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Los euromisiles, a debate

Mañana comienzan las negociaciones sobre el desarme nuclear europeo

Soledad Gallego-Díaz

Por primera vez en la historia de las relaciones entre los dos grandes bloques, Estados Unidos y la Unión Soviética, van a intentar reducir el número de armas nucleares instaladas y destinadas a Europa. Mañana, lunes, se inauguran en Ginebra (Suiza) unas conversaciones que han estado precedidas de una batalla verbal larga y que, según todos los expertos, pueden prolongarse, por su complejidad y dureza, durante muchos meses o incluso algunos años.Tal vez no será posible llegar a ningún acuerdo antes de 1983, fecha prevista para el despliegue de los primeros euromisiles en la República Federal de Alemania, pero al menos entonces sabremos de verdad a qué atenernos sobre el futuro de las negociaciones, explicó a este periódico un destacado diplomático belga. Los europeos, que serán los principales beneficiados o las principales víctimas del éxito o fracaso de estas conversaciones, se muestran inicialmente optimistas.

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Un camino que se inició con la instalación por parte de la Unión Soviética de un nuevo modelo de misil, el SS-20, con tres cabezas nucleares y capacidad para llegar a cualquier rincón de Europa. Pese a su largo alcance, no lo era tanto como para quedar incluido en las conversaciones SALT (I y II), por las que Washington y Moscú controlaban y reducían su armamento intercontinental. La respuesta de la OTAN llegó en diciembre de 1979: un plan para instalar, en 1983, en cinco países europeos, 572 Cruise y Persing 2, capaces a su vez de hacer blanco en la U RS S. Al mismo tiempo, la Alianza Atlántica ofreció conversaciones pare reducir el número de este tipo de armamento nuclear, denominado entonces "fuerzas nucleares de teatro" (TNF) y ahora "fuerzas nucleares intermedias" (INF).

Dos años han necesitado Estados Unidos (propietario de los euromisiles) y la URSS para sentarse en la mesa de Ginebra y empezar las negociaciones preliminares. Primero fue la agria reacción de Moscú, a la decisión aliada; luego, las dudas de Washington y el belicismo verbal del presidente Ronald Reagan. Mientras tanto los países europeos miembros de la OTAN conocían un movimiento pacifista sin precedentes, y sus líderes, encabezados por el canciller Helmut Schmidt, presionaban para lograr la apertura de las negociaciones y que estas partieran de la mejor base posible: la llamada opción cero. Una entrevista de Haig y Gromiko, responsables de la política exterior de Estados Unidos y la URSS, el pasado mes de septiembre, sirvió para fijar la fecha de apertura: 30 de noviembre. El 18 de este mes, el presidente Reagan aceptaba formalmente la opción cero como objetivo posible.

Pero el proceso no ha hecho más que empezar, pese a sus largos preliminares. Reagan ofrece la opción cero, es decir, la cancelación del programa de los euromisiles, si Breznev acepta la supresión de los SS-20 y la retirada, más allá de los Urales, de los SS-4 y los SS-5. El presidente soviético propone, por su parte, congelar el número actual de SS-20 (según la OTAN, aumentan a un ritmo de uno por semana) a cambio de que Estados Unidos acepte no instalar los Cruise y los Pershing 2 mientras duren las conversaciones, que se inician hoy. Desacuerdo total en este como en otros muchos puntos de partida.

La dificultad principal, que precisará de muchos meses de discusión para ser superada (lo que ya supondría un éxito notable) es establecer exactamente sobre qué armamento se va a negociar. La URSS estima que sus SS-20 han restablecido el equilibrio entre los bloques, porque la Alianza Atlántica ya contaba con un arsenal equivalente. Washington asegura que existe un enorme desequilibrio (seis a uno) en beneficio del Pacto de Varsovia, tanto si se cuentan los SS-20, SS-4 y SS-5 como si se añaden los bombarderos Backfire, los Baadger y Blinder (sus predecesores), los cazabombarderos Flogger, Fencer y Fitter y los SS-N-5, instalados en submarinos. Contra ellos, afirma Washington, sólo podemos oponer los bombarderos F-111, F-4, A-6 y A-7, radicados en Europa, y en todo caso, los FB-111, que están radicados en Estados Unidos. Los euromisiles no restablecerían por sí solos el equilibrio total, pero al menos lo pondrían a un nivel suficiente.

Pero todavía no están fabricados. Estas cuentas norteamericanas no concuerdan con las soviéticas. Para Moscú, Washington comete una falacia, porque cuenta sólo vectores y aviones, pero no cabezas nucleares. Además, de esta lista están excluidos los misiles instalados en submarinos y las fuerzas nucleares propiedad del Reino Unido y de Francia, que, aunque no están adscritas a la OTAN, participarían a su lado en caso de conflicto.

"Unos y otros confunden y tergiversan las cifras como un arma de propaganda", reconocía recientemente el canciller Schmidt, quien advertía sobre el peligro de posturas maximalistas.

Aun en el caso de que Estados Unidos y la URSS llegaran a un acuerdo sobre cuáles son realmente las INF, faltaría todavía por discutir las modalidades de la negociación. Reagan propone dos fases: en la primera se discutirá sólo de los tres misiles (SS-20, SS-4 y SS-5) contra Cruise y Perhsing. Si hay acuerdo, se puede pasar a la segunda fase: "otros sistemas nucleares". En absoluto, responde Breznev, hay que colocar todo sobre la mesa desde el principio.

Tampoco será fácil encontrar cuáles son las medidas de verificación que permitirían a Estados Unidos el efectivo control del evemual acuerdo.

Pest a que los países europeos son los principales interesados en el éxito de ias. negociaciones de Ginebra, son sólo los dos grandes quienes se sientan a la mesa. En el caso occidental, los europeos pueden, al menos, discutir con Estados Unidos en el seno del comité consultivo especial creado a este efecto en la OTAN. En el caso oriental, el Pacto de Varsovia no tiene previsto ningún mecanismo.

Los europeos temen que los grandes no hagan el esfuerzo necesario. Para los miembros europeos de la Alianza Atlántica, el buen desarrollo de estas conversaciones es vital para sus intereses. La OTAN atraviesa una crisis (falta de confianza entre los aliados) y necesita urgentemente elementos de cohesión. El fracaso de las conversaciones de Ginebra -o su adormecimiento- colocarían en una situación peligrosa a los Países Bajos y a Bélgica, dos países que no han dado todavía autorización para recoger los Cruise que les corresponden, y, sobre todo, a la RFA, donde la opinión pública ha empezado a presionar para evitar un rearme mayor en un país que ya tiene miles de cabezas nucleares (de alcance corto y medio, por lo que no están incluidas en ningún tipo de conversaciones).

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