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La crisis polaca

Ronald Reagan intenta crear un frente común con sus aliados europeos para que cese la represión en Polonia

Una vez anunciadas las sanciones económicas contra la Unión Soviética, los esfuerzos del presidente norteamericano, Ronald Reagan, se concentran ahora en intentar convencer a los aliados occidentales de la necesidad de que adopten medidas paralelas para crear un frente común que presione a Moscú para que cese la represión en Polonia.Las medidas anunciadas el martes en Los Angeles por Ronald Reagan fueron mucho más duras de lo que esperaban los observadores y la opinión pública de Estados Unidos, pero, con ellas, el titular de la Casa Blanca fue todo lo lejos que podía ir unilateralmente. Ahora, si quiere proseguir en el camino de la escalada de sanciones contra Moscú, tan sólo le quedan dos armas importantes: la imposición de un embargo cerealero y la cancelación de las conversaciones de Ginebra sobre reducción de armas nucleares en Europa.

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La primera de las medidas creará a Reagan problemas, ya que él mismo fue quien levantó el embargo decretado por su predecesor, Jimmy Carter, como represalia por la invasión de Alganistán, y entonces prometió no volver a adoptar una decisión de ese tipo, que va en contra de los intereses de los granjeros del medio oeste. La segunda (la suspensión de las negociaciones de Ginebra) crearía grave malestar entre los aliados europeos, para quienes las conversaciones en curso son de extraordinaria importancia, por afectarles más directamente que a nadie.

Las incumbencias de EE UU

La impresión de los analistas de Washington es que Ronald Reagan precipitó el anuncio de las sanciones debido al mal humor que le produjo la carta que le envió Leónidas Breznev como respuesta al mensaje del titular de la Casa Blanca, en el que éste pedía a la URSS que permitiera la restitución de las libertades civiles a Polonia.

Los columnistas norteamericanos Robert Novak y Rowland Evans señalaron ayer que la carta de Breznev, de cuatro páginas, venía a decir que Moscú no tiene nada quéver con los sucesos de Polonia, que, de todos modos, lo que allí ocurra no es de la incumbencia de Estados Unidos, y que Washington se está interfiriendo en los asuntos internos de un país soberano.

En su mensaje del martes, Ronald Reagan dijo que "Estados Unidos quiere tener una relación constructiva y mutuamente beneficiosa con la Unión Soviética, pero están dispuestos a proceder en la dirección que Moscú marque, en la de la cooperación o en la del enfrentamiento". De todas maneras, y a pesar de la imposición de las sanciones, Reagan ha adoptado en las últimas semanas una actitud mucho más filosófica de la que le caracteriza, e insiste en su deseo de celebrar una cumbre con Breznev en 1982.

Funcionarios del Departamento de Estado recibieron ayer con desagrado, ya que no con sorpresa, las primeras reacciones europeas a la imposición de sanciones, y en particular las de Bonn y Copenhague. "No esperamos que los aliados se sumen en un ciento por ciento a nosotros, pero sí que lo hagan de una manera general, y que por lo menos no torpedeen nuestras acciones", dijo uno de los encargados, dentro de la Administración Reagan, de presionar para que los miembros de la Alianza Atlántica den una sensación de unidad en la crisis.

"La situación actual es para Estados Unidos el típico dilema de política exterior: cómo conseguir influir en acontecimientos (el apoyo soviético a la represión en Polonia, la actitud de la junta de JaruzeIski, la postura de Solidaridad, la respuesta de los aliados) sobre los que no tenemos ninguna influencia directa. Ahora mismo existen potencialmente todos los elementos para que se produzca la más grave crisis en la historia de la OTAN", comentó, por su parte, uno de los más altos funcionarios del Departamento de Estado.

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