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Tribuna
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Objetivos norteamericanos en las conversaciones con la URSS para la redacción de armas / y 2

Estados Unidos entiende perfectamente la preocupación que hizo que nuestros, aliados europeos llamaran la atención sobre el especial peligro que el arsenal nuclear soviético representa y, ante todo, el peligro de "desenganche" de Europa de Estados Unidos. Y están, asimismo, completamente de acuerdo con la decisión de "doble vía" tomada por el Consejo del Atlántico Norte de desplegar armas nucleares tácticas de largo alcance en Europa y de dirigirse hacia unas negociaciones de control de armas que se centren en el equilibrio con la URSS en el capítulo de las armas nucleares de teatro de operaciones.El problema, en el caso de las fuerzas nucleares tácticas (TNF) de largo alcance, debe examinarse en el marco SALT, como declaró el Consejo del Atlántico Norte, porque no hay una distinción neta entre las armas intercontinentales y la TNF.

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Si es mucho lo que puede conseguirse mediante unas negociaciones sobre TNF, tanto en la dirección de la reducción de armamentos como de contribución a la estabilización, la seguridad última de los aliados en la OTAN seguirá descansando necesariamente en la fiabilidad de la garantía estratégica de Estados Unidos.

La cuestión de la verificación del cumplimiento de lo que se acuerda en negociaciones sobre armamentos ha sido desde hace unos años un aspecto cada vez más problemático en este orden de cosas.

Hemos llegado a la conclusión de que nos encontramos en el límite o casi en el límite de lo que puede lograrse en este terreno con los medios técnicos de un solo país. Hemos informado a la Unión Soviética de que creemos que serán necesarias medidas de cooperación que complementen los medios técnicos nacionales, y hemos invitado al Gobierno soviético a hablar sobre esta cuestión con nosotros en la forma en que él prefiera, ya, sea por medio de reuniones de expertos o a través de las mismas negociaciones sobre TNF.

Hasta el momento no hemos recibido respuesta a nuestra invitación, que constituye el primer paso serio en la nueva ronda de conversaciones sobre control de armamentos entre Estados Unidos y la Unión Soviética.

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En la misma conversación dijimos a la URSS que tendría que haber un cambio efectivo en su actitud en lo que respecta a proporcionar datos. El tiempo de las. negociaciones de control de armamento s realizadas sobre la base de los datos facilitados por Estados Unidos ha pasado.

En resumidas cuentas, hemos dejado sentado que desde nuestro punto de vista la cooperación entre la Unión Soviética y Estados Unidos es la única vía de salida del dilema que los acontecimientos del último decenio llevaron al límite.

Es hora, a nuestro juicio, de terminar el viejo juego del gato y el ratón, que no ha dado otro fruto que el disgusto de ambas partes, y de poner en marcha mecanismos de cooperación sostenida que puedan dar mejores frutos.

Podría resultar útil en esta primera fase el reclamar la atención sobre una cuestión que está llamada a revestir especial importancia en las negociaciones: la estabilización de la crisis. Como todos sabemos, la Unión Soviética ha optado por concentrar la mayor parte de su potencial en proyectiles intercontinentales, algunos de enorme tamaño.

A causa de su número y su potencia, los proyectiles intercontinentales soviéticos constituyen una amenaza a la estabilidad de los factores de disuasión. Estas armas resultan a la vez las más vulnerables y las más amenazadoras.

Gran parte de los esfuerzos que hagamos para persuadir a la URSS de que acepte la disuasión mutua como única meta posible de la próxima ronda de negociaciones tendrán que centrarse necesariamente en este problema.

En nuestro propio interés, en el de la Unión Soviética y también en el de todos es preciso que logremos en los acuerdos -y en nuestros planes defensivos- cláusulas que amplíen la confianza en la capacidad de supervivencia de las fuerzas de segundo ataque, a fin de reducir con ello las presiones existentes para la adopción de planteamientos de primer ataque o de contestación al comienzo de un ataque.

Resultaría útil, en consonancia con ese principio, el lograr reducciones en el arsenal soviético de proyectiles intercontinentales -los cuales son una particular amenaza contra la supervivencia de nuestros proyectiles intercontinentales y otras fuerzas estratégicas de base terrestre- y también en los proyectiles soviéticos de base móvil SS-20 y otros euromisiles que constituyen una amenaza adicional contra otros objetivos en Europa, Japón, China y Oriente Próximo.

Una experiencia frustrante

Estados Unidos no ha puesto condiciones previas para la iniciación de las conversaciones. Tan sólo nos hemos tomado el tiempo preciso para resolver los problemas de la elaboración de una nueva concepción y de preparación seria para las negociaciones, tras la frustrante experiencia de las negociaciones SALT I y SALT II, en lo cual hemos trabajado con toda urgencia.

No estamos esperando a encontrarnos rearmados para negociar luego desde una "posición de fuerza". La disposición y la capacidad de Estados Unidos y sus aliados son suficientes, creemos, para atraer la más viva atención de la Unión Soviética.

Tampoco hemos pedido a la URSS que se retire de Afganistán, o exigido que Vietnam del Norte se retire de Camboya, para negociar. Algunas modalidades de conexión política entre el curso de los acontecimientos y las negociaciones sobre control de armamentos son inevitables, como ocurrió en 1968 con la invasión de Checoslovaquia por la Unión Soviética, justo antes de la fecha en que el presidente Johnson debía viajar a Moscú para las negociaciones SALT.

Puede que lo único que consigamos con las negociaciones sea el objetivo del empate nuclear, esto es, un acuerdo que nos permita mantener nuestra política de disuasión, contraataque y estabilización, en lo que al uso de armas nucleares respecta.

Eso, seguramente, es nuestro objetivo mínimo en la negociación. Pero no es una meta excesivamente atractiva si la Unión Soviética continúa tratando los acuerdos nucleares como una licencia de agresión con armas convencionales en algunas de las zonas más sensi6les del globo, y también con terrorismo y subversión.

Estados Unidos, en efecto, está convencido de que el programa soviético de expansión ha llegado demasiado lejos, y ha comenzado a presentar la posibilidad de unas consecuencias que ya no pueden predecirse.

El presidente Reagan, por ello, nos ha dado instrucciones para que abordemos el control de armamentos como parte de un esfuerzo mucho más amplio a través del cual nosotros y la URSS podamos, conjuntamente, estabilizar nuestras relaciones y contribuir al restablecimiento del orden público mundial.

No buscamos una vinculación entre el comportamiento soviético y el control de armamento que se reduzca a una actuación meramente transitoria o aislada.

Lo que pretendemos es la cooperación soviética para la aplicación de las normas de la Carta de las Naciones Unidas referentes al uso de la fuerza en el ámbito internacional.

Eugene V. Rostow es director de la Agencia Norteamericana para el Control de Armas y Desarme.

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