_
_
_
_
BILBAO: QUINTA CORRIDA DE FERIA

Cuando a los Buendía se les caen las orejas

Con los Buendía, mucho cuidado, que unas veces se les caen las orejas y, otras lo que se les cae es los machos a los toreros. Son toros de casta, y ahí está el detalle. Ayer salieron en Bilbao unos Buendía a los que se les caían las orejas, y, naturalmente, los toreros que gozaron de su lidia pudieron tocar pelo, y salieron otros de signo contrario, y al espada de turno se le aflojaban los machos.Este espada de turno fue Antoñete, que, ya se puede suponer, no anda, a sus años, con el ánimo dispuesto, estilo legionario, a dejarse matar. Lo suyo es la torería, y con la torería, un respeto y un reposo.

A quienes saben cómo está de vulgar la fiesta y saben también del toreo y lo degustan, Antoñete no les defraudó, porque en todo momento exhibió su torería. Fue lo que llamaríamos un torero de los pies a la cabeza en una mala tarde. Y no pasa nada. Malas tardes las tiene cualquiera.

Plaza de Bilbao

20 de agosto. Quinta de feria. Toros de Joaquín Buendía, desiguales de presencia, sospechosos de pitones, encastados. Antoñete: cuatro pinchazos y, estocada caída (pitos). Pinchazo, estocada enhebrada y otra ladeada (bronca). Paquirri: pinchazo y estocada desprendida (oreja). Estocada caída (ovación y salida al tercio), Dámaso González: dos pinchazos y estocada corta (oreja). Tres pinchazos. Estocada caída y dos descabellos (gran ovación).

Antoñete sacó a su primero a los medios mediante dobladas maestras, dio distancia y ligó muy bien dos naturales con el de pecho. Volvió a dar distancia, instrumentó un solo natural y lo remató con un trincherazo, con la izquierda, que fue el muletazo de la tarde, un muletazo para Madrid, para Sevilla, para cualquier plaza donde el toreo se aprecia y se saborea detalle a detalle. Bilbao, en cambio, no lo apreció o lo apreció poco. Y se lo perdió.

Después, con la derecha. Antoñete va no quiso complicarse la vida, y lo que de verdad hacía en cada muletazo era quitarse de en medio. La casta del Santacoloma le venía ancha. Igual ocurrió en el cuarto, que además tenía genio y era gazapón. Más que a parar, templar y mandar estaba pendiente de rectificar. Por añadidura mató pésimamente y le abroncaron con la potencia y la entonación que son características de las privilegiadas gargantas vascas.

Toro de orejas caídas el segundo (y de brazos caídos también: no tenía fuerza alguna el pobre), Paquirri le hizo lo que acostumbra; a saber: largas de rodillas, verónicas de tentadero, galleo por chicuelinas, banderillas a cabeza pasada.

Hay que precisar, sin embargo, que los naturales llevaban al toro muy toreado, frecuentemente muy buen toreado, templado el viaje, ritmo a los pases. Pues así lo vimos, así conviene proclamarlo, que el toreo reposado y de gusto es novedad en este diestro de todas las aceleraciones.

En el tercero, que derribó y era de excepcional nobleza, Dámaso González armó un alboroto. «¡Ay mi madre, si le sale este toro a Antoñetel», habrían dicho en Madrid, como es moda. Antoñete estaba allí, pendiente del suceso, pero le salió a Dámaso González, ese desgalichado espada cuya rara técnica convierte en un solo e interminable muletazo todo un rosario de pases. Con la izquierda, menos, pero con la derecha sus series son monolíticas, cosidas y adheridas, se le devuelve el dinero al que sea capaz de despegarlas. Y luego, los circulares, por delante, por detrás, de pie, de rodillas, a gusto del consumidor. Lo dicho: que armó un alboroto, y porque pinchó, pues si llega a acertar la primera estocada le dan el rabo.

En el sexto, también manejable, volvió a arrimarse, tiró en engaño, se descaró cogido a los pitones y el público bilbaíno se sintió damasista hasta la médula. La afición cabal -que la hay aquí y muy buena- habría preferido toreo como el de Antoñete en aquel trincherazo; pero la vida es así. Para Buendía, a los que se les caen las orejas, existe una rica tauromaquia que sólo habíamos podido entrever.

Aclaración

En el titular de la crónica correspondiente a la corrida del pasado miércoles se decía, por error: «Un pase de Paula enmudece a los vizcaínos». Lo que en realidad enmudeció a los vizcaínos fue un quite de este torero, como podía colegírse del contexto de la referida crónica. El quite había sido fuera de serie.

Babelia

Las novedades literarias analizadas por los mejores críticos en nuestro boletín semanal
Recíbelo

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_