El golpe de Estado sitúa a Bolivia en el umbral de una guerra civil
La rebelión militar iniciada el lunes en Bolivia proseguía ayer, día del 156º aniversario de la independencia del país, en medio de una tensión sin precedentes y el temor generalizado de que es posible un choque frontal entre los bandos rivales de sus fuerzas armadas.
Tropas aerotransportadas en viejos Fokker han salido de La Paz con destino desconocido, y el general Lucio Añez, uno de los jefes sublevados contra García Meza, anunció ayer desde Santa Cruz que están «esperando un ataque». Muchos bolivianos temen que su país se encuentre en el umbral de una guerra civil. Ante la gravedad de la situación, la Iglesia católica boliviana aceptó anoche mediar entre los dos bandos militares en lucha.La segunda ciudad boliviana, convertida en capital de los rebeldes, está prácticamente aislada por tierra y aire, y anoche era imposible comunicar con ella por teléfono o por telex. Desde Santa Cruz, los generales Alberto Natusch y Añez han pedido la inmediata dimisión de la Junta Militar que ha sustituido al presidente Luis García Meza, a la que no reconocen. A su vez, los tres miembros de la Junta exigen la rendición incondicional de los sublevados. Los dos bandos cuentan frenéticamente sus efectivos antes de dar un paso que puede resultar decisivo.
El Gobierno, que mantiene el toque de queda, se ha lanzado a una censura sin cuartel sobre los medios informativos. La Prensa y la radio de la capital -sentimentalmente con los sublevados- desde ayer sólo emiten comunicados oficiales. La víspera, los diarios Ultima Hora y Jornada publicaban una carta abierta de jefes y oficiales de las guarniciones de La Paz en la que éstos negaban la legitimidad de la Junta de Gobierno designada por García Meza y que le ha sucedido en la Presidencia. Los directores de ambos periódicos han sido detenidos por la policía política.
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Un muro de silencio rodea el golpe boliviano
Viene de primera páginaLas comunicaciones telefónicas internacionales han sido interrumpidas, así como gran parte de las interiores. El muro de silencio tiene dos objetivos fundamentales: impedir que se conozca el alcance real de la rebelión de Santa Cruz y, evitar cualquier reflejo informativo de la huelga general indefinida decretada en apoyo de los sublevados, y desde la clandestinidad, por la proscrita Central Obrera Boliviana (COB). La huelga está siendo seguida a rajatabla en las cuencas mineras.
El general del Aire Waldo Bernal, el miembro de la Junta que lleva la voz cantante y aspira a ser el próximo presidente de Bolivia, anunció ayer que las guarniciones de La Paz están con su Gobierno, al igual que la VII División, basada en Cochabamba, y cuyas tropas han recuperado dos importantes presas hidroeléctricas capturadas inicialmente por las fuerzas de Natusch y Añez. En un comunicado Firmado por los jefes de aquellas unidades, se pide a la Junta que no negocie con los subvertores y que dirija contra ellos las fuerzas que le son leales si no se rinden incondicional e inmediatamente.
García Meza, en la sombra
Detrás del dramático pulso que enfrentan por tercer día consecutivo las fuerzas armadas bolivianas está el general García Meza, quien, si bien ha abandonado formalmente la Presidencia y la jefatura del Estado Mayor, sigue residiendo en la casa presidencial, acude a reuniones castrenses en el palacio de Gobierno y maneja desde la sombra los hilos de la Junta que le ha sustituido. Meza, que duerme en el cuartel de blindados Tarapacá -la unidad mecanizada más importante del país, al mando de su incondicional teniente coronel Doria Medina-, se resiste a alejarse del escenario, aunque su mujer y sus hijos están, desde hace días, en Miami.
A la misma hora se lanzaban a las calles de Santa Cruz, por segundo día consecutivo, miles de personas para apoyar a los generales sublevados y reunirse en cabildo abierto -una herencia democrática de la dominación española-, analizar la situación política y proponer a los militares las acciones más convenientes. Es el lado romántico de este drama.
La proclama de Alberto Natusch y Lucio Añez, justificando su alzamiento y anunciando su intención de no pactar con militares ligados a García Meza, fue suscrita desde Miami, en una grabación magnetofónica, por el ex presidente y general en retiro Hugo Bánzer. Este, sin embargo, ha tenido mucho cuidado en condenar cualquier veleidad de los militares alzados que les llevara a vincularse con grupos o partidos -léase de izquierda o centroizquierda-, que sólo buscarían en el actual estado de cosas "arrimar el ascua a su sardina". El ex dictador y líder del partido ultraderechista Alianza Democrática Nacionalista (ADN) se refería, naturalmente, a la UDP, de Hernán Siles Zuazo, coalición a la que la Junta gobernante acusa de haber instigado, "en connivencia con el comunismo", la irresuelta sublevación en curso.
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