Gran presupuesto y poca brillantez en el Festival Internacional de Poesía de Morelia (México)
Ochenta poetas, casi la mitad mexicanos, toman parte desde el pasado lunes, y hasta el próximo domingo, en el primer Festival Internacional de Poesía que se celebra en Morelia, a cuatrocientos kilómetros de la capital mexicana. De los dos españoles invitados, Rafael Alberti no vendrá, en versión de los organizadores, disgustado porque se le envió sólo un billete de avión, y de Carlos Barral, anunciado para el martes, no se tenían noticias hasta ayer, aunque en la sede del certamen se seguía esperando su llegada.
Las bajas de última hora, muchas de ellas conocidas sobre la marcha, han restado brillantez a este festival, que en el ánimo de sus promotores pretendía ser único en el mundo. Para ello no se han regateado esfuerzos económicos: el presupuesto es de sesenta millones de pesetas.Pero compromisos previamente contraídos, enfermedades reales o imaginarias, celos evidentes entre los invitados y hasta la huelga de controladores aéreos norteamericanos han borrado de las listas a los mexicanos Octavio Paz y Efraín Huerta, al italiano Eduardo Sanguinetti, al soviético Pavel Botsu, a los dos españoles, al cubano Nicolás Guillén y, casi con seguridad, al argentino Jorge Luis Borges.
El eterno aspirante al Nobel llegará el sábado a México para recoger el Premio Ollin Yoliztli, que le fue otorgado el mes de mayo en el Festival Cervantino de Guanajuato como reconocimiento a la labor literaria de toda su vida. Este galardón, dotado con seis millones de pesetas, es el más cuantioso de la literatura española después del Cervantes. Borges no podrá desplazarse a Morelia por falta de tiempo y porque tampoco su salud le permite efectuar un viaje por carretera de seis horas.
La preparación del Festival de Morelia se inició en febrero de este año por iniciativa del poeta mexicano Homero Aridjis, pero hace tres semanas fue relevado en la dirección por el Fondo Nacional para Actividades Sociales (Fonapas), institución cultural que preside la esposa del presidente. Con el promotor cambió también la idea básica del festival y se trató de confeccionar a toda prisa una lista de asistentes que buscaba más el contrapeso de ideologías que de corrientes literarias.
El poeta más grande de México
En la nómina de asistentes permanecen, con todo, el alemán Günter Grass (cuya obra poética desconocía aquí la mayoría), el soviético Andrei Voznesenski, el cubano Cintio Vitier, el neoyorquino W. Merwin y el mexicano Elías Nandino. Los cinco abrieron el festival con sus poemas y con la autoproclamación de Nandino como «el poeta más grande de México», una verdad puramente biográfica si se tiene en cuenta que grande quiere decir aquí viejo.Lo que muy pocos se explican es que esta inusual concentración de poetas de todo el mundo se limite a sesiones de lectura por parte de los propios autores, con acompañamiento de traducciones en el caso de aquellos que no utilizan el castellano. Se echa de menos la oportunidad de sentar en torno a una mesa redonda a autores de muy distintos estilos para formular una teoría hecha por poetas, no por críticos.
A los cuatro días de iniciado el festival, éste parece más un desfile de modelos, muchas veces decrépitos (Nandino no pudo recitar una décima porque se le había olvidado), que un auténtico encuentro de poetas.
No han faltado algunos incidentes, como la negativa del alemán Michael Hamburger a leer sus poemas porque «la traducción es pésima», o los enfrentamientos verbales entre poetas mexicanos, que no olvidan sus capillas literarias, arraigadas aquí tal vez como en ningún otro lugar.
Como propósito final queda el anuncio del gobernador de Michoacan, Cuauhtemoc Cárdenas, de institucionalizar el festival si esta primera edición tiene éxito.
Babelia
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