_
_
_
_
Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

La continuidad exterior de Francia

LOS PRIMEROS movimientos políticos de François Mitterrand oscilan entre la rutina de la inauguración de la presidencia -recibir a los dirigentes de cada una de las formaciones políticas y sindicales, de organizaciones y de instituciones con peso en la vida nacional- y la preparación de las elecciones generales del 14-21 de junio, cuyos resultados son trascendentales para su estabilidad y sus posibilidades de gobierno. Cabe suponer que hasta pasadas esas elecciones no entrará a fondo en los cambios profundos de la vida política pública de los franceses, y pero sí que puede realizar algún acto espectacular que ayude al partido socialista a conquistar la mayoría parlamentaria (resultado bastante posible, aunque la derecha cree en la posibilidad de que el electorado francés elija una mayoría «de contrapeso»). Necesita, al mismo tiempo, dar seguridades de una mejora inmediata de la clase obrera y no asustar (sino sumar) a la burguesía moderada de qué no va a ser desclasada. Muchas personas de este último grupo, tan amplio en Francia, le han votado por miedo al aplastamiento por arriba; tiene que tranquilizarlas en el sentido de que no van a sufrirlo desde abajo. Su primer Gobierno contiene nombres tranquilizadores.Pero en lo que Mitterrand se ha dado prisa a partir del primer momento es en la cuestión de las relaciones exteriores. Giscard gozaba de prestigio con Schmidt, con quien mantenía contactos continuos para diseñar una política europea; lo tenía en Washington, donde representaba una garantía mayor que un hombre de la izquierda como Mitterrand, y lo tenía en Moscú, donde se apreciaba el esfuerzo París-Bonn pará contener la ofensiva de Reagan. Mitterrand se ha esforzado en asegurar a este triángulo decisivo que todo lo que pueda cambiar será a favor de la dirección que ya se llevaba, y no en contra. En este aspecto hay algo aleccionador, ejemplar: el nuevo presidente entiende que la situación de Francia en el espacio exterior necesita una continuidad; que una serie de lazos económicos, políticos y hasta militares -la disuasión nuclear, la famosa force de frappe del general De Gaulle- son irreversibles y que obedecen a un concepto de Francia que está por encima de los partidos políticos, Id cual es solamente posible porque los presidentes y Gobiernos anteriores habían concebido con el mismo significado esta política internacional: una tendencia a la «independencia dentro de la interdependencia» en el mundo occidental, un sentido de que la política de bloques es siempre peor que la de relaciones múltiples, un concepto de Europa definido y la filosofía de "que la negociación es mejor que la amenaza, y no sólo con la URSS, sino con el Tercer Mundo. Es decir, un terreno amplio donde la continuidad es posible. La utilidad para Mitterrand de estos contactos -que han empezado con la visita de Schinidt y con una correspondencia con Reagan- es la de evitar cualquier intento de aislamiento internacional en tanto se aclarase su intención política y la de asegurarse frente a sus electores. En ese mismo sentido de amplitud de las relaciones puede inscribirse una serie de actos, desde la oportuna llamada telefónica al Rey de España en la noche del terrorismo en el Banco Central de Barcelona hasta las que muestran una afinidad política determinada: la Internacional Socialista, la selección de invitados latinoamericanos a las fiestas de inauguración de la Presidencia -con numerosos escritores en ruptura con los regímenes de sus países- y la inclinación al Tercer Mundo.

Claro que cuando toda esta política se desarrolle ampliamente, después de las elecciones, surgirán necesidades de alterar las relaciones en algunos puntos. La nueva política económica que Mitterrand tiene obligación de implantar en el país podrá incidir en el Mercado Común y en la complejidad del sistema monetario; el tercermundismo que proclama estará en contradicción demasiado abierta con las nuevas ideas de Reagan -que lo pretende selectivo, dividido entre buenos y malos, definiciones en las que no van a estar de acuerdo-; y la Unión Soviética considera con desconfianza los gestos que pueda hacer Mitterrar.d para asegurar su occidentalismo y aborrece las inequívocas posiciones de Mitterrand contra el «expansionismo soviético».

En definitiva, parece bastante exacta la frase que uno de los consejeros de Reagan ha pronunciado después de la entrevista Schmidt-Mitterrand: «El canciller y el presidente están de acuerdo en que el cambio producido en Francia no tendrá toda su significación hasta después del segundo turno de las elecciones legislativas. Esos resultados determinarán la orientación general de la diplomacia francesa».

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

¿Tienes una suscripción de empresa? Accede aquí para contratar más cuentas.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_