propia de 1968 que suprimió la censura hasta entonces ejercida por lord Chamberlain.The romans in Britain se estrenó en marzo de 1980, permaneciendo seis meses en cartel en el National Theatre, de Londres. Ambientada en los tiempos de la ocupación romana del Reino Unido, la polémica escena era una simulación realista de la violenta violación de un joven druida por tres soldados. Curiosamente, si el director o los actores hubiesen sido mujeres, la ley de 1956 no hubiera podido aplicarse. El caso de la defensa versó sobre la magia del teatro. ¿No fue Wim Somerset Maughan el que escribió que "el teatro es simulación y no trata de la verdad, sino del efecto"? La defensa argumentó que, cuando esta escena era representada, se inducía al público a "suspender las creencias". Además, no se trataba de un acto real, ni de gratificación sexual para el director o los actores, sino de la expresión de un mensaje: la violencia de la ocupación extranjera en Bretaña.

Recordando la horrible escena shakesperiana de El rey Lear en la que se le sacan los ojos a Gloucester, la defensa señaló que era muy diferente de un acto similar cometido en la. vida real. Esos argumentos no parecían válidos a los ojos de la acusación, que había presentado un solo testigo, Graham Ross-Cornes, que, por cierto, no había visto nunca El rey Lear.

Para Mary Whitehouse y su abogado, no se trata con este caso de juzgar- la necesidad de la censura ni la calidad artística de la obra, sino tan sólo de saber si el teatro está sometido o no a las leyes generales, "como el resto de nosotros". Para la acusación, una simulación de una violación pederasta resultaba indecente, aunque la escena se hubiera desarrollado sobre un escenario y no en unos retretes públicos. Mary Whitehciuse retiró su cargo para no hacer sufrir a Bodganov, un hombre honorable cuya "condena podría dañar gravemente su vida profesional y privada".

Whitehouse había logrado su propósito, pues, mientras se discutían unos problemas jurídicos en ausencia del jurado, el juez señaló que el teatro está también sujeto a la ley de Delitos Sexuales de 1956 y que la simulación de un acto sexual no era óbice para constituir una grave indecencia, considerando además que la gratificación sexual como motivo no era esencial para el delito.

El mundo teatral se había movilizado, defendiendo sus intereses, en apoyo de Michael Bodganov, considerando que, con este juicio, el toro de la censura había vuelto a mostrar sus cuernos. Por el momento, este fantasma ha sido devuelto al toril. Pero sus puertas han quedado jurídicamente abiertas, o mejor dicho, siempre habían estado abiertas, pero nadie se había dado cuenta. La supresión de la censura, en 1968, no puso al teatro por encima de la ley general. Lo que ahora se planteará en términos de opinión es si la ley de Delitos Sexuales de 1956 está históricamente adaptada a 1982 y al mundo del teatro. Por un momento, pondremos nuestras creencias en suspenso.

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