Belice formara una fuerza multinacional para defender su independencia
"Viva Belice". Este fue el brindis de medianoche de George Price, desde ese momento primer ministro de una nación soberana, instantes después de que a las cero horas de ayer fuera arriada la bandera británica en la residencia del gobernador general. En su breve discurso (primero en inglés, fuego en español), el primer ministro beliceño tendió una mano de paz a la vecina y temida Guatemala, aunque ello no signifique ninguna renuncia a su integridad territorial, defendida ahora por tropas británicas, que Price pretende reforzar pronto con una fuerza multinacional de defensa.
En Guatemala, cuya Constitución incluye a Belice como territorio propio, las banderas ondearon mientras tanto a media asta en señal de duelo por la independencia de la ex colonia británica. Septiembre ha sido declarado mes de luto por el Gobierno guatemalteco.En la ceremonia de independencia faltó una vez más España, que no figuraba en la lista de los cincuenta países representados, diecisiete de ellos europeos. Al Ministerio español de Asuntos Exteriores no pareció importarle que una tercera parte de la población beliceña hable español o que este territorio haya pertenecido a la Corona española durante casi dos siglos.
En una conferencia de prensa celebrada el domingo por la tarde, Price dijo que "la amenaza de Guatemala es real y por eso hemos llegado a un acuerdo de defensa con el Reino Unido. Ahora es a los británicos a los que corresponde determinar los medios para impedir una eventual agresíón guaternalteca". Añadió que el Gobierno de Londres está gestionando la formación de "una fuerza multinacional de paz en la que pueden integrarse Canadá, Estados Unidos, México y la comunidad de países del Caribe, todas naciones amigas".
Incluso antes de formalizar la independencia existe aquí la impresión de que todas las apetencias se han lanzado ya sobre este recién nacido Estado. Al margen de la permanente amenaza guatemalteca, las dos grandes potencias aspiran también a que Belice no sea un elemento neutral en el conflictivo panorama político centroamericano.
De forma inesperada, Estados Unidos encabezó su delegación con el subsecretario de Estado para Asuntos Latinoamericanos, Thomas Enders, un funcionario de alta cualificación para la independencia de una nación caribeña que tiene apenas la población de una pequeña ciudad norteamericana.
También la URSS envió a los festejos de la independencia beliceña a una delegación numerosa, aunque de menor rango diplomático. En cambio, Nicaragua estuvo representada por un miembro de su Junta de Gobierno y dos ministros, el de Exteriores y el de Cultura. La suya fue, sin duda, la representación más cualificada.
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