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La visita de los príncipes de Gales a Gibraltar se convirtió en un acto político de exaltación nacional

Los príncipes de Gales, Carlos y Diana, iniciaron ayer, en la colonia británica de Gibraltar, un crucero de luna de miel por el Mediterráneo a bordo del yate real Britannia. Cerca de 20.000 personas, con banderas británicas, aclamaron a la pareja real a su paso por las calles de Gibraltar, convirtiendo la visita privada de los príncipes en un acto político de exaltación nacional, en el que hubo algunas pancartas y gritos contra España y el rey Juan Carlos.

A las cinco en punto de la tarde llegaron a la base aérea de Gibraltar los príncipes de Gales, para permanecer en el Pefíón 105 minutos exactamente antes de iniciar su crucero de recreo con rumbo desconocido, para evitar a la Prensa, aunque algunos observadores sitúan en sus cábalas posibles escalas en Italia, Malta y Egipto.En un coche deportivo descapotable, cedido por el cónsul honorario de Italia en la Roca, los príncipes Carlos y Diana atravesaron durante veinticinco minutos el centro de la ciudad, mientras los gibraltareños y los turistas llegados al lugar gritaban vivas y eslóganes en favor de Gibraltar británico.

En algunos puntos del recorrido hubo gritos y alusiones en canciones a España y al rey Juan Carlos I con tonos ofensivos. También pudieron verse varias pancartas en este sentido, aunque la verdad es que las personas que adoptaron esta actitud constituían una pequeña minoría.

Los príncipes, incómodamente instalados en la parte trasera del coche deportivo, sonreían y saludaban a izquierda y derecha de la calle, completamente llena de banderas de la Unión Jack y algunas gibraltareñas, cuyos proveedores, llegados recientemente de Londres, han hecho un pingüe negocio en tan sólo unas horas.

El príncipe Carlos vestía traje gris de verano, y ladi Diana, de blanco y turquesa. Al término del breve paseo automovilístico llegaron al yate Britannia, donde pasaron a descansar unos momentos antes de recibir en privado a los primeros jefes políticos y militares de la ciudad de Gibraltar y de la base militar que el Gobierno de Londres mantiene en estas latitudes. Es de suponer que tanto el ministro principal de Gibraltar, sir Joshua Hassan, como el líder de la oposición, Peter Isola, expusieron al príncipe los deseos de que Gibraltar permanezca ligado para siempre a la corona británica. A las 6.45 horas, el Britannia desatracaba del puerto de Gibraltar, seguido por un centenar de embarcaciones deportivas locales que le acompañaron, durante más de media hora, hasta la salida de la bahía de Algeciras.

A pesar de que los ánimos estaban muy encendidos en la población, no se ha registrado ningún incidente de importacia. El griterío, las banderas, los disfraces con los colores azul, blanco, rojo, incluso pintados en la cara, y las pancartas de bienvenida y crítica a lo español, casi se esfumaron a las pocas horas de la marcha de los príncipes, aunque algunos grupos permanecieron de fiesta hasta altas horas de la madrugada.

Intencionalidad de la visita

Detrás de la breve visita ha quedado, desde luego, el ambiente político y la intencionalidad de la misma. Ciento cincuenta periodistas de todos los países del mundo occidental han seguido de cerca la escala de los príncipes y no han parado de hablar del problema hispano-británico de Gibraltar. Los líderes políticos de la Roca han tenido una auténtica campaña de Prensa al alcance de la mano, y esperan que con esta demostración las negociaciones hispanobritánicas acordadas en Lisboa en abril del pasado año no lleven al Gobierno de Londres al entreguismo de la soberanía del Peñón.

Ayer causaron sorpresa y malestar en Gibraltar comentarios que la Prensa de Londres hacía en favor de una solución de este problema al estilo de Andorra, con una Administración conjunta hispano-británica. La exaltación británica en Gibraltar ha tenido dos vertientes: ha sido una reacción al miedo de que la metrópoli abandone la colonia y, a la vez, una réplica de desagravio ante las autoridades españolas por las restricciones que en las comunicaciones con la Península Ibérica sufren los gibraltareños desde hace doce años.

Incidente provocado

Una cosa parece cada vez más clara: este incidente entre Londres y Madrid parece claramente provocado por el Foreign Office. El acuerdo de Lisboa realizado por Carrington, por parte británica, con el apoyo de sir Joshua Hassan en Gibraltar, provocó muchas críticas hacia ambos políticos por haber aceptado, por primera vez en Ia historia.

Carrington y Hassan pensaban paliar las críticas con la apertura de la verja en junio del año pasadom, y ello no ocurrió por decisión de las autoridades españolas, que pedían garantías inmediatas para los trabajadores hispanos. A la crítica de la negociación se le sumó la desesperanza del cierre de la frontera, que aún perdura. Carrington y Hassan parecen haberse sacado la espina y recompuesto en algo su imagen ante sus detractores con la escala de los príncipes de Gales en esta colonia británica, que sobrevive a costa de la base militar, que es, en definitiva, el objeto central de la permanencia de la bandera de la Unión Jack en este territorio.

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