La dificultad de Chejov
Chejov es una tentación permanente para los directores de su escena: por su dificultad. La gaviota -que ahora vemos en Madrid fracasó en su estreno (1896). «Quizá los magníficos actores», relata Jesús López Pacheco, «representan demasiado a sus personajes. Son celebridades de la vieja escuela declamatoria». Chejov, en vista de las críticas y de un desastre que él mismo comprendió -estuvo a punto de retirar la obra antes del estreno-, decidió no volver a escribir teatro nunca más. Intervinieron entonces Nemirovich y Stanislavsky, que acababan de fundar el Teatro de Arte de Moscú: convencieron a Chejov, repusieron La gaviota con su propio estilo, con su dirección de actores que suponía un rechazo del histrionismo, una forma natural -hasta naturalista- y real de diálogo y de interpretación. La situación de La gaviota cambió radicalmente; pasó a ser un éxito tan importante como importante había sido el fracaso anterior.Dirigir La gaviota en Madrid, 1981, es responder a un desafío. Estas obras de un lirismo íntimo, de un pequeño universo de personajes cuyas acciones y reacciones son estrechamente interdependientes, donde cada personaje lleva su propio drama dentro de una sociedad imposible, necesitan un empaste en las compañías. Compañías estables, muy compenetradas. El director no dispone nunca de ese recurso: hace su reparto con una baraja muy corta, lucha en los ensayos por conseguir la homogeneidad. Collado se ha encontrado, seguramente, con todas esas dificultades: se nota excesivamente su esfuerzo por vencerlas y no consigue los resultados previstos.
La gaviota, de Chejov
Versión de Enrique Llovet. Intérpretes: Abel Vilón, Ana María Barbany, Eduardo Calvo, Pedro María Sanchez, Luis Perezagua, María José Goyanes, Elvira Quintillá, José Vivó, Raúl Fraire, María Asquerino, José Torrens, Carmen Gran, Mercedes Valdeita. Escenografía y vestuario: Gerardo Vera. Director: Manuel Collado. Estreno: Teatro Bellas Artes.25-XII-1981.
Aparte de que las edades no correspondan a las descritas en el texto, los actores proceden de distintas escuelas, a diversas tradiciones. Parece -desde la butaca del espectador- que para vencer esa dificultad, o quizá como consecuencia del estilo de sus últimas direcciones -tan distintas de las obras de Chejov-, queda más cerca del primer montaje ruso que del segundo: la teatralidad, la caracterización de cada personaje por el subrayado de gestos o frases que le distinguen, Todo esto resulta mejor o peor según la calidad personal de cada actor. Convierte lo que debería ser una acuarela en un bajorrelieve.
El clima de la escena tampoco está totalmente conseguido. La escenografia viene a ser un tópico de la época y más que a esa época recuerda otros decorados paralelos - Veraneantes, de Gorki, en este mismo teatro, o El tío Vania, también de Chejov, en el Marquinala colocación yjuego de las luces no ayudan nada al, logro del clima.
Felizmente, María José Goyanes da todo el patetismo al personaje central -La gaviota-; cuando no está en escena se la echa de menos.
Dice muy bien su monólogo del primer acto, mantiene el personaje todo el tiempo y con todo su tránsito, desde la ingenuidad enamorada y la ilusión del principio al desengaño y fracaso del final. María Asquerino, que siempre es tan buena actriz, tiene la desgracia de que su personaje sea el más teatral -en el mal sentido- de la obra, y se ve llevada a sobreactuarlo; le mismo le ocurre a Eduardo Calvo. Elvira Quintillá lleva discretamente un personaje discreto, Ana María Barbany oscurece el suyo y Pedro María Sánchez protagoniza excesivamente el suyo. En cuanto a los demás, es mejor verles en otra ocasión. Esta se les va de las manos.
No es imposible que el público de hoy estime la teatralidad del montaje en más de lo que vale; ni es imposible que Collado haya forzado esa teatralidad por desconfianza en la sensibilidad del público para recibir a Chejov. En el estrene no oficial -el día de Navidad- hubo muchos aplausos y mucho entusiasmo, y Collado pronunció unas palabras de agradecimiento al final.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.