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La dificultad para difundir sus productos, principal problema de la artesanía castellano-manchega

La crisis amenaza con el cierre de talleres

La Feria de Artesanía Castellano- Manchega, que se inició el pasado sábado en Toledo y que se clausurará el próximo día 18, supone una excelente oportunidad para definir cuáles son los problemas de la artesanía española, que sufre una aguda depresión de la que alguna vez sale para sumirse de nuevo en ella, acosada por la falta de competitividad y de recursos económicos para mantener tradiciones que se extinguen. La artesanía castellano-manchega simboliza en buena medida esas dificultades, que se concretan en la falta de oportunidades para difundir, tanto nacional como internacionalmente, sus labores.

Toledo es este año escenario de la Feria de la Artesanía Castellano-Manchega (Farmaca) en su segunda edición. Los jardines y salas del palacio de Tavera, edificio del siglo XV cedido parcialmente para este cometido por su apoderado, el duque de Segorbe, pone una nota histórica en la exposición de miles de artículos representativos de los diversos sectores artesanales que se cultivan en las cinco provincias de la región: barro, textil, madera, metal, piel y cuero, artículos de regalo, guitarrería, mazapanes, taxidermia y miniaturas al óleo.Según el prospecto de presentación de la feria, ésta se propone como objetivo primordial abordar los problemas de la artesanía de la región, esbozando cauces de solución por medio del contacto de los artesanos entre sí, y de éstos con entidades compradoras, contribuyendo así al mantenimiento y al fomento de la actividad artesanal en el país.

La artesanía castellano-manchega, así como la de otros puntos de la geografía hispana, pasa por momentos de crisis que amenazan con cerrar talleres que funcionan desde hace cientos de años. El artesano, sobre todo aquel que explota en solitario o con su familia un pequeño taller, se encuentra con graves dificultades a la hora de comercializar su producto fuera de su provincia, e incluso fuera de su propio lugar de residencia.

El primer problema que aflige a la artesanía es de índole comercial. Los artesanos no disponen actualmente de oportunidades para difundir y lanzar su producción al mercado nacional, y mucho menos al internacional.

Por otra parte, hay que hablar de problemas financieros. El encarecimiento de las materias primas, la sustitución del barro y el metal por materiales más baratos, como el plástico y los sintéticos, el cambio de funcionalidad de los objetos artesanales (de enseres domésticos a motivos ornamentales), el desconocimiento del emplazamiento de los talleres, etcétera, todos éstos son factores que inciden en el alza de precios de los productos artesanales, la disminución de las ventas y la crisis de los talleres.

A esta dificultad se añade el retraso técnico del quehacer artesanal y la inversión de un gran número de horas en las minuciosas tareas propias de cada sector. Desconectados entre sí y al margen de los grandes complejos semiartesanales, los pequeños artífices desconocen las nuevas técnicas y aplicaciones de la especialidad que ejercen, privándose de los progresos que indudablemente obtendrían incorporando tales novedades a su trabajo: ahorro de tiempo material, mejor conservación de la materia prima Y las sustancias empleadas en el proceso de elaboración, posibilidad de un mayor número de creaciones, etcétera.

Todos los años, en consecuencia, hay decenas de talleres que se cierran definitivamente o que cambian sus competencias por otras más lucrativas como es el caso de los alfareros, que se han pasado a la fabricación de ladrillos. A éstos debemos sumar los talleres que se cierran por defunción de su dueño, que, por otra parte, no ha conseguido adiestrar a un aprendiz para que le suceda, pues para las nuevas generaciones no es muy atractivo un oficio que da tan pocos beneficios y exige tantas horas de dedicación y sacrificio. La desaparición de estos talleres es altamente perjudicial para el patrimonio cultural y artístico del país.

De la espada al encaje

El certamen está siendo organizado este año por el Patronato Rector de Ferias de Toledo, organismo con personalidad jurídica propia, nacido bajo los auspicios de la edición de 19801 cuyo éxito e índice de participación superaron con creces las previsiones de los patrocinadores.Para el certamen de este año se fijó un presupuesto de veintiséis millones de pesetas, cantidad subvencionada en sus tres cuartas partes por entidades regionales y oficiales de la zona, como la Junta de Comunidades de Castilla-La Mancha, las diputaciones provinciales, el Ayuntamiento de Toledo, las cajas de ahorro, etcétera. Más de la mitad de ese presupuesto se destina al montaje de las instalaciones feriales.

Un total de 140 firmas artesanales participan en la Farmaca 81.106 son de Toledo y su provincia. Toledo alberga en sus límites provinciales más de 350 talleres artesanales, según un censo realizado por el Ministerio de Industria y Energía. Esto significa 2.684 puestos de trabajo. Los muebles toledanos (cerca de cien talleres se dedican a la madera), las cerámicas de Consuegra y Puente del Arzobispo, las espadas y armaduras, los laboriosos damasquinados, los bordados de Lagartera y Oropesa, los curtidos, la taxidermia, los mazapanes y otros muchos artículos típicos de Toledo están presentes en la feria. Junto a ellos están la cuchillería), el bronce de Albacete, la guitarrería y el mimbre de Cuenca, el cuero y los espejos de Guadalajara y las blondas y encajes de Ciudad Real.

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