_
_
_
_
Reportaje:Rumanía, socialismo de contrastes / 1

Los 'súbditos' de Ceaucescu han perdido la sonrisa

En Bucarest, una ciudad con dos millones y pico de habitantes, es muy frecuente que los diarios -todos oficiales y con escasas páginas- traigan en su primera página más de una foto del presidente Ceaucescu. Así, el pasado 23 de febrero, por ejemplo, el Neuer Weg (edición en alemán del órgano del Frente de la Democracia y la Unidad Socialistas) ofrecía a sus lectores nada menos que tres instantáneas del jefe del Estado. Periodísticamente hablando, esa primera plana sería algo impensable en Occidente: las fotografías ilustraban tres artículos en torno a un mismo tema (la visita de una delegación de comunistas yugoslavos), y todos tenían un idéntico comienzo y un mismo protagonista: "Nicolae Ceaucescu, secretario general del Partido Comunista de Rumanía (PCR) y presidente de la República Socialista de Rumanía...".Quizá sea esto lo que más impresione a un periodista recién llegado de Europa. La anécdota es cotidiana. Al día siguiente, jueves 24, Scinteia (portavoz del Comité Central del PCR) era un verdadero mosaico tipográfico en torno a un solo apellido: Ceaucescu.

Más información
Las colas y el desarme, pan de cada día en Bucarest

Y Ceaucescu, con su desvaída sonrisa oficial, espía desde los puntos más insospechados a sus súbditos. Pues aunque Rumanía es formalmente una república, el presidente y su poderosa y nada popular esposa, Helena, ejercen el poder como si de una monarquía absoluta se tratase.

Los retratos de este hombre de 64 años son la decoración preferida en las calles y edificios de Bucarest. Para un observador occidental, tan descarado culto a la personalidad ensombrece inevitablemente los logros positivos de un régimen que lucha por su independencia nacional y su supervivencia económica. Todo lo relativo a Ceaucescu es noticia: son noticia las traducciones de sus Obras escogidas, su telegrama al jefe del Estado de Mauritania, su mensaje al Congreso de Periodistas Europeos que se desarrolla durante esos días en Bucarest, su protagonismo en la exposición Ceaucescu y la paz, sus continuas visitas a las fábricas y sus agotadores contactos diplomáticos. Durante un solo año, 1981, Ceaucescu se entrevistó con más de un centenar de personalidades extranjeras.

Televisión en blanco y negro

La televisión rumana -la única de los países de Europa Oriental que aún no emite en color- no deja de ser un mero escaparate en blanco y negro de la vida oficial. Aunque últimamente -no se sabe si con miras aperturistas o simplemente propagandistas para demostrar la corrupción capitalista- se ofrecen algunos telefilmes norteamericanos, como es el caso de Dallas.

Como telón de fondo de la carta de ajuste de la Televiziunea Romana se emite el himno en honor del socialismo rumano, seguido de una marcha militar. Las restricciones energéticas afectan también a la televisión, que ofrece apenas cinco horas diarias de emisión.

En un día concreto, pongamos el pasado 25 de febrero, las noticias más importantes en el telediario vespertino fueron, por este orden, la industria textil rumana, la exportación de motores eléctricos, incluida una entrevista con un alto responsable que de entrada citó a Ceaucescu y al PCR, y el autoaprovisionamiento territorial, con un monólogo sobre sus virtudes. La información internacional giraba en torno al actual lema de la política exterior rumana: la paz y el desarme. Así, Helmut Schmidt hablaba de los euromisiles, los pacifistas se manifestaban en Nueva York y un grupo de parlamentarios norteamericanos proponía la reducción del presupuesto militar de Estados Unidos. El Golán y El Salvador también estuvieron presentes, y no faltó una referencia a la condena española de cualquier tipo de intervención en Centroamérica. Hasta apareció Felipe González dentro del contexto de la Internacional Socialista. Los deportes se limitaron a una exhibición militar de esquí, y la mujer del tiempo cerró el telediario anunciando frío y nieve en los Cárpatos.

No deja de ser penoso que en un país en el que apenas hay analfabetismo el acceso a la información esté tan maquiavélicamente controlado que, por ejemplo, el golpe militar en Polonia se convierta en un nuevo cambio de Gobierno. O que, en una larguísima crónica en torno a los trabajos de la Conferencia sobre Seguridad y Cooperación en Europa (CSCE), se resuma el intenso debate que hubo en Madrid sobre Polonia con la frase "otras cuestiones marginales". Eso sí, la crónica reproduce, un párrafo sí y otro también, largas citas del presidente Ceaucescu en torno al futuro de la seguridad europea.

Oficialmente, todo son elogios para el sufrido pueblo rumano. No hace mucho, al celebrar su 64 cumpleaños, en su discurso ante el CC del PCR, Ceaucescu fue ampliamente generoso en sus palabras: "Disponemos de todo lo necesario y, sobre todo, de una maravillosa clase obrera, de un campesinado, unos intelectuales, un pueblo mavarilloso que materializa sin el más mínimo fallo la política de nuestro partido comunista, en la convicción de que responde plenamente s sus intereses vitales, a los intereses de la causa del socialismo, del desarrollo de la base material del comunismo en Rumanía, de la independencia y la soberanía del país".

Con y contra el fascismo

¿Hasta qué punto este convencimiento es una mera falacia? Los rumanos son un pueblo ilustrado, orgulloso de su origen romano (aquí se asentó la antigua Dacia); pero, al igual que ocurre en Polonia, su historia no siempre le ha sido favorable. Hungría, el Imperio Otomano y Rusia estuvieron constantemente al acecho. Héroe indiscutible del siglo XV es precisamente el popular conde Drácula, "hijo del diablo" textualmente, hijo de VIad Dracul (palabra que en rumano significa demonio). Su nombre verdadero era VIad Tepes, y los rumanos le veneran como un valiente príncipe que aniquiló a miles de turcos en la campaña de 1461.

El acta de nacimiento del Estado rumano data de 1892. El establecimiento de relaciones diplomáticas con la URSS se firmó en 1934, cuatro años antes de que el rey Carlos II impusiera la dictadura real y permitiera que Rumanía acabara cayendo en las garras del fascismo. En junio de 1940, las provincias de Besarabia y Bucovina, al Noreste, se incorporan a la URSS, donde aún siguen, ante el más absoluto silencio oficial rumano. Al final de ese mismo verano -tras la abdicación de Carlos II en su hijo Miguel I-, Ion Antonesu entronizó una dictadura militar de corte fascista. Las tropas alemanas invadieron el país y Rumanía entró en guerra con la Unión Soviética.

Transcurrieron aún cuatro años antes de que la denominada Insurrección Armada Nacional Antifascista y Antiimperialista triunfara el 23 de agosto de 1944. Antonesu fue detenido y el Ejército rumano se revolvió contra el nazi. El 31 de agosto, Bucarest saludaba a las tropas soviéticas, que habían apoyado su liberación.

A partir de entonces, los destinos de Rumanía están en manos del PCR. En 1947 se proclama la República Popular, y en 1965 Ceaucescu hace su entrada triunfal en la alta política, al ser elegido secretario general del partido comunista. Ya en 1934 había representado a la juventud en el Comité Nacional Antifascista de Rumanía, y en su haber figuran varias estancias en la cárcel. El 28 de marzo de 1974 culminaba su ascenso político, al nombrarle la Asamblea Nacional presidente de la República, cargo que comparte con el mando de las Fuerzas Armadas y la presidencia del Consejo de Estado y del Consejo de Defensa Nacional.

La Constitución rumana, de 1965, garantiza teóricamente la libertad de expresión, de Prensa, de reunión, de asamblea y de manifestación. Ahora bien, tras todas y cada una de las organizaciones sociales está, impertérrito y alerta, el partido comunista. El control llega hasta tal punto que es el PCR el que preside el Frente de la Democracia y de la Unidad Socialistas, en el que se engloban todas las organizaciones de masas, sindicales, cooperativas y profesionales, incluidos los cultos. La Iglesia ortodoxa, absolutamente mayoritaria frente a otros trece cultos, se sienta en la Asamblea Nacional. El PCR actúa como gestor de la política religiosa y defiende a ultranza la no injerencia.

Problemas con el Vaticano

El papel protagonista que la Iglesia católica desempeña en Polonia es algo que enerva profundamente a la Rumanía oficial. Ceaucescu suele comentar que nada hubiera ocurrido en Polonia si el sindicato Solidaridad no hubiese sido considerado por los partidos comunistas del Este europeo como un brazo secular del Vaticano.

Unas recientes palabras del Papa a favor de la libertad de culto en Rumanía para los católicos de rito oriental provocaron una reacción muy dura de la Iglesia ortodoxa rumana, hasta el punto de que su patriarca, Justin Moisescu, convocó un sínodo especial y exigió a Ceaucescu que condenara "con toda firmeza" el intento papal de "hacer renacer en Rumanía el culto unitario mediante la división de los actuales fieles de la Iglesia ortodoxa".

Los unitarios o unionisias (un 10% de los veintidós millones de habitantes con que cuenta Rumanía) están en la clandestinidad desde 1948, fecha en que fueron disueltos y sus propiedades confiscadas. El número de católicos apostólico romanos es muy difícil de estimar, aunque todas las cifras superan los 100.000.

Y al igual que apenas si se deja sentir el peso de los católicos, tampoco la disidencia política o sindical (la última de que se tiene noticia corresponde a 1979, cuando se intentó crear el Sindicato Libre de los Obreros Rumanos, SLRO) no va más allá -tras atravesar múltiples controles represivos- de conseguir un pasaporte para abandonar el país. El grave problema con el que se enfrentan los exiliados es que en su mayoría tienen que contentarse con un pasaporte de apátrida, según se nos informa en círculos consulares occidentales.

Las restricciones ciudadanas afectan incluso a sus movimientos dentro del país y a su trato con los extranjeros. No existe libertad para trasladar la residencia de una provincia a otra; hace falta un visado especial. Y la ley de Seguridad del Estado obliga a los rumanos a informar a las autoridades de sus contactos con extranjeros.

"Hace tres años que intento irme de vacaciones a Italia y Grecia, pero repetidamente me han negado el permiso para abandonar el país", comenta una joven secretaria de una representación diplomática europea. Junto al temor de que la escapada turística acabe en defección -lo cual, parece ser, no es muy corriente-, está la imperiosa necesidad de retener a toda costa las escasas divisas que llegan a Rumanía.

Llama la atención en el trato con los rumanos lo dificil que es encontrar a alguien que hable bien de algo de su país..., como no sea de Transilvania o del delta del Danubio. Muy pocos son los verdaderamente convencidos de que el régimen sea capaz de crear-como continuamente proclama- una "sociedad socialista multilateralmente desarrollada!'. Incluso entre los miembros del partido (al que no es nada fácil acceder y al que pertenece, aproximadamente, un 10% de la población) abundan los escépticos, que hablan de los burócratas como modelos no precisamente del hombre sin tacha que se exige ser para poder disfrutar de un carnet del PCR.

Todo en familia

La ideología es el criterio que predomina al seleccionar los cuadros dirigentes. Y, medio en broma medio en serio, más de un rumano comenta también la importancia de llamarse Ceaucescu. Toda la familia del presidente rumano ama la política... o el poder. Su hijo mayor, Nicu, es secretario general de la Juventud Comunista y ministro de la Juventud, y suele acompañar a su padre en sus múltiples viajes al extranjero. La doctora en ingeniería Helena Petrescu (tal era el apellido de soltera de la primera dama rumana)- no sólo es primera viceministra -es decir, número dos del Gobierno-, sino miembro del comité político del CC del PCR, presidenta del Consejo Científico y del Económico, además de doctora honoris causa en medio mundo. Un hermano de Ceaucescu, Illie, es general y vicepresidente del Comité de Defensa Nacional, y otro hermano, Ion, es viceministro del Plan de Desarrollo. Más de un rumano sospecha que, si muere Ceaucescu, esposa y/o hijo le sucederán en la Jefatura del Estado.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_