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Reportaje:

La política exterior de Papandreu, motivo de inquietud para la Alianza Atlántica y Estados Unidos

Los temas de política Internacional tuvieron en la campaña electoral griega del pasado mes de octubre una importancia muy superior a lo que suele ser normal en otras elecciones de países occidentales. El nacionalismo del PASOK y su opción por una línea independiente en política exterior han causado ya algún problema con Turquía, con la OTAN y con la CEE. Un enviado especial de EL PAIS informa sobre este aspecto de la política del nuevo Gobierno socialista.

"Nuestra política exterior es una política de paz, de realismo, de solidaridad con los pueblos que luchan por su independencia nacional. Una política que parte del hecho de que Grecia es un pequeño país que pertenece al mismo tiempo a Europa, los Balcanes y el Mediterráneo. Sobre estas bases desarrollaremos nuestras relaciones internacionales".A partir de esta definición, contenida en su programa gubernamental, Andreas Papandreu ha dirigido la política exterior griega durante los cien primeros días de su mandato de una manera tal que ha causado inquietud, cuando no irritación, entre algunos de los aliados occidentales de Grecia, y especialmente en Washington.

En medios diplomáticos occidentales se reconoce que, desde que llegó al poder, el líder socialista griego ha moderado sus críticas a la OTAN y al Mercado Común y dudan seriamente de que Papandreu esté tratando de convertirse en una especie de De Gaulle de Mediterráneo oriental. Sin embargo, el secretario general de la Alianza Atlántica, Joseph Luns, parecía perder los estribos recientemente y declaraba que la OTAN "puede pasarse sin una Grecia que adopta actitudes totalmente negativas, porque es un país relativamente insignificante". La dura reacción de la Prensa griega contra las ofensas de Luns caldeó la semana pasada el ambiente anti-OTAN. El diario Eleftherotypia escribía: "Ojalá tuviera razón el señor Luns, y la OTAN nos considerara de verdad insignificantes y nos dejara en paz".

Roces en Bruselas

El primer roce entre Papandreu y la Alianza tuvo lugar el pasado mes de diciembre, cuando el primer ministro, que desempeña también la cartera de Defensa, acudió en Bruselas a la reunión de invierno de la Alianza y exigió a ésta garantías frente a una posible agresión de otro miembro de la OTAN, Turquía. Por primera vez en este tipo de reuniones, no se redactó un comunicado final.

Poco después vino la negativa del Gobierno griego a sumarse a las sanciones occidentales contra Polonia y la Unión Soviética y el rechazo a los comunicados condenatorios contra estos dos países hechos por la OTAN y la Comunidad Económica Europea. Papandreu explicó su actitud al decir que no quiere contribuir a la guerra fría y que una nación pequeña como Grecia necesita comerciar con los países del Este europeo.

"Este tema se ha exagerado demasiado en Occidente", opina un diplomático de un país neutral destinado en Atenas, "ya que la postura oficial griega es de condena de la ley marcial en Polonia e incluso de reconocimiento de que la URSS ha jugado un cierto papel en la intervención militar polaca."

Papandreu afirmaba recientemente ante el Parlamento que "el pueblo griego no ha olvidado que la OTAN apoyó durante siete años a la dictadura de los coroneles y tampoco, que no hizo nada para detener la invasión turca de Chipre". Y añadía: "No tiene sentido pertenecer a una alianza militar que no garantiza nuestras fronteras orientales".

El contencioso greco-turco, que tiene sus principales puntos de conflicto en los problemas de Chipre y del mar Egeo, se sigue con inquietud en Bruselas. En las últimas semanas, una serie de duras declaraciones por ambas partes elevaron más aún la tensión.

Uno de los primeros dirigentes políticos mundiales recibidos por Papandreu en Atenas fue el líder de la Organización para la Liberación de Palestina (OLP), Yasir Arafat. La oficina de la OLP en la capital griega fue elevada al rango de representación diplomática, un Estado prácticamente idéntico al de Israel. La dimensión árabe de la política exterior del nuevo Gobierno griego ha sido subrayada reiteradamente por Papandreu.

Para Constantino Stefanopulos, diputado de Nueva Democracia, estas acciones de Papandreu se encuadran en "una política exterior demagógica, destinada al consumo interno, y que puede perjudicar seriamente la imagen del país ante la comunidad internacional".

Cuando, el pasado 18 de enero Atenas anunció que había llegado a un acuerdo con la URSS para reparar navíos soviéticos en el astillero estatal de la isla de Syros, en el mar Egeo, el Departamento de Estado no pudo permanecer impasible, y el portavoz oficial dijo que Washington lamenta esta decision, porque "cualquier acto que beneficie a las fuerzas navales soviéticas en el Mediterráneo oriental influye en el flanco sur de la OTAN y es perjudicial para la seguridad en el área".

En realidad, este acuerdo se había firmado inicialmente en septiembre de 1979, cuando el Gobierno centro-derechista de Nueva Democracia mantenía a Grecia fuera del mando militar integrado en la OTAN. Un año después, y bajo presiones atlánticas, el con trato se suspendió, poco antes de que Atenas se reincorporara plenamente a la Alianza. El portavoz del Gobierno socialista Dimitrios Marrudas puntualizó que en Syros no se repararán buques soviéticos de guerra, sino mercantes.

Una razón que parece guiar este comportamiento en política exterior del nuevo Gobierno griego es la necesidad de mostrar una línea independiente, e incluso de castigar moderadamente la escasa atención que los aliados de Grecia prestan a sus peticiones de garantías frente a una potencial amenaza turca. Algunos de estos gesto de la política exterior del PASOK irían dirigidos, según otras interpretaciones, a las bases más radicalizadas del partido y del electorado, que obtendrían así cierta compensación a la tónica más moderada adoptada por Papandreu en la reforma económico-social interior y en los temas básicos de política exterior.

Negociaciones con Washington

La negociación sobre el futuro de las bases norteamericanas en Grecia, que debe iniciarse próximamente, será una excelente ocasión para que Papandreu intente obtener más ayuda económica y militar de Washington, junto a cierto apoyo político.

Estados Unidos tiene desde los años cincuenta cuatro importantes bases en suelo griego (Heraklion, Suda, Hellenikon y Nea Makri), además de un número indeterminado de estaciones de escucha electrónica.

Papandreu ha afirmado que presentará a los norteamericanos "un calendario para el progresivo desmantelamiento de todas las bases", y que mientras tanto impondrá una serie de condiciones, como la retirada de armas atómicas, el control y la supervisión de las actividades de las bases por Grecia, y la seguridad de que no serán utilizadas contra los intereses nacionales griegos.

El nuevo primer ministro ha adquirido cierta fama de autoritario y de querer supervisar todo personalmente durante sus tres primeros meses en el poder, por lo que no es de extrañar que siga muy de cerca las negociaciones sobre las bases. Papandreu vivió muchos años en Estados Unidos -incluso llegó a tener la ciudadanía norteamericana- y conoce bien a sus interlocutores. Algún tipo de garantía escrita sobre las fronteras del Egeo y un sustancioso incremento de la ayuda militar de Washington podrían, sin duda, modificar ese calendario de retirada, alargándolo casi indefinidamente.

En cualquier caso, la actitud de Papandreu en política exterior goza de un evidente respaldo popular. Millares de personas que coreaban eslóganes del tipo de "Grecia para los griegos" recibieron triunfalmente al primer ministro en el aeropuerto de Atenas, a su regreso de la conflictiva reunión de invierno de los ministros de Defensa de la OTAN. El líder de la oposición y ex ministro de Defensa, Evangelos Averoff, opina, por el contrario, que los socialistas están debilitando la posición internacional de Grecia, y pide al Gobierno que "sea más cauteloso y deje de jugar con fuego".

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