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Un viajero elegante

William Johnson Coleman había nacido, en 1904, en París, Estado de Kentucky (Estados Unidos), donde Bill Coleman hizo sus primeras armas profesionales, no como músico, sino como repartidor de Telégrafos.Resultaría dudosamente poético relacionar este primer oficio con la vocación cosmopolita que adornaría después la trayectoria de Coleman. Tras iniciar sus pasos musicales en saxofón -luego sus mejores grabaciones las haría con saxofonistas-, Coleman debutó como trompeta en la banda de J. C. Higgnbotham. De ahí, a través de diversas orquestas, pasaría a ocupar su primer puesto importante en la del panameño Luis Russell, un más que discreto pianista que reveló un especial buen tino para contratar trompetas, pues estarían también en sus filas el dramático Red Allen, y algo más tarde, de 1935 a 1940, nada menos que Louis Armstrong.

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Pero Bill Coleman no duró con Russell más que hasta 1932, y eso con interrupciones. Enrolado con Lucky Millinder, Bill visita Europa por primera vez en 1933; regresa dos años después, tras haber tocado, en el intervalo, con Benny Carter. A finales de esta segunda gira europea opta por no volver a Estados Unidos; actúa en el continente con diversos grupos e inicia sus escapadas exóticas, que le llevan, y son sólo ejemplos, a Egipto, la India y el Irán. Hacia Cines de la década de los treinta vuelve a Norteaméríca, donde tiene oportunidad de realizar algunas grabaciones estelares, con Fats Waller, Teddy Wilson y otros músicos de similar calibre. Pese a ello, sus mejores registros gramofónicos de esta época están ya hechos en París, donde su estilo reposado y cantabile ha congeniado bien con el talento más grande del jazz europeo, el guitarrista Django Reinhardt.

Son interesantes, ya en los cuarenta, sus trabajos para el grupo del bajista John Kirby o el de la pianista Mary Lou Williams, otra importante figura desaparecida recientemente. Pero no tardaremos en volver a encontrar a Coleman lejos de su país, ahora en el Extrerrio Oriente, entusiasmando a los auditorios del Japón, donde eljazz clásico parece haber tenido siempre una gran acogida. A la vuelta de escapadas de este tipo, Bill Coleman ha empezado a pensar en dejar Norteamérica para siempre. Lo hace en 1948, escogiendo como lugar de residencia París, esta vez sí que el París de la Francia.

Sus actividades desde entonces son las del jazzman americano en Europa: actuaciones regulares en el consabido circuito de clubes, grabaciones de inspiración diversa, festivales y esporádicas incorporaciones a espectáculos y grupos americanos en gira por el continente.

Bill Coleman fue un tradicionalista, y a mucha honra. Ocurre que normalmente solemos asociar al jazz tradicional virtudes como la fuerza, la intensidad o eso que algunos llamanprimitivismo; olvidamos que eljazz es también uno de los reductos de cosas corno la gracia, la discreción, la elegancia: cosas como las que, en fin, caracterizaron el estilo de Bill Coleman, quien jamás fue un exhibicionista de la trompeta. Sus solos tendían fundamentalmente a la creación de una melodía sencilla, que buscaba antes que nada ser bella, y acaso, como dijo un poeta -precisamente francés-, ser triste. Sus graduaciones, no tan esporádicas corno podría pensarse en un músico de jazz exiliado, son tanto mejores cuanto más se ajustan a este patron. Hay un After you've gone, grabado en París en 1936, que es absolutamente modélico; se pueden recordar también sus sesiones americanas de 1943 con Coleman Flawkins, o las que casi inmediatan ente después grabó con el otro gigante del saxo tenor clásico, Luster Young.

Entre sus grabaciones más recientes, hay algunas muy buenas con otro elegante, el violínsta Stéphane Grappelli, pero siguen destacando las realizadas con saxos tenores, principalmente las que dirigió a medias con el tercero de los grandes, el colosal Ben Webster. También hizo cosas buenas con el francés Guy Laffite, y en especial un album titulado Mainstream at Montreux, corriente principaI en Montreux, que describe con propiedad lo que siempre hizo Coleman: estar, aun viviendo lejes de sus orígenes geográficos, en el centro de esa corriente de la que inanan, sin solución de continuidad, todos los estilos del jazz.

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