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Crítica:CINE / "JALEA REAL"
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Historia y esperpento

No es difícil dejarse provocar por la patética biografía de Carlos II el Hechizado. Impotente, débil, feo, escasamente lúcido, tiene en su propia intimidad una inevitable prolongación de la decadencia que bajo su Gobierno sufrió el Imperio español. El ambiente de su corte, mediatizado por los distintos intereses políticos que se barajaron durante el reinado de los Austria anteriores, adquirió con él unas características que pueden calificarse de grotescas. Ya la manipulación de su impotencia por medio de exorcismos supone un dato esperpéntico.Así lo ha entendido Carles Mira al realizar su película Jalea real. Sin dejar de sentir una cierta ternura por el triste personaje, es en la caricatura esperpéntica de la corte donde ha volcado sus intenciones. Cierto es que no ha huido de una clara exageración de los elemento que compusieron la historia real incluso utilizando trazos demasiado gruesos; pero aunque tratara de narrarlos con mayor objetividad, la caricatura surgiría inevitablemente.

Jalea real

Guión y dirección: Carles Mira. Fotografía: Fernando Arribas. Producción: Esteban Alenda Y José Hueva. Intérpretes: Mario Pardo, Berta Riaza, Mapi Sagaseta, Joan Monleón, Guillermo Montesinos y Luis Ciges. Comedia. Española, 1981. Local de estreno: Rialto.

Demuestra Carles Mira una clara tendencia por la farsa. Sus dos películas anteriores -La portentosa vida del padre Vicente y Con el culo al aire- insistían en esa línea, extrapolando una las peripecias milagreras de san Vicente Ferrer y reduciendo al absurdo la otra la represión sexual que aún hoy se sufre en España. Con esa estética, Mira provoca a veces reacciones airadas. Bastante sano es, sin embargo, que alguien nos ofrezca esa visión demoledora de nuestra realidad. Jalea real, si bien se refiere a una situación histórica que poco contacto tiene con nuestro presente, adquiere por momentos connotaciones en las que no resulta difícil reconocerse.

La tentación del guiñol ha podido, no obstante, arruinar el proyecto. La película fluctúa a veces en límites peligrosos, achacables sobre todo a ciertos errores del guión, como, por ejemplo, los que se refieren al personaje del muley, estirado más allá de sus posibilidades dramáticas. Lo interpreta, con cierto histrionismo, el excelente Joan Monleón, menos medido que los demás actores del reparto. Hay que destacarlos a todos, pero muy especialmente a Mario Pardo, que, en el difícil papel de Carlos II, realiza uno de sus mejores trabajos interpretativos, lo que, dada su trayectoria anterior, no es poco. Berta Riaza, Guillermo Montesinos y Mapi Sagaseta son, junto a decoradores y figurinistas, nombres a destacar: hay en todos ellos imaginación y rigor.

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