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Rafael Alberti graba con Nuria Espert un disco con versos de los mejores poetas españoles

Se titula 'Aire y canto de la poesía a dos voces'

La concesión del premio nacional de Teatro a Rafael Alberti, recibida con sorpresa en algunos sectores de la cultura nacional, coincide con la edición de un disco titulado Aire y canto de la poesía, en el que el poeta gaditano demuestra que es, también, un recitador de múltiples y riquísimos matices, además de compositor de canciones tenidas ya por populares e, incluso, anónimas, como La paloma, -se equivocó la paloma, se equivocaba-, musicada en Buenos Aires por Juan C. Gustavino en 1947, y la de A galopar, popularizada por Paco Ibáñez. El disco, editado por Zafiro, incluye recitados de los principales poetas españoles, actuando junto a Alberti, en un diálogo que está a la altura de la mejor escuela picaresca, la actriz catalana Nuria Espert.

"Qué hubiera sido de ti, Pablo, si de entre los ocho nombres con que fuiste bautizado, hubieras preferido al de Pablo Picasso el de Diego Picasso, al de Diego Picasso el de Francisco de Paula Picasso, al de Francisco de Paula Picasso el de Nepomuceno Picasso, al de Nepomuceno Picasso el de María de los Remedios Picasso, al de María de los Remedios Picasso el de Crispin Picasso, al de Crispín Picasso el de Crispiniano de la Santísima Trinidad Picasso... Cómo hubiera pintado Crispiniano de la Santísima Trinidad Picasso o Crispín Picasso o, sobre todo, María de los Remedios Picasso... Cómo hubieran sido posible Los gloriosos noventa años de Crispiniano de la Santísúna Trinidad Picasso, o el anuncio de Sala Apollinaire. Exposición de María de los Remedios Picasso"...Alberti introduce cada una de las poesías recogidas en el disco, veinte en lengua castellana y una en catalan de Salvador Espriu, con una breve presentación que, en el caso de estos versos sobre Picasso, cuenta cómo su gran amigo el pintor malagueño, una de aquellas tardes en que le visitaba durante los últimos cinco años de su vida, le reveló, muerto de risa, los ocho nombres que sus padres le estamparon en su partida de nacimiento. "Y yo, para divertirle, le escribí este poema", explica el poeta.

El autor de Marinero en tierra, uno de los escritores más universales de la lengua castellana, ofrece en este disco la clave de sus preferencias poéticas, que son muy amplias pero que se ajustan a lo que sus seguidores podían suponer. Alberti prefiere, entre los versos alegres, las letrillas amorosas a lo Lope, los desdeñosos diálogos de Quevedo o ripios del tono de aquel "tu capotillo don Luis, tu capotillo de oro, mira que me coge el toro" con los que Alberti se unió al centenario de Góngora. Entre estos requiebros destaca la pícara conversación que mantienen la dama y el galán (Nuria y Alberti) en aquella letrilla de Quevedo en la que el galán ofrece "su alma de honor" a cambio de los favores de la dama. "¡Jesús, qué gran desvaríos. Dinero será mejor", replica ella.

Los poetas del sacrificio

Pero el autor de Marinero en tierra no olvida e, incluso, prefiere las coplas de Jorge Manrique por la muerte de su padre, que califica como "las más insignes, severas, solemnes y melancólicas estrofas de toda la poesía castellana"; escoge el llanto de Lorca por la muerte de su amigo Sánchez Mejías; de Miguel Hernández selecciona aquellos cantos de "encima de los fusiles y en medio de las batallas"; y para presentar al Quevedo filosófico, el de "ayer se fue, mañana no ha llegado", nos habla de aquel pajarraco extraño de nuestra poesía, de la España de la ictericia y el hambre, de lo negro, profundo, corrosivo, angustioso de la vida y la muerte, de la luz y la sombra, respondón y peligroso, cojitranco, feroz y genial, don Francisco de Quevedo".Hay en estos aires y cantos de la poesía de Rafael Alberti alusiones a los poetas de muerte joven: Garcilaso, Jorge Manrique y Bécquer, o violenta, lo que Alberti Hama los "grandes poetas del sacrificio". En primer lugar, Federico García Lorca. Cuenta el recitador que Lorca le invitaba "siempre", entre 1926 y 1930, "a ir a su Granada para que trabajásemos juntos mientras las vacaciones". "Dejé pasar el tiempo, llegó la guerra civil, Federico se había ido un poco antes a Granada donde fue fusilado. Y así nunca fuí a Granada como le había prometido", dice Alberti antes de romper con sus versos famosos y, con el canto de Nuria en la Balada del que nunca fue a Granada, sobre música de Ibáñez.

Los otros poetas muertos entonces, a los que dedica un recuerdo, son Miguel Hernández, "tuberculoso, abandonado en una cárcel alicantina", y Antonio Machado, al que trata de don, muerto en un hotelito de Colliure, no lejos de los campos de concentración". Sobre la guerra, y en concreto sobre los maquis, trata otra de las canciones de Nuria Espert con letra de Alberti y música de Falla, la nana El guerrillero.

La desnudez de la palabra o el canto despojado de todo adorno, en el que Nuria Espert demuestra un dominio de voz, dan a este disco el valor de documento. Además de los versos de algunos de los principales poetas españoles, incluído Espriu, del que la actriz recita- su Assaig de càntic en el temple, Alberti incluye varios suyos.

Uno de 1929, dedicado a "aquellos geniales tontos del cine mudo norteamericano", titulado Buster Keaton busca por el bosque a su novia que es una verdadera vaca", de la mejor escuela surrealista. Y hay otro, un poema escénico, es decir en dialogo entre poeta y actriz, referido a un general imnombrado, por innombrable, que después de "una posible guerra atómica", como único superviviente de una precedente guerra nuclear" que ya ha destruido el planeta y que desea desencadenar otra nueva, se acerca a una voz femenina pidiendo una espada, "ya no existen espadas", un caballo, "ya no existe ganado", un poco de yerba, "ya no existen los pastos", una cama, "ya no hay cama ni sueño", un pedazo de tierra, "ya no existe la tierra. ¿Qué quiere el general?", pregunta la dama. "Morirse como un perro," contesta el general. "Ya no existen los perros, general", concluye la voz.

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