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Daniel Barenboim y la Orquesta de París, excepcionales intérpretes de Beethoven

El ciclo de conciertos se celebra en el teatro Real

El viernes comenzó en el teatro Real el ciclo de sinfonías de Beethoven que, después de haberlo interpretado en Barcelona desarrolla en Madrid la Orquesta de París, con su director titular, Daniel Barenboim. Tras las sinfonías segunda y Heroica, escuchadas anteanoche, hoy, a las 22.15 horas, están programadas la Cuarta y Quinta, y los próximos lunes, martes y miércoles, el resto de la serie, incluido el Concierto en do, número 1, en el que Barenboim actuará también como solista.La audición final junta la orquesta parisiense con nuestro Orfeón Donostiarra (que dirige Antonio Ayestarán) y los cantantes Heather Harper, Claudine Carlson, David Rendell y Marius Rintzler, para la interpretación de la Novena sinfonía.

Es sin duda este ciclo uno de los acontecimientos más importantes del otoño musical madrileño, pues lo que hace unas décadas resultaba habitual -la serie beethoveniana-, hoy, con la profusión de los diversos medios de comunicación y reproducción musical, no lo es tanto. Y en definitiva, no habrá nunca sistema de grabación que pueda sustituir a la experiencia musical directa, sencillamente porque se trata de fenómenos de distinto orden.

Como en el Palau de la Música barcelonés, el público madrileño ha respondido con total entusiasmo a la incitación de Barenboim y los músicos parisienses, y la entidad organizadora, Ibermúsica, se ha apuntado un nuevo y espectacular tanto. Al concierto inaugural de anteayer asistieron la reina Sofía y el presidente del Gobierno.

La extraordinaria personalidad de Barenboim interesa siempre: cuando dirige, cuando toca el piano, cuando hace música de cámara. Talentos musicales así se producen de tarde en tarde, y esto es lo primero que percibe el auditor: una sens ación inequívoca de hallarse ante un fuera de serie en el más estricto y exigente sentido del concepto, tantas veces abaratado por el uso.

Contando con un instrumento de la categoría de la Orquesta de París, de calidad analizable globalmente y profesor a profesor, Barenboim plantea versiones que, aun rigurosas, tienen algo nuevo y fresco. Son fruto de un largo análisis que podríamos denominar -como en el caso de la segunda sinfonía- perspectívico, ya que desde estos pentagramas que parecen clásico-vieneses, bien pegados a Haydn y Mozart, el genio de Beethoven anticipa lo que, tras los hitos de la Heroica, la Quinta o la Pastoral, será la Novena sinfonía.

Ese difícil situar la obra en su contexto histórico inmediato y en la vía de una evolución individual que se prevé me parece acierto máximo de Barenboim. Como lo es dar con los tonos justos de la Heroica en su fuerte humanismo, en su continuada flexibilidad y hasta en un poematismo que, por mucho que se niegue, subyace a lo largo de la monumental sorpresa histórica que es la Tercera sinfonía.

El arte más atractivo suele estar hecho de conciliaciones, por no decir de síntesis de contradicciones. Así es el de Barenboim, que entiende a Beethoven desde su plástica naturaleza latina y desde su asimilación de las tradiciones germanas. El tempo en Barenboim es pulso y no metro, vida latente y no rigor matemático. Y el suceder musical, concatenación de fenómenos que, en sí mismos, determinan concretas soluciones. En lo expresivo podrían aplicársele a Barenboim los términos de nuestro poeta: la rabia y la idea. Como en Goya, tantas veces identificado con el genio de Beethoven.

El Beethoven de Barenboim daría para escribir muchas páginas. Hay que resumirlas en un decidido ¡bravo!

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