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Tribuna:
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Mi, tu, su, nuestro Cervantes

¡Ay!, muchas veces esas largas y sañudas polémicas literario-ideológicas que enfrentan a brillantes y reputadas plumas no hacen sino ocultar su íntima provocación en, por ejemplo, la novia que uno de los escritores le ha quitado a otro. Pero respetemos las normas, no vamos a sacar a esta palestra unos u otros motivos ínfimos que avivaron desde un principio nuestras discrepancias, ¿eh, socios? En fin...¿Pero, qué os pasa? Ya sabemos que la opinión del público y la crítica en general ha aplaudido nuestra realización (mía y de mi equipo) de la serie Cervantes y sólo ha habido ciertas reservas acerca de algunas inexactitudes biográfico-históricas en la vida de don Miguel. Eso y algunas voces represivas, contrariadas por el tono desvergonzado (realista) con que hemos tratado alguna institución o forma de pensamiento que, no por antiguas, dejan de estar funestamente presentes, y precisamente por eso.

¿Pero, bueno, os habéis asustado? ¿Temíais, tal vez, aumentar la crispación del país, como culparon a otros? Por lo que sea, el caso es que os habéis lanzado, en seguida a delegarme responsabilidades. Pues muy bien, hombre, que «la irritación provocada en algunos sectores de nuestra sociedad -pero también el entusiasmo de otros»- caiga sobre mí. Asumo totalmente esta pelicula de nueve horas, cuya dirección y resultado tanto gozo me ha producido. Porque afirmando su esencia de obra de creación, sólo como tal y sólo por ella me harán rendir cuentas. Ella representa mi libertad de expresión, y lo demás -lo vuestro y lo de otros- sólo son pataleos.

Queréis disculpar en vuestro guión (¡siempre como pidiendo, perdón, pobrecitos!) la débil historicidad de alguna escena, como «licencias narrativas», y de, la de otras, lo achacáis al tratamiento del realizador (como si éste no pudiera tener licencia alguna) o a sus correcciones del guión. Bueno, pues también asumo y me afirmo en todos esos derechos. Sólo le debo respeto a mi obra. ¡Pero, bueno, tanto hablar de libertad de expresión y parece que nunca la hubierais usado! Claro que, para eso, hay que crear algo nuevo y sólido, honrado y orgulloso, no actuar sólo de amanuense y recopilador.

Dos puntualizaciones que son más

Os quería decir esto y otro par de cosas. Mirar, primero, yo no he convertido vuestros seis episodios en nueve. Lo que pasa es que esos seis episodios duraban nueve horas. Vuestra confusión viene del hecho de desconocer la duración que el ritmo cinematográfico exige de una descripción o un diálogo escrito. Sencillamente, es que no tenéis ni idea.

Segundo. Sí, claro que he corregido partes del guión (rechazasteis colaborar conmigo, ¿os acordáis?). Sí, al cesto fueron aquellas escenas farragosas que paralizaban el ritmo cinematográfico (¿sabéis lo que es eso?). Al cesto fueron las escenas repetitivas y que no sugerían ni aclaraban nada (¡pero, hombre, repetir cuatro fugas idénticas de don Miguel! ¡Síntesis, concreción, por favor!). Y lo que, seguro, más os ha fastidiado, la correccion de diálogos. ¡Caramba, lo siento, pero es que no he visto jamás diálogos peor escritos para el cine! i Que una cosa es ponerse, pumba-pumba, a escribir, y otra tener que decir, hablar, con esas frases! ¡Que luego se quejan los actores, y es lógico!

Tercero (y de lo que me siento más satisfecho), la supresión de las intervenciones de Cela. Por un lado, la intervención de un comentador de la narración dramática no me parece de lo más «sutil» como recurso fílmico (aparte de estar copiado del Leonardo de Vinci italiano). Siempre me (nos) ha parecido que cualquier sugerencia, ambigüedad, conexión, hipótesis, misterio o contrapunto, que desarrolle o haga compleja una historia debe estar inmerso y sujeto a la propia estructura de la narración, extendiendo y diferenciando sus niveles de lectura. Lo demás -lo vuestro- sólo son recursos torpes, aunque estén apoyados en la recia estética, pedagógica y adoctrinadora, del realismo socialista que el bueno de Isaac, como último de sus adalides, aún maneja.

Los ladrillos del académico

Bueno, pues dicho y hecho, cogí los ladrillos que nos iba a endilgar el ilustre académico (por ejemplo: « ... Cela aparece husmeando en la cocina de Cervantes .. », «... aparece Cela por una calle y los mendigos de la escena que se está desarrollando piden tabaco ... », « ... Cela sale de uno de los bancos del Tribunal de la Inquisición y dice: ¡Luces, cámara, acción ... !», y tras cada una de estas interrupciones de la acción lanzaba una parrafada de cinco folios, ¡por favor!) e intenté que las sugerencias que pudieran encerrar se vieran entretejidas o reflejadas en la propia narración. Sí, corregí el guión. El resto -el rollo, la didáctica, el compadreo narcisista-, ¡a la papelera!, tan tranquilo, sin cadena opresiva del espíritu libre (que decís), pero con algo depugna entre el creador y el poder (que decís, pero olvidáis). ¡Pero, hombre, con apariciones tan groseramente tramadas, con algo tan burdo y grotesco queréis ganar en sutilidad, pues vais listos! ¡Que Howard Hawks nos juzgue! Y si creéis que estas inútiles cuñas podrían evitaros el mea culpa por vuestros errores o falta de documentación, vais de canto, podéis seguir entonando vuestros lacrimógenos escritos de exculpación: ¿Oye, no os han dicho que más parecíais cumplir la penitencia de una autocrítica ante cualquier tribunal inquisitorial pasado o presente que otra cosa? Porque la verdad es que si no comparecísteis ni en el programa La clave ni en ningún otro es porque estáis bastante «pegados» en el tema Cervantes (seguís teis la biografía de J. A. Cabezas y poco más, chicos, que toda la documentación de su vida, época y costumbres, se la tuvo que empollar este menda y su equipo, que no hicisteis acotaciones, y, de las pocas, bastantes eran erróneas, ¡jo!).

Y algo más: de estetizante y elitista habréis comprobado que nada (leerlo: estamos en los más altos niveles de aceptación de la programación de Televisión Española) -esa debe ser otra manía del bueno de Isaac, que ya acusara de ello a Juan Benet (y por lo que recibió su buen vapuleo dialéctico)-. Pero, nada, Isaac, que no aprendes; tú siempre igual, y «escribiendo tan mal (como ya te dijo Benet), sin aprender a moderar el lenguaje ni afilar el pensamiento». En fin, la vida sigue igual... (¡ah, perdón!, en esa película de Julio Iglesias sí se debió respetar el guión, ¿no, Eugenio?).

Tampoco veríais nada contado con lenguaje de corte de telefilme. De esto no había peligro; yo nunca lo he hecho, y Matji, tampoco -por eso los guiones de la serie La máscara habéis tenido que reescribirlos casi todos-; en eso, tranquilos, ¿no?, ipuf!

Total, pero, ¿qué os pasa?, ¿de qué os quejáis? La serie ha quedado espléndida (cito), yo he asumido vuestras públicas disculpas y, tras éstas, ha debido disminuir la crispación del país (decírselo al señor ministro, no os olvidéis), se mantiene vuestra reputación (eso sí) y, mientras, nuestro Cervantes sigue vendiéndose con gran aceptación por todo el mundo, ¿estáis ya tranquilos? ¿Sí? Bueno, pues no sé por qué he tenido que escribir tanto si yo sólo quería mandaros a hacer puñetas.

Alfonso Ungría director de cine, es el realizador de la serie televisiva Cervantes, y replica en este artículo al escrito publicado por los guionistas de la serie (Véase EL PAIS de 21 de junio): Daniel Sueiro, Isaac Montero, Manuel Matji y Eugenio Martín.

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