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Ha muerto Takashi Shimura, el actor de 'Rashomon' y 'Los siete samurais'

El actor japonés Takashi Shimura murió ayer en Tokio a los 76 años. Fue uno de los más célebres actores japoneses de todos los tiempos y era una institución en su país, tanto en el cine como en el teatro. La carrera de Shimura se remonta cuarenta años atrás, en los que ha intervenido en centenares de películas y espectáculos teatrales. Los actores japoneses sólo por excepción son conocidos en Occidente y Shimura es una de esas escasas excepciones. La última película que hemos podido ver aquí de él es Kaghemusa, La sombra del Guerrero, de Akira Kurosawa.En realidad, Shimura debe su fama en Occidente casi exclusivamente a este director. Shimura tenía ya una buena lista de trabajos antes de la segunda guerra mundial, pero fue en 1943 cuando conoció a Akira Kurosawa y dio comienzo una entrañable amistad entre los dos hombres.

Durante los últimos veinte años el cine de Kurosawa gravitó sobre el trabajo de tres hombres, sin los que no existiría: él mismo, Toshiro Mifune y Takashi Shimura. Los tres hicieron posible Rashomon, en 1950, admirabe película que dio a conocer el cine japonés en todo el mundo. También actuaron juntos en Ikiru, rodada, en 1952, y en Los siete samurais, de 1954, tal vez la obra maestra de Kurosawa, cuya versión integral se desconoce en España.

Toshiro Mifune y Takashi Shimura se compenetraban y complementaban recíprocamente con rara perfección. Esto se debía a un conocimiento personal de largos años, pero también a que ambos actores dominaban unos registros enormemente distintos entre sí, casi contrarios. Lo que en Mifune era extraversión, en Shimura fue contención, sobriedad gestual.

Verles actuar frente a frente era un espectáculo incomparable. El campesino y el bandido de Rashomon, el jefe de samurais y el guerrero nervioso e inquieto en Los siete samurais, fueron antológicos.

Shimura estaba, como actor, más entroncado que Mifune en las tradiciones ancestrales del teatro japonés. Este último era más occidental en sus maneras, y esa es la causa de que fuera repetidamente llamado por la productores europeos y norteamericanos para trabajar en películas en las que se veía a un prototipo japonés a través de los clichés occidentales. Shimura no salió del cine japonés. Su aspecto apacible y sus gestos solemnes, pausados y cortantes pertenecían a un mundo de la representación con dificil cabida en nuestros gustos y rutinas. Es reconfortante ver a Shimura en un filme japonés pero chocaría su presencia en una historia europea o norteamericana. Tal vez él mismo intuyó esta disonancia y no se prestó a las tentaciones de ser contratado fuera de su país.

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