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Escándalo y ridículo de Antonio Ordóñez en su reaparición

ENVIADO ESPECIAL, Antonio Ordóñez se pasaba el peine por los pelos que le quedan mientras el público rugía -"¡fuera, fuera!"- y le arrojaba almohadillas, botes, pan, garrafones. Lo que tenía a mano.Ordóñez ha vuelto a los ruedos provocando mayores escándalos que cuando se fue, y además sin torería de ninguna clase. Un maestro, como le consideran sus partidarios, no puede reaparecer para pegar mantazos, encima en la escuela más putrefacta que haya conocido el toreo en toda su historia.

Su primer toro era un zapato, afeitado por más señas (aunque afeitados salieron los seis) y al otro, algo más grandecito, lo dejó casi para el arrastre el pecador en dos terribles puyazos. En cualquier caso, ambos toritos, mutilados y renqueantes, tenían nobleza, y toda la toreria -principalmente los espadas antiguos, esos que últimamente están reapareciendo y los que vendrán- les habrían hecho faena.

Plaza de Ciudad Real

17 de agosto. Corrida de feria. Cuatro toros de Carlos Núñez y tercero y quinto de Antonio Ordóñez (antes Urquijo). El tercero, devuelto al corral por cojo, fue sustituido por otro toro de Ordóñez. El primero, absolutamente impresentable: sin trapío, cuarto y sexto; todos inválidos y con muestras de haber sido afeitados. Hubo algunos toros cuyas defensas parecían plátanos. Antonio Ordóñez: dos pinchazos y, media delantera baja (protestas). Pinchazo a paso de banderillas, dos más echándose fuera, rueda de peones y bajonazo (bronca de José Mari Manzanares: tres pinchazos y, estocada desprendida (silencio). Estocada tendida (oreja). Niño de la Capea: media estocada baja (aplausos y saludos). Estocada y descabello (aplausos) Antonio Ordóñez fue despedido con gran bronca y lanzamiento de almohadillas. Hubo tres cuartos de entrada.

Ordóñez, en cambio, prefirió no hacerlo. O quizá fue su incapacidad física, acaso también el miedo, lo que le atenazó la voluntad de cumplir por lo menos con decoro.Y quien fue maestro -al menos eso dicen sus partidarios- se convirtió en la lastimosa estampa de1a decadencia.

Al primer toro -aquel zapato- sólo consiguió darle tres derechazos, y aun en esos pases el torito enganchaba la franela con el muñón que tenía por cuerno. Al otro, ni tres derechazos ni ninguno. La muleta siempre atrás, dubitativo, perdiendo progresivamente los papeles, hasta corretear desorientado e incluso despavorido por lo que eran simples amagos de embestida, cayó en el más estrepitoso de los ridículos.

El público, que había recibido con expectación y respeto al famoso diestro rondeño (pero no con aplausos, ni uno), estalló en una bronca creciente que arrojó al suelo toda clase de objetos, Ordóñez cuando volvía al burladero de capotes, recogió de la arena un bote, hizo como si brindara con él en un gesto que pareció una provocación al público, y luego, ya en el callejón, con aires de mucha suficiencia, tiró de peine y se endomingó su ya no muy abundante cabellera. Mucho desparpajo, mucha insolencia, y ninguna torería. ¡Qué pena!Con este precedente del maestrillo sorprendido sin saberse la lección, los discípulos tuvieron el camino expedito para pegar a su antojo todos los derechazo s que les diera la gana a los torillos inválidos y afeitados. Porque hay reglamento que señala tiempos, pues si no, a estas horas, aún estarían pegando derechazos.

Dada su vocación de derechacista, yo les habría abierto la puerta para que se marcharan pegando derechazos carretera adelante, pasando por Torralba de Calatrava, Bolaños, Daimiel -una pasadita por las Tablas- y así, levantando polvareda, por cierto, llegarían hasta la general de Andalucía pegando derechazos. Pero allí ya no podrían seguir, que estos días hay mucho tráfico. Y además tiene que pasar Antonio Ordóñez, camino de otra plaza y de otro tiempo.

También hubo bronca en Palma de Mallorca

La primera actuación de Antonio Ordóñez en su retorno a los ruedos fue el pasado domingo, en Palma de Mallorca, donde su desafortunada actuación que también un rotundo fracaso. Con su primer toro, de Carlos Núñez, consiguió algunos muletazos aseados, pero estuvo muy mal con la espada. En el cuarto de Sepúlveda, perdió completamente los papeles y provocó la indignación de los tendidos. Fue de tal índole la labor de Ordóñez que hubo de intervenir la fuerza pública para cortar algunas peleas y conatos de alboroto. La mayoría del público asistente a este festejo eran turistas.

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