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DECIMOTERCERA DE FERIA DE SAN ISIDRO

La sangre torera de Pepín Jiménez

Pepín Jiménez salió corneadó al entrar a matar al quinto. Quedó suspendido en el pitón durante unos dramáticos segundos y cayó desmadejado. En el muslo se apreciaba el orificio de la herida, y manaba sangre, que tiñó con una gran mancha la seda verde de la taleguilla. Las asistencias le trasladaron con toda rapidez a la enfermería, y en la plaza -un escalofría de angustia- quedó para el resto de la tarde un sentimiento de desolación.Unos minutos antes, el público se desesperaba porque no podía darle a Pepín Jiménez el triunfo que merecía. Lo perdía con la espada, pinchazo a pinchazo, lo mismo en ese novillo que en el otro. Ayer ratificó en Las Ventas la vitola de figura que se le empezó a adivinar en su presentación. Algo hay en este torero que lo distingue de los demás. Por de pronto, personalidad la tiene. Y da la sensación de que también convencimiento de su valía. Pisa con firmeza, no oculta ese toque de suficiencia de quienes están convencidos de su superioridad.

Plaza de Las Ventas

Cinco novillos de Flores Albarrán, terciados, mansos y difíciles, con enorme casta, y quinto de Pío Tabernero, manso. Fernando Ribera: Tres pinchazos y estocada baja (silencio). Pinchazo hondo atravesado, cuatro pinchazos más, media atravesada y descabello (silencio). Pepín Jiménez: Tres pinchazos, primer aviso con retraso, otros tres pinchazos, estocada atravesada, rueda de peones, segundo aviso y descabello (ovación y salida al tercio). Dos pinchazos y estocada de la que sale cogido, y pasa a la enfermería. Ribera acaba de estocada (vuelta que da la cuadrilla de Jiménez). Yiyo: Pinchazo y media (Silencio). Pinchazo y estocada ladeada (vuelta protestada). Buena entrada. Parte facultativo: Jiménez sufre cornada en muslo. Dos trayectorias: hacia arriba, veinticinco centímetros, destroza vasto interno y abductores; hacia atrás, veinte centímetros, arranca colaterales y femoral. Profundo shock. Pronóstico grave.

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Sin embargo, es, al tiempo, una pura paradoja. La faena importante, sobre todo significativa, la hizo en su primer novillo. Fue una faena para estudio por los múltiples contrastes que en ella se sucedieron. El Flores Albarrán, como toda la novillada de este hierro, tenía una casta asombrosa, y, también como toda la novillada, era muy difícil de dominar. A Pepín Jiménez le bastaron tres muletazos.

Con sólo tres muletazos -toreo en redondo, temple, mando, la mano baja- el novillo se le había entregado y el público también.

La lidia, hemos dicho muchas veces, empieza en el primer capotazo, y la misma regla vale para todos los tercios y todas las suertes. La condición del toro, cuando lo es de casta, exige que no haya equívocos sobre quién manda en el ruedo y que el mando lo ejerza el torero con sabiduría y firmeza. No hay más alternativas en toreo: si no manda el torero, mandará el toro. Lo mismo cabe decir sobre la calidad de las faenas. El triunfo empieza a construirse en el primer pase.

Todo lo hizo así Pepín, pero su error debió ser apartarse del novillo al rematar esos muletazos y pasear por la arena recogiendo, aplausos. Este defecto ya se lo apreciamos el día del debú. Al novillo de pasta que además está entero -como ocurría ayer- no se le debe cortar la faena, porque reemprenderla supone volver a partir de cero. Así, en la siguiente. tanda, el novillo estaba de nuevo crecido y el torero sufrió un desarme. Vino después el momento cumbre de la tarde: tres redondos impresionantes de ligazón y temple, cambio de mano, y al rematarlos con uno de pecho que ni había soñado el que lo inventó, ¡la locura! Parecía que el éxito grande estaba logrado, pero no era así. Lo bueno y lo malo se sucedían en este paradójico torero, y ocurrió que después de la tanda cumbre perdió los papeles, tuvo que salir de estámpía y tomar el olivo. Más derechazos buenos y otro desarme. ¿Quién era, quién va a ser Pepín Jiménez? ¿El que se descompone o el que les anda de maravilla a los toros, sabe colocarse, templa, manda, borda el toreo?

Mató fatal, lo cual quizá se deba a una lesión de muñeca, donde, según nos dicen, tiene colocados tornillos para soldar una fractura. En el quinto, que ya no tenía casta -era un producto mansón típico de la divisa de Pío Tabernero-, pudo hacer el toreo más reposado, gustándose en la instrumentación de naturales y derechazos, pases de pecho, trincheras, molinetes, afarolados. Aguantó con tranquilidad algún parón del novillo-mulo, y tampoco aquí faltaron algunos desarmes. Finalmente, vendrían los pinchazos y la cogida. Cuando, entre la general consternación, se lo llevaban a la enfermería, había en la plaza el convencimiento de que la cornada ponía en juego el futuro de una figura.

La novillada resultó interesantísima por la casta enorme de los Flores Albarrán, agresivos y fuertes, y por la impresionan,te voluntad de los toreros para vencer las múltiples dificultades que presentaron. Estos casi siernpre se vieron desbordados por los novillos, pero de ninguna manera hay que echarles cuentas de los fallos: son novilleros, es,lógico que los tengan. Y está bien que los midan con este ganado, pues así es como tiene mérito y deben cimentar su aprendizaje. Unicarnente el sexto, que era huido, embistió con suavidad cuando Yíyo lo redujo eri el tercio y ligó varias series de aceptables derechazos. El resto, con siete gatos en la barriga, y en muchos casos espectacular mansedumbre, llenó la tarde de emoción e incidentes y produjo un espectáculo de primer orden.

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