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Escepticísmo en Moscú ante la "mini-cumbre" de Nueva York

La diplomacia soviética tendrá hoy, por fin, ocasión de estrenarse frente a la nueva Administración republicana. Después de ocho meses de sondeos indirectos, los ministros de Asuntos Exteriores de la URSS y Estados Unidos, Andrei Gromiko y Alexander Haig, podrán entrevistarse, aprovechando la actual sesión de la Asamblea General de las Naciones Unidas.En medios occidentales de la capital soviética no cundía el optimismo sobre los posibles resultados de esta reunión. Sobre la intervención del Secretario de Estado norteamericano en la Asamblea General las Naciones Unidas, el despacho de la agencia oficial soviética Tass -si bien algo menos duro que de costumbre- calificaba de "hipócrita" la política exterior estadounidense.

Los observadores occidentales en Moscú no veían gran entusiasmo por parte soviética frente a la entrevista Haig-Gromiko que tendrá lugar hoy. De este primer diálogo no se espera ningún resultado. Según se cree, tan sólo será una primera toma de contacto a la que seguirán otras en los próximos meses, hasta que -previsiblemente, el próximo año- se celebre la esperada cumbre Reagan-Breznev. Mientras, el diálogo proseguirá a través de intermediarios. En este sentido, se conria más en los posibles frutos que obtenga Breznev en su diálogo con el canciller germanooccidental, Helmut Schmidt.

Curiosamente, el primer contacto soviético-norteamericano de la era Reagan será hecho a través de Alexander Haig, un hombre con el que la Prensa soviética no ha ahorrado ataques. Aún en vísperas de la toma de posesión del actual equipo dirigente de Washington -cuando todavia se evitaba la mención crítica del nombre de Reagan-, Haig era vapuleado-con frecuencia por los diarios de Moscú, que veían en él, sobre todo, al ex combatiente de Vietnam y el obstáculo más duro para la distensión.

Pocos resultados positivos

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Pero, sobre todo, fue la intervención de Gromiko en el máximo foro de la ONU la que vino a restar argumentos aquellos que pensaban que de los primeros contactos del Kremlin con la Administración Reagan podía salir algún resultado positivo.

El tono empleado por el ministro de Asuntos Exteriores soviético resulta un tanto insólito. Si bien la Prensa de Moscú ha utilizado durante los últimos tiempos los mismos argumentos recitados por Gromiko en Nueva York, los máximos dirigentes del Kremlin no han criticado este lenguaje, limitándose a insistir en sus demandas en favor de la distensión y el desarme.

En círculos diplomáticos de la capital soviética se decía ayer noche que el único resultado posible del encuentro entre Haig y Gromiko lo tienen ambos escondido en la manga desde hace varias semanas. Deseosos de ofrecer alguna novedad después de su entrevista de hoy, los jefes de las diplomacias de los dos países más poderosos del mundo anunciarían el inicio denegociaciones sobre los euromisiles para el próximo mes de noviembre. Pero esto ya se venía rumoreando desde hace un par de meses en los mentideros políticos europeos, por lo que los observadores no lo consideran como una novedad.

Desde que le pasado 23 de febrero Leónidas Breznev hizo, en la tribuna del 26º Congreso del Partido Comunista de la Unión Soviética (PCUS) una serie de ofertas a favor de la distensión -entre las que se incluía una para la celebración de una cumbre con EE UU-, escasas han sido las posibilidades que han tenido los políticos soviéticos de encontrarse con sus colegas.

El Kremlin, durante este tiempo, ha ido flexibilizando algunas de sus propuestas. Hace pocos días, Breznev ofrecía al líder laborista británico (oposición) Michael Foot disminuir el número de proyectiles soviéticos en la parte europea de la URSS, a cambio de una reconsideración por parte de Estados Unidos sobre la instalación de los nuevos euromisiles.

Con anterioridad, el líder soviético había mostrado sus deseos de abandonar cualquier intransigencia respecto a este tema durante una larga conversación mantenida con otro líder socialista occidental, el presidente del Partido Socialdemócrata alemán, Willy Brandt.

El tema de los euromisiles es, junto al de la fabricación por parte de Washington de la bomba de neutrones, el principal punto de fricción, hoy por hoy, entre EE UU y la URSS.

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