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Relanzamiento de la villa del marqués

¿Es Santillana del Mar una ciudad museal y muerta? La vieja y tópica pregunta fue contestada negativamente, al final de los cuarenta, por Dionisio Ridruejo, influido por el intento de la Escuela de Altamira y matizada más tarde por Lafuente Ferrari, que definió la villa como «el lugar en el que la arquitectura, se hace arqueología».La otra genial observación de Joan Miró y referida a las cuevas, de que «el arte está en decadencia a partir del bisonte de Altamira», podría completar la contradictoria opinión entorno a una villa de la que dijo ayer Ricardo Gullón no conocer otra en España de igual valor, y que «quizá en su tamaño alguna extranjera la iguala, pero ninguna la supera».

Ricardo Gullón, profesor de la Universidad de Chicago y uno de los fundadores de la Escuela de Altamira, tituló su discurso Pregón del relanzamiento de Santillana del Mar. Que la villa del marqués de los proverbios es ya un museo vivo le parece al profesor Gullón más cierto desde «las absolutamente extraordinarias ocho exposiciones» que se inauguraron ayer. Dicho en Santander, que mantiene todavía un no disimulado centralismo cultural respecto al resto de la región, tenía su intención, puesto que el acto se celebraba en el Museo Municipal de Bellas Artes y estaba convocado por el alcalde santanderino, Juan Hormaechea. «Sanrtillana del Mar y la Fundación, lo que ésta representa y va a representar en el panorama cultural español, no sólo montañés», remachó el pregonero, «serán un renacimiento que, como en el ave fénix, viene de un fuego que nunca se apagó»

Entre los «dignísimos representante del amor a Santillana», remontándose a textos del siglo pasado, el profesor Gullón citó, en primer lugar, los escritos por Pardo Bazán, Pérez Galdós y Unamuno, y un texto más modesto en renombre, pero que puso de relieve la importancia de la colegiata, debido a la pluma del montañés Escagedo Salmón, con cuyo recuerdo resumió Gullón sus citas a admiradores más recientes de esta villa, Sartre y el creador del pícaro Gil Blas entre los extranjeros, e innumerables autores nacionales.

El pregonero del relanzamiento de Santillana del Mar, dijo tener prisa por llegar a los años cincuenta de este siglo, fecha del nacimiento: de la Escuela de Altamira, radicada en la villa y que «fue una reunión de artistas plásticos, poetas, críticos y hasta arquitectos, que se acogieron al emblema del bisonte de Altamira como representante del arte de todos los tiempos y de ninguno». La escuela habría de chocar con el inmovilismo de la época y fue blanco de los ataques habituales. «Dijeron de nosotros», recordó Gullón, «que éramos un puñado de masones y comunistas cuando ni éramos masones ni comunistas, sino gente interesada en que Santillana del Mar llegara a ser lo que hoy es desde las ocho exposiciones que vamos a admirar en la sede de la Fundación Santillana un resumen extraordinario del arte moderno».

La idea de la Escuela de Altamira fue de un escultor y pintor alemán, Mathias Goeritz; su motor espiritual estuvo representado por Angel Ferrand. Al empeño se unieron inmediatamente Pablo Beltrán de Heredia y el propio Gullón, pero la escuela, por innovadora, habría fracasado de no haber contado con la ayuda del entonces gobernador civil de Santander, Reguera Sevilla, que «lejano a nuestras ideas abrió, sin: embargo, las puertas de Santander a la libertad en el arte. y la cultura», dijo Gullón, poniendo como ejemplo la revista Proel, en la que también empezó su carrera poética José Hierro, galardonado anteayer con el Premio Príncipe de Asturias de literatura.

Hacia el arte absoluto

Buscaban estos hombres, y discutieron apasionadamente el camino, el arte absoluto. Esa idea de la Pintura absoluta, que iba más allá del arte abstracto, coincidía, en opinión del profesor Gullón, con lo que desde -1916 estaba haciendo Juan Ramón Jiménez en su poesía, es decir, el verso desnudo; la quinta esencia de la poesía después de eliminar el resto" que es literatura.

Para Gullón, en ese camino la escuela se encontró también con el apoyo de otro gran teórico, Eugenio d'Ors, «único maestro que nos enseñó a ver la cultura de la misma manera que Juan Ramón nos enseñó aoír la poesía, no sólo a leerla». Eugenio, d'Ors, que -publicó con la Escuela de Altamira el famoso texto No hay tal prehistoria, protegió con su prestigio a la escuela.

El pregonero terminó felicitando al presidente de la Fundación Santillana, Jesús de Polanco, por «tan generoso empeño», haciendo por último la alabanza, de Pablo Beltrán de Heredia, "brazo ejecutor que ha dado realidad a un sueño que desde el cielo de los artistas, donde indudablemente están, habrán de aplaudir quienes antes qué vosotros quisieron convertir a Santillana del Mar en un centro cultural universal, no provinciano, que es enemigo nato del arte".

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