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Reportaje:Rumanía, socialismo de contrastes/ y 2

Las colas y el desarme, pan de cada día en Bucarest

Las cajetillas doradas de Kent largo emboquillado constituyen, sorprendentemente, una divisa tan valiosa como el dólar para los ciudadanos rumanos. La asistenta prefiere que se le pague en tan exótica moneda, pues ello le permitirá a su vez, un mejor trato en la consulta del pediatra. Y el médico tendrá, de esta forma, más facilidades para encontrar carne. ¿Y quién se lo fuma?, es la pregunta que se hace el periodista llegado de Europa. Nadie sabe la respuesta a ciencia cierta. Lo que sí es evidente es que poseer Kent da prestigio y abre puertas.

Por supuesto, tampoco es nada desdeñable la posibilidad de hacerse con dólares. El mercado negro florece a pesar de la constante vigilancia de los milicianos, y un dólar recién llegado pasa de valer oficialmente once leis (unidad monetaria rumana no convertible) a significar hasta más de cuarenta leis en la calle. Los estudiantes llegados del Tercer Mundo -a quienes Rumanía concede generosas becas- son especialistas en este tráfico clandestino.

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Falta de divisas

La falta de divisas para hacer frente a las obligaciones de su peligrosa deuda exterior (entre los 11.000 y los 12.000 millones de dólares) ha situado a Rumanía al borde de la bancarrota. Desde hace un mes se suceden incesantes conversaciones con las instituciones de crédito occidentales para intentar renegociar la deuda a corto plazo, y en breve comenzarán negociaciones similares con los Gobiernos que han avalado créditos.

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A corto plazo, Rumanía debe a 320 bancos occidentales unos 1.200 millones de dólares correspondientes al año pasado y unos 2.700 millones relativos a 1982.

La semana pasada, el presidente del Banco de Comercio Exterior de Rumanía, Nicolai Eremia, envió un télex a todos sus deudores privados de Occidente (franceses y británicos, en su mayoría) pidiéndoles una renegociación de estos 3.900 millones de dólares de tal forma que el pago se pueda realizar en seis años y medio. A finales de mes, en Zurich, y en presencia del FMI, Bucarest recibirá la respuesta, que confía será positiva.

Occidente, como ocurre con Polonia (cuya deuda exterior es de unos 27.000 millones de dólares), está dividido sobre cuál es la mejor forma de afrontar el problema, pues no desea que estos países recurran excesivamente a la URSS para cumplir con sus compromisos financieros.

Deuda soviética

Además, tampoco esto les iba a ser muy fácil, pues la propia Unión Soviética comienza a tener dificultades con su deuda exterior (valorada en unos 19.000 millones de dólares), debido principalmente a las desastrosas cosechas registradas el año pasado, al coste de la invasión de Afganistán y a las peticiones de ayuda de Polonia, Vietnam y Cuba.

En noviembre, el FMI decidió dejar en suspenso el derecho rumano a percibir nuevos créditos, poniendo como condición previa que se reforme sustancialmente su sistema económico. Y ayer, el Gobierno de Bonn decidió no garantizar nuevos créditos de exportación a Bucarest.

La única buena noticia en el comercio exterior rumano es el superávit de 303 millones de dólares en sus relaciones con Occidente, aunque las autoridades financieras son conscientes de que ello apenas sí podrá ayudarles a reducir su deuda. Tan sólo los intereses correspondientes al presente año se elevarán, según cálculos occidentales, a 1.500 millones de dólares.

La Unión Soviética, país con el que Bucarest reconoce mantener excelentes relaciones, es el primer socio comercial de Rumania, seguido de la RFA, Irak, Irán y Libia. Aunque se trata de un país productor de petróleo, Rumanía tiene que importar ingentes cantidades de oro negro para evitar el cierre de sus plantas de refino y el hundimiento de su industria petroquímica, sector que experimentó en los últimos años un desproporcionado crecimiento a costa de la agricultura.

Poco y caro

Aquí reside fundamentalmente la creciente escasez de alimentos de primera necesidad, que ha convertido las calles de Bucarest en un hervidero de colas, a pesar de los tremendos incrementos experimentados en sus precios (hasta un 85% en algunos casos, como es el del arroz).

Un triple problema enfrenta la agricultura en Rumanía, país considerado hasta no hace mucho como el granero de los Balcanes.

Los sucesivos planes de desarrollo se volcaron en la industrialización acelerada de Rumanía -con lo que se produjo un masivo despoblamiento del campo-; la exportación de productos alimenticios básicos es excesiva -pero imprescindible para la balanza comercial-, y la productividad de los trabajadores del campo (y de todos en general) no puede decirse que sea ejemplar.

Estos tres factores se traducen en que los rumanos pasen una semana entera sin comer huevos o carne de vaca y que los campesinos alimenten con pan (producto subvencionado) a los animales de sus granjas, aunque ello esté penalizado con la cárcel y sea una de las constantes de los discursos de Ceaucescu.

Alrededor de trece millones de toneladas de petróleo importó el año pasado Rumanía; de ellas, 1,2 millones, procedentes de la URSS. Casi todo, incluido el petróleo soviético, lo paga en divisa fuerte, es decir, en dólares.

Una de las premisas de la política exterior rumana es precisamente mantener buenas relaciones con todos los países y diversificar al máximo sus fuentes de aprovisionamiento. No importa que Irak e Irán estén en guerra entre sí; Rumanía comercia con ambos: les compra petróleo y les envía materias primas. Al igual que ocurre en sus dobles lazos, con Moscú y Pekín, les explicamos a ambas partes que nuestra relación con uno de ellos no va dirigida contra el otro".

Hay algo que los responsables de la política exterior de Rumanía tienen muy claro: "La paz y la seguridad nos son imprescindibles para implementar nuestra ambiciosa política interna", e incluso, sugiere un alto funcionario, "para elevar el nivel de nuestra independencia".

Este término, independencia, es algo que está en boca de todos los pronunciamientos oficiales rumanos. "Consideramos que es principio y derecho de todo pueblo decidir su propio destino sin ninguna interferencia externa", recalcan una y otra vez el presidente Nicolae Ceaucescu y sus diplomáticos. "Nosotros no damos órdenes ni consejos, pero tampoco los aceptamos", afirma un responsable del Ministerio de Asuntos Exteriores.

Quizá el único mensaje que sí intentan transmitir al exterior es el relativo al desarme europeo: debe paralizarse la instalación de nuevos euromisiles y destruirse todos los existentes..., incluidos los soviéticos.

Y, más aún, todos los países europeos deberían participar en las conversaciones sobre desarme. "Si hay una guerra, todos nos veríamos implicados.". Da igual de dónde vengan las bombas, los misiles nucleares.

Trescientas mil personas se congregaron en Bucarest el otoño pasado para mostrar su apoyo a la política desarmamentista. Eso sí, malas lenguas aseguran que se sancionó (les descontaron un día de sueldo) a los que aprovecharon el cierre de las fábricas para un objetivo distinto que el de vitorear a Ceaucescu.

No a los bloques militares

Rumanía considera obsoletos los bloques militares, tanto a la Organización para el Tratado del Atlántico Norte (OTAN) como al Pacto de Varsovia.

Aunque reconoce que "las grandes potencias tienen un importante papel que desempeñar", Rumanía es consciente de que cuando se proponen resolver un problema "lo hacen en su propio interés y no en el de los demés", por lo que "es mejor que cada país resuelva los suyos".

Por supuesto, Rumanía considera negativa la entrada de España en la OTAN, pero no porque así se lo parezca a sus vecinos socialistas, sino porque entiende que lo mejor que se podría hacer con los bloques militares es desmantelarlos y luchar por la unidad europea.

"La OTAN y el Pacto de Varsovia son un mero reflejo de la guerra fria, refuerzan el poder de las dos potencias y alimentan la carrera de armamentos", asegura un alto diplomático rumano.

En el espinoso tema polaco, la misma fuente reconoce que lo ocurrido el pasado 13 de diciembre fue "un golpe militar", pero no esconde su comprensión sobre lo ocurrido.

"Creemos que los problemas polacos deben solucionarse sin injerencia exterior, entre el partido, el Gobierno y otras fuerzas". "Los polacos tienen el derecho y el deber", recalca, "de afrontar su futuro sin interferencias exteriores". Rumanía entiende que las sanciones occidentales "no vienen sino a complicar el problema polaco".

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