Emilio Lorenzo: "Valen todas las innovaciones con tal que enriquezcan la lengua"
El filólogo lee hoy su discurso de entrada en la Real Academia
El lingüista Emilio Lorenzo leerá hoy su discurso de ingreso en la Real Academia de la Lengua Española, en un acto solemne en el que disertará sobre el tema Utrum lingua an loquentes (el propio Lorenzo lo ha traducido: ¿De quién es la culpa, de la lengua o de los hablantes?). El académico Rafael Lapesa se ha hecho cargo de la contestación. El nuevo académico fue elegido en enero de 1980 para ocupar el sillón que dejó vacante, por fallecimiento, Tomás Navarro Tomás. Emilio Lorenzo, nacido en Puerto Segura (Salamanca), en 1919, es catedrático de Filología Moderna de la Universidad Complutense de Madrid, se ha especializado en la enseñanza del español para extranjeros y ha escrito varios libros sobre temas lingüísticos.
MARIA PEREDA«Todo vale con tal que enriquezca la lengua», dice Emilio Lorenzo, «cualquier innovación, venga de donde venga, pero siempre que de verdad enriquezca la lengua, que le dé algo nuevo». Emilio Lorenzo, que académicamente es especialista en Germánicas, pero que lleva «cuarenta años enseñando español, y treinta escribiendo sobre el tema», ha introducido en este país lo que podríamos llamar lingüística comparativa, se interesa por el movimiento estrictamente contemporáneo de la lengua, lo que vale decir por la ola de germanismos o anglicismos que nos invade, y ve el tema con distancia profesoral y no sin humor, pero ciertamente, con un cosmopolitismo espiritual muy de agradecer.Como lingüista se sitúa a sí mismo «en la herencia del positivismo, de los neogramáticos a los que pertenece la escuela de Menéndez Pidal, y luego, por temperamento, cerca del idealismo lingüístico de Vossler, «que, aunque me llevaba cincuenta años, hablaba de mí como su compañero de estudios, o de Curtius, es decir, de los maestros alemanes con los que trabajé». «Algunos dicen que tengo algo de choniskiano: en realidad, Noam Chomsky era alumno en la universidad americana en la que yo ya era profesor. El tenía veinte años y yo treinta, y creo que ya era un lingüista hecho y derecho ».
El discurso de ingreso, al que responderá su padrino, Rafael Lapesa, trata, según Emilio Lorenzo, «de lo que todo el mundo me pregunta desde que me eligieron: de la curación del idioma». Su título, en latín: Utrum lingua an loquentes? que traduce él mismo como ¿De quién es la culpa, de la lengua o de los hablantes?, es un homenaje a «los de Clásicas», porque «cuando yo estudiaba, hacer filologías modernas se emparentaba con las clases de inglés acelerado... Lo de verdad serio era estudiar lenguas muertas». Así que titula en latín un texto sobre el castellano de esta hora, y piensa que el español es una lengua «con buenas virtudes, corno la lengua más progresiva. Si acaso, un poco más envarada, como los mismos españoles, siempre atenazados por el miedo al ridículo ...».
«El inglés no tiene miedo al ridículo. Y además hace lo que no hace el español: acude al latín como si fuera la propia lengua. El español siente recelos y temores ante cualquier innovación, y no llega al aprovechamiento exhaustivo de sus propios recursos expresivos. Curiosamente, siendo el inglés una lengua germánica, y el castellano una lengua romance, la mayor parte de los neologismos latinos que se introducen ahora en nuestra lengua nos vienen a través del inglés».
Cultismos en el periódico
«Eso». dice, «en un plano culto. En el coloquial, yo creo que la variedad de usos españoles y latinoamericanos permite un crecimiento prácticamente ilimitado de los medios de expresión de la lengua. Fíjese en el campo del periodismo, con la prisa, con el desgaste que sufren las palabras, y cómo algunos periodistas, como los grandes de la literatura, van introduciendo cultismos en la lengua común. Por ejemplo, el delantero centro ya es un ariete, y el portero, el cancerbero».A los periodistas se refiere más tarde, de nuevo cuando dice que «ustedes son los únicos que escriben ahora, los únicos que usan la lengua escrita a diario y con seriedad. La evolución actual de todas las lenguas modernas creo que está caracterizada por el abandono de la coherencia lineal de la frase y de la lengua escrita. Aunque a mí me interesa la lengua hablada, hay que decir que, contra lo que muchos piensan, tiene muchas carencias, y es mucho menos espontánea de lo que parece. La mitad del discurso oral no se dice, porque es consabido. La otra mitad, se repite sin parar.
Emilio Lorenzo muestra los cuadernos de notas, los temas sobre los que trabaja. «¿Ves? Prensa, mucha Prensa. Mi hijo, el piloto, me trae Prensa de toda América Latina, y yo leo y tomo notas de todo». Y su hijo más joven, Rodrigo, que está en el rock-duro -con un grupo que se llama Los Detectives-, le proporciona textos como el libro de El zurdo, sobre los últimos rockeros, o los fanzines de su generación. Una mina de neologismos, de de material a estudiar. «Me preocupa», dice Emilio Lorenzo, «el español de ahora, la lengua hablada. Primero la estudiaba un poco por intuición, y ahora comprobando. Pero me falta el equipo, ese que sí tengo, en cambio, como germanista».
-¿La academia? Yo creo que es la institución lingüística más barata del mundo. No he ido mucho por allí hasta ahora, y sobre todo desde que sabía que estaba propuesto; pero creo que con un bibliotecario que es cadémico, y por tanto no debe cobrar, un oficial de primera y tres bedeles lo resuelven. En el resto de los países del mundo hacer el diccionario les cuesta un presupuesto... Purismo ha habido siempre, y en casi todas las lenguas, no solo con el español. La gran diferencia del inglés con las otras es que nunca ha tenido esa política, porque en el momento en que la podía tener, en el momento de despertar consciente de las lenguas europeas, el inglés era una lengua sometida. Los que mandaban, los normandos, hablaban francés. Bueno, efectivamente, no tienen Academia, pero tienen otras instituciones que ejercen la misma función a nivel de lengua: los diccionarios de autoridades, el Webster para Estados Unidos y el de Oxford para Inglaterra... Claro que yo no soy purista. Mi teoría es, citando a Unamuno, que bienvenida sea cualquier innovación que enriquezca la lengua. No soy purista, pero creo que un poco de conciencia de la lengua hay que tener. Si incorporando palabras y expresiones nuevas quedarnos igual o arrinconamos una buena fórmula española, realmente me parece un poco triste.
Babelia
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