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Tribuna:La larga aventura del "Guernica" / 3
Tribuna
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España pagó el cuadro

Una cuestión (y decisiva) que durante años y, por supuesto, en el curso de toda la negociación para traer el Guernica ha podido estar poco clara ante la opinión ha sido si España pagó por el cuadro, cuánto y si este pago le daba derecho a la propiedad del mismo. Las opiniones en respuesta a esta pregunta han sido contradictorias, cuando no absolutamente erradas.Ahora ya es posible revelar lo realmente sucedido. La respuesta se encuentra en el archivo de Luis Araquistain, localizado por Rafael Fernández Quintanilla y comprado a sus herederos, en Suiza, por el Ministerio de Cultura, a través de la Dirección General de Bellas Artes, Archivos y Bibliotecas, para el Archivo Histórico Nacional. En él se encuentra, en primer lugar, una carta del agregado cultural de la Embajada, Max Aub, fechada el 28 de mayo de 1937. En su párrafo decisivo dice lo siguiente: «Esta mañana llegué a un acuerdo con Picasso. A pesar de la resistencia de nuestro amigo a aceptar subvención alguna de la Embajada por la realización del Guernica, ya que hace donación de este cuado a la República Española, he insistido reiteradamente en transmitirle el deseo del Gobierno español de reembolsarle al menos los gastos que ha incurrido en su obra. He podido convencerle y de esta suerte le he extendido un cheque por valor de 150.000 francos franceses, por los que me ha firmado el correspondiente recibo. Aunque esta suma tiene mas bien un carácter simbólico, dado el valor inapreciable del lienzo en cuestión, representa, no obstante, prácticamente una adquisición del mismo por parte de la República. Estimo que esta fórmula era la más conveniente para reivindicar el derecho de propiedad del citado cuadro».

La documentación de esa fecha se complementa con un resumen de cantidades entregadas por la Embajada de París, entre octubre de 1936 y mayo de 1937, que importa 4.300.000 francos. En esta relación figuran colaboradores españoles de la causa republicana, como Buñuel o Quintanilla, y extranjeros tan conocidos como Arthur Koestler o Pietro Nenni. Picasso figura con la cantidad indicada, y en una de las listas, con la mención, entre paréntesis, «Gastos Guernica».

Araquistain no sólo conservó estos papeles. Hizo más: a comienzos de 1953 se dirigió a Julio Alvarez del Vayo, su superior como ministro de Estado durante su período de embajador, solicitándole el recibo del pintor firmado en 1937. La respuesta que recibió fue que en la evacuación de Barcelona (1939) no pudo Alvarez del Vayo, por obvias razones, ocuparse de la custodia del archivo del Ministerio, y que, en todo caso, probablemente en Figueras desapareció si se hubiera conservado hasta entonces. Alvarez del Vayo coincidía con Araquistain en la necesidad de dejar testimonio de lo sucedido, y para ello firmaba una certificación coincidente con lo expuesto por Max Aub. No dudaba, de todas maneras, de que «ni por un momento este amigo, si algún día recuperamos la República" ratificará la donación que hiciera del Guernica al Gobierno republicano».

Carta a Picasso

En su archivo, finalmente, Araquistain, cuya actuación en toda esta cuestión fue ejemplar, dejó también testimonio de una carta remitida al propio Picasso en abril de 1953. En ella recordaba todo lo sucedido, pero introducía también alguna nueva información: la cantidad pagada tenía un valor simbólico, «pero al mismo tiempo implicaba y confirmaba en sí su deseo de usted de hacer donación del cuadro a la República». Esta curiosa relación implicaba, después de la derrota republicana, que «el cuadro se encuentre en su poder de usted y no haya recalado en la España actual, donde probablemente lo habrían destruido en un auto de fe por su significación política e histórica». Araquistain decía más: estaba de acuerdo en que Picasso conservara el cuadro bajo su custodia mientras Franco viviera, «pero podía suceder que surgiera otra alternativa histórica, no la resucitada República de 1936; esto es, una Monarquía constitucional y democrática». En ese caso, había que acatarla y «no tendría usted más remedio, amigo Picasso, que ir a Madrid para tomar posesión de ese cargo y poder así colgar personalmente el Guernica en la sala Picasso de un Museo del Prado, del que sería de nuevo director». Eso es precisamente lo que en octubre de 1981, muchos años después, vamos a hacer.

La transacción entre Araquistain y Picasso a través de Aub permaneció confusamente conocida a través del tiempo. La razón estriba en las propias características del pago y de la contrapartida por él de Picasso. En noviembre de 1965, Aub escribió a Renau una carta que es conocida desde hace tiempo, en la que hablaba -correctamente- del pago, pero no mencionaba la contrapartida, y advertía que se había hecho «con la condición de que el cuadro siguiera siendo suyo» (de Picasso). Quizá lo hacía para evitar que el cuadro volviera a la España de Franco, pero la realidad es que ocultó parte de lo sucedido.

De hecho, la misma cantidad pagada demuestra que Picasso no sólo recibió una compensación por gastos. 150.000 francos era una cifra muy elevada en la época, casi el 15% de lo que costó el pabellón. Las cotizaciones de Picasso en los últimos años no habían pasado de 17.000 francos, y lo que ahora recibía, me contó Renau, era la cantidad de dinero más elevada que nunca había visto junta. Con ella pudo cambiarse a un estudio más amplio (Grands Augustins); sólo años después, en los cuarenta, una obra suya, nada menos que Les de moiselles d´Avignon recibía, precisamente del Museo de Arte Moderno, de Nueva York, una cotización semejante.

Resumamos, para concluir. España pagó por el Guernica una suma elevada con el manifiesto propósito de que se mantuviera en su poder. Picasso pintó el cuadro no por dinero, sino por solidaridad; por ello, y quizá también por el afecto que por él sentía, mantuvo, incluso en el recibo, su propiedad, pero sabía que tenía una obligación moral de donarlo que claramente había expresado en su día. El tiempo pasado y la duración del régimen franquista han contribuido desde luego a hacer más difícil de comprender la relación entre Picasso y la Administración sobre el cuadro.

Con lo dicho se comprenderá la dificultad de la negociación que siguió. Quienes colaboramos en ella sabíamos de la voluntad del Estado de considerar la transacción como una compra, pero ello hubiera sido difícil de probarjudicialmente. Y, por supuesto, y sobre todo, teníamos una documentación que tenía como fallo fundamental la carencia de documentos firmados por el propio Picasso.

Javier Tusell es director general de Bellas Artes, Archivos y Bibliotecas.

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