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Madrid no ha recibido aún explicaciones veraces sobre la matanza de hace dos años en la Embajada española en Guatemala

Se cumplen hoy dos años del asalto a la Embajada de España en Guatemala. El régimen militar del general Romeo Lucas no ha satisfecho aún las exigencias del Gobierno español ni ha dado explicaciones veraces sobre la matanza. Minutos después de prometer que respetaría la inviolabilidad de la sede diplomática, el ministro del Interior ordenó a su policía un ataque con armas largas y bombas incendiarias, bajo pretexto de desalojar a veintisiete pacíficos ocupantes, en su mayoría campesinos de Quiché. Murieron 39 personas. Sólo se salvó el embajador, Máximo Cajal, porque al otro superviviente lo acribillaron a tiros después de sacarlo del hospital. Las relaciones diplomáticas hispano-guatemaltecas permanecen rotas desde entonces.

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Así fueron los hechos

Este hecho sin precedentes puso en evidencia al régimen brutal del general Romeo Lucas y convenció a miles de guatemaltecos de que con este Gobierno no había otro diálogo posible que el de las armas.En la propia Guatemala se tiene la impresión de que el Gobierno español espera a las elecciones del 7 de marzo para intercambiar embajadores sin perder demasiado la cara, ya que Romeo Lucas no ha satisfecho una sola de las condiciones exigidas entonces por Adolfo Suárez para normalizar las relaciones mutuas. Ni ha indemnizado a los familiares de las víctimas, ni ha reconocido culpabilidad alguna.

La oposición guatemalteca, incluso la que aún río se ha echado al monte, recuerda a este respecto que el probable presidente electo será el general Aníbal Guevara, ministro de Defensa cuando se produjo la matanza, y, como tal, solidario de esta acción gubernamental.

El Frente Popular 31 de Enero (FP-31), una organización de masas que toma su nombre de la fecha del asalto, expresa su confianza en que el Gobierno español sea consciente con sus propias decisiones y no reanude relaciones con un régimen que no les ha dejado otra salida que la guerra.

Fidel Hernández es un sacerdote asturiano que ha trabajado veintiún años en el norte de Guatemala. Conoce bien todas las luchas del indio por conseguir un trozo de tierra.

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Engaño, tortura y muerte

"Hasta el 31 de enero de 1980, el indígena bajaba a la capital con la esperanza de que allí podrían resolverle los problemas que las autoridades locales no querían solucionar. Tenía aún una pequeña confianza en esa "alta autoridad". Desde entonces ya no tiene más fe que la guerra, que le permite derribar a un Gobierno que le ha engañado, torturado y matado".Ocho días después de la matanza de la Embajada, veinte grupos étnicos de Guatemala se reunían en su ciudad sagrada de Iximche y declaraban la guerra al Gobierno. Detrás de esta decisión estaba el 65% de la población guatemalteca, que es netamente indígena.

La historia del engaño sistemático del indio es anterior al Gobierno de Romeo Lucas. Los hechos más sangrientos arrancan de 1976. El presidente Eugenio Kjell Laugerud lanza un programa de cooperativas agrícolas, visita la zona norte y promete tierras a quienes roturen las selvas. "La Iglesia", dice Fidel Hernández, "cree en este programa y lo apoya. Pero en 1976 matan al cura Gullermo Woods, que era uno de los promotores de las cooperativas".

"Esto nos hizo prestar atención al Ejército, que empezaba a ocupar la zona de forma sistemática. El campesino seguía creyendo, sin embargo, en la buena fe de un Gobierno que le prometía títulos de propiedad si cultivaba una tierra durante diez años".

En 1977 empiezan los asesinatos de los líderes campesinos, como una forma de presión para que los indígenas abandonen las tierras que ocupan. "Kjell había prometido esas tierras a las multinacionales del petróleo y del níquel y no podía entregar títulos de propiedad a los campesinos. Por eso no se podía permitir que nadie permaneciera en un mismo lugar diez años".

Para conseguirlo utilizaban varios sistemas. "Un simple cambio de administrador bastaba para que hubiera que empezar todos los trámites. Otras veces aparecía una persona de la capital con un título de propiedad supletorio, conseguido a base de testigos falsos. Cuando no bastaba con esto llegaba el Ejército. Primero, trataban de convencer a los campesinos de que esas tierras tenían dueño, pero que les entregarían otras más al norte. Y vuelta a empezar a roturar y a trabajar otros diez años. El general Lucas, entonces ministro de Defensa, se hizo dueño de más de 25.000 hectáreas en Alta Verapaz por este sistema, empleando para trasladar a los indígenas camiones del Ejército. Cuando no bastaba con esto, simplemente los mataban".

Desde noviembre de 1976 a diciembre de 1977 son asesinados 140 líderes campesinos, en su mayorías catequistas. Por primera vez los indios ixiles bajan a la capital y llevan a juicio al administrador de lxpan, al que se le prueban dieciséis delitos de abuso y coacciones.

En 1978 se produce la matanza de Panzós. Los líderes ya no protestan en solitario, porque los matan. Todo el pueblo de San Pablo Baldío, ancianos, mujeres y niños, se desplaza a Panzós a reivindicar sus derechos sobre las tierras que han trabajado. Esta es la zona en la que se encuentran las fincas de los generales guatemaltecos.

"Los llamaron de la municipalidad para dialogar. El Ejército, apostado en los tejados, les estaba esperando. Basta un gesto defensivo de un anciano al que un soldado está provocando para que empiecen a disparar. Se reconocieron 119 cadáveres. Otros murieron ahogados en el río, o en sus casas por las heridas de bala". Cincuenta mujeres del norte de Quiché bajan este mismo año a la capital para exigir la devolución de sus esposos secuestrados. "Las mandan de un sitio a otro sin que consigan nada".

En febrero de 1979 se reúnen con el obispo 74 representantes religiosos de todas las comunidades del Norte. "Más de la mitad están ya muertos". Algunos plantean que la lucha pacífica ya no es una alternativa, y piden a la Iglesia que les ayude a organizar movimientos de autodefensa. Todavía se insiste en la necesidad de no romper todos los puentes y se rechaza la guerra abierta.

En septiembre son sesenta textiles y quichés los que bajan a la capital y ocupan el Congreso de los Diputados. No reciben más que humillaciones, insultos y malos tratos. Varios de ellos son secuestrados a la salida. Igual que los muertos de Panzós, reclamaban sus derechos sobre los campos de San Pablo Baldío.

Secuestros de campesinos

Como respuesta, el Ejército llegó al pueblo y secuestró a nueve campesinos jóvenes. "Los tuvieron enterrados en los pantanos hasta la cabeza, pero dos de ellos consiguieron escapar después de caminar bajo el fango. Cuando lo denunciaron trasladaron a los otros siete en helicóptero a Chajul. A los cinco minutos entraban los soldados disparando en el pueblo, haciendo ver que había un. ataque de la guerrilla y que los siete eran guerrilleros. Para hacer más verosímil la historia, falsa, trajeron hasta la aviación".Era el 9 de diciembre de 1979. Varios de los que luego resultarían muertos en la Embajada de España habían reconocido los cadáveres de Chajul. "Se organizan comisiones y cien campesinos de Quiché bajan a la capital, siempre con la esperanza de que la justicia es aún posible. Después de deambular durante semanas por organismos oficiales, acosados por la policía, sin más apoyo que el de las organizaciones populares, deciden que un grupo ocupe la Embajada española.

Antonio Calel, portavoz del FP-31, lo cuenta así: "Entraron a las once de la mañana del 31 de enero. Se le explica al embajador y a tres ex funcionarios del Gobierno que estaban en la Embajada que se trata de una ocupación pacífica, que sólo quieren que se les escuche. Pedía el retiro del Ejército de Quiché, respeto a la vida en el nombramiento de una comisión que exhumara los siete cadáveres de Chajul y elaborase un informe sobre el papel del Ejército en la zona".

Recuperación de cadáveres

"El embajador se comunicó con el Gobierno para notificar la ocupación y para pedir que no interviniese. A las tres horas se produjo el asalto. Murieron 39 personas". Hasta para conseguir la devolución de los cadáveres hubo que librar largas batallas burocráticas. Grupos de paramilitares interrumpieron el velatorio en la facultad de Medicina. Tres de ellos fueron capturados y muertos allí mismo. Decenas de miles de personas asistieron a los funerales, rodeados de vehículos militares, sin que el Ejército interviniera cuando fueron asesinados dos líderes estudiantiles".Era el comienzo de la guerra. Una guerra sin cuartel, que ese año produjo, según cifras estimadas por Amnistía Internacional, más de 13.500 muertos a manos del Ejército y las bandas paramilitares. La guerrilla asegura que ha dado muerte a más de 3.000 soldados y oficiales.

Al obispo de Quiché, Juan Gerardi, no le quedó otro camino que cerrar la diócesis, mientras sus sacerdotes supervivientes pasaban a la clandestinidad.

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