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La visita de Pujol tranquiliza a quienes temen al Estado de las autonomías, según el presidente de Castilla-León

Jordi Pujol ha iniciado su visita a Castilla-León quince minutos antes de lo previsto. En la primera jornada de su viaje todos los actos están marcados por una constante del presidente de la Generalidad en anticiparse a la hora de los actos oficiales y sus allegados gustan de encontrar una especie de paralelismo simbólico entre esta antelación física y la visión política que pueda suponer su visita a la comunidad autónoma castellano-leonesa, cuyos resultados nadie puede todavía evaluar.

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MARINSerá el presidente del Consejo General de Castilla y León, José Manuel García Verdugo, quien expresará su esperanza en que «esta embajada de buena voluntad que hoy trae aquí redunde en beneficio de los españoles y contribuya a tranquilizar los ánimos de quienes ven un cierto peligro en la construcción del nuevo Estado».Pujol ha llegado a Burgos por carretera y en su fugaz paso por el aeropuerto de Barajas, en Madrid, apenas ha tenido tiempo para hacer una llamada telefónica protocolaria al capitán general de la I Región Militar y para advertir a los periodistas que van a aburrirse en su viaje de cuatro días, porque va a repetir las mismas cosas hasta la saciedad: el doble juego de la personalidad histórica de Cataluña y la construcción de una España para todos, el entendimiento de su viaje como un culto a los valores permanentes de los pueblos, al margen de los avatares coyunturales de la política, y su «formidable admiración por la siesta castellano-leonesa», a lo largo de la historia.

García-Verdugo ha regalado al presidente de la Generalidad, en el palacio de la Isla, un libro de los fueros y cartas pueblas de los ayuntamientos de Castilla y León. La primera carta puebla que se conoce en la zona es de Santa María de Nieva, en Segovia y, data del año 780. Es una pequeña jugarreta que la cronología y la historia hacen al primer mandatario castellano-leonés, quien defiende ardientemente la pertenencia de Segovia a Castilla-León y opina que este documento de incipiente autogobierno segoviano «es una pura casualidad cronológica» que no tiene que ver con el carácter de «entidad regional histórica» alguno.

El presidente castellano-leonés parece tener un gran optimismo sobre los límites territoriales de su comunidad, porque cuando el capitán general de la VI Región Militar, Luis Polanco, comente con él y con Pujol los motivos de los escudos de su jurisdicción -«Tenemos el árbol de Guernica, las cadenas de Navarra y el castillo de Castilla, pero Castilla nos la han dividido en tres, con Cantabria y Rioja", García-Verdugo no dudará en afirmar: «Eso se arreglará».

Pujol y su anfitrión han mantenido en la Capitanía General de Burgos una entrevista y el teniente general, «afable y abierto», según el mandatario catalán, les ha invitado a café y a la típica tizona del Cid. «La entrevista ha sido larga por motivos afortunadamente muy coloquiales. Hemos hablado de nuestro conocimiento del teniente general Pascual Galmés. No hemos hablado de razones conflictivas», dijo Pujol.

Los presidentes de las dos comunidades autónomas han estado también en el Ayuntamiento, donde los claviceros de Burgos les han tocado la marcha de la ciudad. La marcha burgalesa suena bien, aunque un ujier toque los timbales con dos perchas de la ropa, por falta de palillos.

Las señoras, nombre genérico con el que designan en este viaje a las esposas de Pujol y García-Verdugo y al resto de componentes femeninos de la comitiva, no han estado en el Ayuntamiento ni en Capitanía General. Los organizadores les han preparado una visita al monasterio de Las Huelgas. A Marta Ferrusola, mujer del presidente de la Generalidad, no le ha importado este programa diferente, porque «si no me hubiera ido sin ver nada de Burgos, y ya me voy con pena por no haber visto todo lo antiguo».

Los miembros de las comitivas masculina y femenina se unen para la visita a la catedral, que permanecerá, sin duda, en el recuerdo de la mayoría del séquito. El deán tiene el detalle de empezar el recorrido por la capilla catalana, donde se encuentra San Lesmes, patrón de Burgos, y explica, junto con un guía, al parecer muy popular por sus grandes conocimientos, que la capilla recibe el nombre por los obispos de ascendencia catalana y que en ella se encuentra la patrona de Tarragona, santa Tecla. Al tiempo que chasca los dedos, mira interrogativamente a su aIrededor: «Alguien ya ha dicho lo de santa Tecla, lo ha adivinado y, por tanto, ha ganado cinco puntos», exclama.

El presidente de la Generalidad y sus acompañantes son informados de que la capilla catalana se conoce realmente -«Voy a decir una palabrota», se disculpa el informante- como El Pudridero, «porque cuando se muere un obispo lo tienen aquí unos años hasta que se momifica».

Los señores catalanes

El guía, lleno de llaves, va abriendo las capillas y advirtiendo a los visitantes que «debe entrar sólo el grupo de los señores catalanes», porque después tendrá que contar el número exacto de billetes y se supone que las arcas catedralicias no están para bromas.Este hombre, que intercala términos arquitectónicos en diversos idiomas, incluido el catalán, tiene en su hablar una cierta osadía que hace sonreír a los visitantes, porque cuando muestra una obra de Gil de Siloé, por ejemplo, añade dirigiéndose a Jordi Pujol: «Ya lo oirá usted nombrar». O bien, dice: «Lo de abajo se llaman doseles, esto se llama marquetería», lo cual hace intervenir a José Manuel García-Verdugo: «El presidente conoce muy bien todo esto y vamos muy mal de tiempo». Marta Ferrusola comentará posteriormente: «Estaba tan familiarizado con todos los reyes que para él todos eran primos hermanos».

La primera visita del segundo día de gira castellano-leonesa del presidente de la Generalidad empieza en Covarrubias -"Covarrubias es Fernán González, para entendernos», ha dicho Pujol, al hablar de esos valores permanentes de Castilla, a los que alude constantemente-. El padre abad, que hace una demostración con el magnífico órgano de tres siglos y medio de antigüedad, lee un poema y es corresponsal de la agencia Efe, ofrece: «Aquí hay una tumba vacía; si quiere se la guardamos, don Jordi». Luego, se incorporará a la comitiva para visitar Santo Domingo de Silos, cuyo abad, emocionado por el acontecimiento de la visita, será retratado incansablemente junto a Pujol por un monje del monasterio.

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