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El último premio Nadal, presentado en una 'espicha' asturiana

Carmen Gómez Ojea, ganadora del último premio Nadal con Cantiga de agüero, se refirió a la teoría de elaboración de sus novelas como Io mismo que sacar el jaretón de una falda" y a su inquietud porque se le queme mañana el besugo en el horno, en el curso de una espicha -reunión asturiana en un lagar donde se bebe sidra y se come chorizo, lacón, tortilla y huevos cocidos- organizada en Gijón por la editorial Destino para hacer la presentación nacional del Nadal 81.El filósofo asturiano Vidal Peña, que escribió unas cuartillas para su lectura antes de que diera comienzo la espicha, subrayó la necesidad de desmentir a toda prisa la apariencia de ingenuidad que se desprende de las declaraciones públicas de Gómez Ojea para cargarlas en la cuenta "de un espíritu de coña permanente probablemente emparentado con su acrisolado gijonismo".

"Sacar el jaretón"

La escritora asturiana asimila el proceso de redacción de sus novelas a "sacar el jaretón" a partir de un relato aparentemente confuso. En Cantiga de agüero esa identificación no es del todo correcta, según Vidal Peña, ya que el jaretón tiene, en ese caso, una extensión igual a la de la falda. Más bien se trataría de una prolongación de la falda en virtud de necesidades extraliterarias surgidas con posterioridad a la confección.Las dos partes de la novela están de tal forma soldadas que ésta parece no tener principio ni fin. Vidal Peña interpreta en unas palabras puestas por la autora en boca del personaje Marica Fouz la propia manera de contar de ésta. "Recordaba", dice, "de modo incoherente y galalco, ocultando lo esencial entre el desgrane de anécdotas marginales, en hálito de misterio". También Gómez Ojea, agrega, parece ocultar lo esencial entre anécdotas yuxtapuestas; narra desde muy lejos, con distanciamiento a menudo esperpéntico y, en cualquier caso siempre caricaturesco e irónico.

Los crítico han visto en Cantiga de agüero, un libro de aventuras, en el sentido casi intelectual de la palabra, una obra de ficción y de humor, escrita con riguroso lenguaje que entronca con los grandes escritores gallegos desde Valle Inclán hasta Torrente Ballester y Cunqueiro.

Al margen de estas consideraciones de los críticos, Carmen Gómez se pasó la espicha riéndose de los comentarios en torno a su obra literaria y poniendo de manifiesto, en todo momento, su condición preferente de ama de casa, más preocupada por las recetas de cocina que por pasar a la historia como novelista.

En respuesta a los cinco folios y medio escritos con esmero por Vidal Peña, se limitó a recordar el final del carnaval, el comienzo de la Cuaresma y que al día siguiente tenía que llevar a sus cinco niños a la escuela.

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