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Una estatua ecuestre de Franco continúa presidiendo la plaza más importante de Valencia

El pasado 23 de febrero por la noche, la plaza del País Valenciano (antes del Caudillo, antes Emilio Castelar, centro neurálgico de Valencia, era ocupada por los carros de combate del entonces capitán general de la III Región Militar, Jaime Milans del Bosch, como parte del frustrado intento golpista. No sólo había carros de combate, Franco estaba allí.

La presencia del caudillo no era solamente espiritual, sino también física, a través de la escultura ecuestre en bronce que continúa presidiendo la plaza a la que daba nombre. Franco, pues, con una bandera nacional en la mano derecha, que ostenta permanentemente gracias a la tenacidad de los grupos ultraderechistas, presidía cabalgando la ocupación militar de Valencia.

No obstante, es conveniente señalar que la presencia de la efigie del dictador tenía en ese momento y sigue teniendo carácter interino. El Ayuntamiento de Valencia, con mayoría de izquierdas, aprobó por unanimidad en un pleno celebrado el 27 de abril de 1979 la retirada de la vía pública «de los símbolos y figuras de la etapa no democrática».

Este acuerdo, de carácter general, se concretó mediante una moción aprobada — por unanimidad— por la comisión municipal de cultura el 11 de enero de 1980. La citada comisión acordó, según reza el acta de la sesión, «que se retire de la plaza del País Valencia el conjunto escultural con la estatua ecuestre del general Francisco Francó», y puntualiza «que su ubicación definitiva será el museo Histórico Municipal». En tanto no se adecue una sala en éste, el Ayuntamiento preveía su instalación en el museo de Bellas Artes Pío y. Hace casi año y medio, pues, que Franco está ocupando en Valencia un puesto del que ha sido explícitamente destituido.

Atado y bien atado

Parece que las dificultades para descabalgar la escultura de su privilegiado puesto en la plaza son importantes. El alcalde de Valencia, Ricard Pérez Casado, del PSOE, ha indicado que el conjunto es difícil de desmontar, dado que la escultura y el pedestal sobre el que descansa están profundamente anclados en el suelo mediante unas largas prolongaciones metálicas que, al parecer, llegan hasta más abajo de los antiguos urinarios públicos —hoy cerrados— sobre los que se edificó el monumento.

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La obra es complicada, ya que el alcalde ha indicado que no desea dejar la peana separando de ella sólo al caballo y al jinete. Serian necesarios varios días de obras y, al parecer, dada la vitalidad de los grupos de extrema derecha en la capital valenciana —que no sólo se ocupan de que Franco lleve siempre una bandera en la mano derecha, sino también de colocar flores al pie de la estatua—, la Corporación municipal no desea que el desmantelamiento de la estatua pueda provocar más incidentes en la ciudad que los que ya se han suscitado en torno a si la bandera valenciana debe o no llevar una franja azul.

La efigie de Franco se instaló a principios de los años sesenta y, al parecer, con la intención de hacer muy difícil su desaparición. Perteneciente a una serie debida al escultor Capuz, la obra ha resistido hasta ahora impasible incluso a un intento más expeditivo de hacerla desaparecer. A principios de 1977, un grupo de miembros del FRAP, utilizando un camión y cuerdas metálicas, intentó destronar al caudillo sin conseguirlo, ya que éste resistió más que las cuerdas, que terminaron partiéndose.

Por otra parte, cuando el Ayuntamiento democrático tomó la decisión de desmontar el monumento, lo ofreció, tal como se estipulaba el correspondiente acuerdo, al museo de Bellas Artes Pío V con carácter provisional. La dirección del centro invitó al Ayuntamiento a dirigirse al delegado provincial de Cultura, Marco Molines, quien recientemente cesó en su cargo sin haber dado respuesta por escrito al ofrecimiento municipal.

El disgusto del capitán general

Pero parece que, sobre la dificultad para encontrar nuevo alojamiento al general y al caballo, otra razón ha venido pesando hasta hace poco para que el monumento permaneciese en su ubicación tradicional. Cuando el Ayuntamiento tomó el acuerdo, el portavoz del grupo de concejales de UCD, José Luis Manglano, fue personalmente a comunicárselo al teniente general Milans del Bosch. Este se Iimitó a mostrar contrariedad al conocer la noticia.

Hubo posteriores conversaciones para ceder la estatua al Ejército, lo que llegó a estar bastante concretado. Sin embargo, varias fuentes fiables aseguran que Milans del Bosch amenazó al alcalde con rendir honores militares de jefe de Estado a la estatua al ser desmontada, aunque Pérez Casa niega que Milans le llegase a decir tal cosa.

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