_
_
_
_
Tribuna:TRIBUNA LIBRE
Tribuna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las tribunas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Un equilibrio basado en el terror

La posibilidad de destruir la vida en el planeta se ha convertido en una realidad gracias al arma nuclear y, para justificar la frenética carrera armamentista, se han inventado una serie de conceptos como disuasión o equilibrio. En realidad, se trata de un equilibrio del terror con el que se pretende ocultar la búsqueda de una superioridad para aniquilar al enemigo.

En la creciente acumulación de medios destructores que el hombre viene realizando desde el principio de los tiempos se ha producido un salto cualitativo que ha presenciado esta generación: la posibilidad de una destrucción a escala planetaria. Todas las ballestas del mundo medieval no hubieran podido eliminar a la humanidad de la superficie de la Tierra; ni siquiera la potencia explosiva puesta en juego durante la segunda guerra mundial podía apuntar hacia un objetivo tan vastamente aniquilador. Pero la aparición del arma nuclear ha dado al ser humano, por vez primera en su historia, la posibilidad de eliminar la vida del planeta.Este es un dato objetivo, real, y por mucho que se intente disimularlo permanece evidente para una mayoría de los hombres, incluso los sumidos en la noche de la incultura, de 14 pobreza, del hambre. Porque evidente siempre ha sido, claro está, para esa minoría selecta que deesde sus despachos climatizados rige -en permanente rivalidad, en lucha soterrada, y también en, connivencia obligada- los destinos de la gran mayoría de los hombres; pero ellos, bien por sí mismos o mediante el empleo de la mano de obra intelectual que sus recursos les permiten poner a su servicio, se esfuerzan constantemente en racionalizar, en explicar, en naturalizar, en borrar -en una palabra- de las mentes de los seres humanos la constatación de la trágica posibilidad aniquiladora antes mencionada.

Y así, la civilización que nos ha tocado disfrutar ha hecho nacer conceptos para justificar, a posteriori, la frenética carrera armamentista. La disuasión es uno de ellos; el equilibrio, nuclear, convencional, etcétera, es otro. Todos ellos se sustentan en miles y miles de hojas impresas; han sido objeto de prolongadas polémicas, de estudios meditados, de decisiones abrumadoras. Y para rebatirlos, se recurre, de ordinario, a una masa análoga de material escrito y a un similar esfuerzo argumentativo.

Pero el concepto de equilibrio nuclear no pasa de ser una entelequia, pues para poder equilibrar entre sí dos o más cosas es preciso recurrir al empleo de sistemas valorativos análogos y cuantificables; se equilibran dos fuerzas sobre los platillos de una balanza, o tres focos luminosos que inciden sobre un modelo fotográfico, pero nadie podrá equilibrar el placer que siente escuchando una cierta composición musical con el que le produce la contemplación de una obra de arte. Y dado que la valoración de lacapacidad ofensiva de cualquier país o bloque no es el simple recuento de, sus medios materiales- (ya de por sí difícil, complejo, casi imposible, como demuestra la realidad internacional), sino que ha de valorarse también la voluntad de utilizarlos, es fácil deducir que la búsqueda del equilibrio, equilibrio de terror al fin y al cabo, es un camino equivocado que nunca llevará a resultados satisfactorios y definitivos.

Adormecer las conciencias

Es una vana distracción, todo lo más, que a lo sumo puede tranquilizar las conciencias, adormeciéndolas en el sueño del "ejercicio de una buena voluntad negociadora", ya que en la sociedad internacional no es moneda de circulación admitida la sinceridad que supondría manifestar abiertamente que la acumulación de medios destructivos favorece el desarrollo de ciertas industrias o permite tener las manos libres -negociar desde una posición de fuerza es como se dice en términos corteses- para forcejear con éxito en la rebatiña universal, por sólo citar dos de los beneficios obtenidos directamente de la carrera armamentista.

Equilibrio de terror, equilibrio de desconfianza. En las relaciones entre Estados predomina la desconfianza. Y el eufemismo: nadie es agresor, todas las alianzas son defensivas, aunque dispongan del mayor potencial agresivo que jamás ha contemplado nuestro planeta. Es la disuasión; disuade mejor quien puede-hacer más daño, como es natural. La disuasión es, defensiva, claro está: se trata de no ser agredido. No es cuestión de que la armadura sea más resistente o, el escudo más sólido, para resistir mejor a la lanza o el venablo enemigos; se trata de que la lanza sea más mortífera y que el venablo llegue más lejos, para que el enemigo, atemorizado, no ataque. Pero el resultado es el mismo siempre: lo que aumenta es la capacidad ofensiva, la posibilidad de aniquilar, de destruir, de matar. Yo puedo matar tantos millones, tú puedes matar otros tantos..., ninguno de los dos nos atacaremos y de esta forma se demuestra el éxito del equilibrio del terror.

Hacia la revolución neolítica

Es legítimo preguntarse hasta dónde se puede llegar, hasta cuándo resistirá la humanidad. Preguntarse dónde está el patalelo incremento de la capacidad intelectual, de juicio, de raciocinio, del ser humano, que permita hacerle capaz de manejar, con el sensibilísimo cuidado que re quiere, la incrementada posibilidad de destrucción y muerte Cuando se piensa que el hombre, en sus reacciones naturales, en la construcción de sus razonamientos, en el material intelectual de que está dotado, en la permanente afloración de sus instintos, está todavía muy cerca de la revolución neolítica, y cuando se compara la desmedrada progresión de las ciencias de la mente en relación con el crecimiento acelerado de las tecnologías, cabe sentir una honda duda so bre las seguridades que los teóricos del equilibrio del terror nos aportan con su constante lluvia de argumentos.

¿No hay, pues, un camino a la esperanza? ¿Estaremos condenados a dejar a nuestros descendientes un mundo sólo contenido por el equilibrio del terror? Por oscuro que sea el horizonte, y ciertamente lo es en estos momentos, no hay que perder la fe en el hombre y en, su capacidad para poner en juego su instinto principal la conservación de la especie.

Cabe concebir que las barreras que hoy cruzan, invisibles o visibles, la Tierra que habitamos y dividen y enfrentan a sus moradores barreras políticas, sociales, económicas, clasistas, culturales, idiomáticas, religiosas, etcétera, puedan ir siendo destruidas al paso del tiempo, y que crezca el sentimiento de solidaridad entre los pobladores de este acongojado planeta. Porque sólo la reducción de los antagonismos, la atenuación de las desconfianzas, podrá preceder al alborar de un nuevo día para la humanidad.

El equilibrio del terror, digámoslo bien claro, no es sino un triste sucedáneo de convivencia, es un peligroso engaño que no es legítimo disfrazar de ideal deseable, a menos que no se trate de una burda fenomenal estafa.

Alberto Piris es teniente coronel de Artillería.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_