Classix Noveaux, fantasía bailable
Ser calvo parece una necesidad. Pero esa es la única similitud entre Angry Anderson, vocalista de los brutales Rose Tattoo y Sal Solo, íder e imagen inimitable de Classix Noveaux, quienes están en Madrid hasta esta misma noche en la sala Rock-Ola, local este que -rara avis- está consiguiendo una corrección en su funcionamiento que demuestra cómo la chapuza no es algo consustancial a la raza.Classix Noveaux venían a Madrid bajo la etiqueta del nuevo romanticismo. Ese invento es la moda puesta de moda y en el que se incluyen grupos de lo más dispar, cuyo único elemento común es una concepción algo más artística del rock que la del punk, el pop o el heavy metal. Esa concepción se reflejaba en un sonido lleno, contundente y movedizo, porque, según Sal Solo, «durante gran parte de los setenta el hábito de escucha por parte de la gente era el mismo que en un cine: sentados y con el porrito. Ahora, a partir de los últimos setenta, el hábito reside en el baile, y nosotros respondemos a esa forma de atención».
Pero la cosa no sólo se refleja en la música, sino también en la presencia escénica del mismo Sal Solo, que baila y canta con voz de tiple, con voz gutural, que se viste con gabardina, sombrero y gafas negras; que aparece luego en mallas, iluminado intermitentemente por una luz estroboscópica (de esas que descomponen los movimientos), ya que «a mí me gustan los musicales norteamericanos y alemanes. Una tradición que no existe en Inglaterra, pero que es una exposición completa de varias artes conjugadas en una actividad que ahora adopta la forma de rock».
Y la totalidad surge impresionante, porque el sonido lo llena todo y está lleno de matices, cuyo melodramatismo ocasional sólo aumenta un interés que va creciendo hasta transformarse en una especie de alucinación de nuevo corte en la cual uno puede mecerse sin ningún problema.
Classix Noveaux no aportan mucho al lenguaje específico del rock (caso de que verdaderamente exista tal lenguaje), pero traen consigo un aspecto fundamental, aunque sea de carácter extramusical, una realización distinta del cantante de rock: «Yo creo en los performers, los intérpretes que le dan una vida distinta y más completa a unas caciones que de otra forma serían sólo notas en un papel, y, claro está, busco crear también en ese aspecto».
Finalmente resulta que Sal Solo admira a los primeros Sparks y piensa que el grupo Queen es muy grande, pero no ha perdido el convencimiento en lo que hace. El también quiere ser grande y creérselo. Finalmente, resulta que Sal Solo quiere ser el Nosferatu de Kinski, admira a Queen «porque son grandes y se lo siguen creyendo», y su mayor influencia se remonta a Sparks, todo ello sin olvidar a Bugsby Berkeley. El quiere ser como ellos y está convencido de su estrella. Resultaría casi insoportable si no fuera porque hace muy buena música.
Babelia
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