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Tribuna:TRIBUNA LIBRE
Tribuna
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La torre del Mundial, una ocasión perdida para la ciudad

En otros tiempos, no tan lejanos, fueron las grandes exposiciones, industriales ocasiones o pretextos para incluir en la imagen urbana nuevas formas que diesen cumplido testimonio de que la sociedad marchaba con los tiempos y que los avances de la tecnología, además de estar al servicio ded desarrollo y el progreso, también podrían contribuir a enriquecer el entorno edificad con aportaciones tan significativas como las del pasado. Recientemente, las olimpiadas han dejado en algunas ciudades huellas impresionanates, que, influyendo en la imagen urbana, han permitido el énfásis tecnológico y la expresión de formas vanguardistas más o menos acertadas. El hábitat de Montreal, las estructuras de Nervi, Frei Otto y Kenzo Tange, en Roma, Munich y Tokio, respectivamerite, son ejemplos.El Campeonato Mundial de Fútbol entra en el calendario de oportuniades para la realización de esfuezos puntuales que contribuyan a esa redefinición constante de la forma urbana. Me estoy refiriendo a la forma urbana no como simple, trazado, conformación de suelo, itinerarios, etcétera, sino a aquella forma urbana tan perceptible en las aportaciones monumentales, significativas, que parece reclamar la sociedad para justificar las grandes inversiones pasajeras,

En los días siguientes a la Semana Santa, los habitantes de una zona de Madrid han visto surgir, por encima de las edificaciones existentes, una columna de hormigón cuya altura aumenta sin remedio, como si las recientes lluvias estuviesen contribuyendo a su desarrollo. No hay grúas, no hay montaje percetible en las inmediaciones que le ayude a crecer. Sólo una corona metálica en el tope, réplica de una yema vigorosa y sana, va generando más y más presencia al artefacto. En el suelo, una oruga inmensa, hecha de camiones bombona, vomita continuamente hormigón para nutrir el intenso soporte.

La técnica patrocina estos prodigios que hacen realidad antiguas fábulas como la de las habas milagrosas. Atónitos, los ciudadanos hemos empezado a trocar nuestro susto por curiosidad, y del germen de nuestra posible indignación han brotado fascinación y resignación a partes iguales. Un cartel muy reciente en el solar nos dice que aquello es iniciativa de RTVE y que los responsables técnicos son sus servicios de arquitectura, con algunos nombres propios y alguna sigla extranjera entre los consultores.

Falta de información al ciudadano

No hay justificación alguna para esta falta de información previa al ciudadano. El habitante de Madrid que ha visto el fenómeno por primera vez se pregunta qué es aquello, si va a ser más alto que el Empire State Building de Nueva York, si es verdadezamente necesario, si va a ser hermoso o si vale la pena. Todo es incertidumbre excepto una cosa: va a ser colosal. Extraído por la tecnología desde la nada y por RTVE desde él baúl de las sorpresas, ya nos tiene sometidos a su indiscreta presencia. ¿Tanto ,asustó a los responsables de esta mole esbelta y desafiante la réplica o el comentario de una población debidamente informada?

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Madrid, como Londres con su torre de Correos o Rotterdam con su Euromast, va a ser congelado en postales futuras, a base de torre de televisión. Es inevitable. Pero no es esto lo que me preocupa; he defendido siémpre que cada etapa de la vida de la sociedad debe contribuir a la imagen urbana con medios propios. El ingenio en cada tiempo debe fundir tecnología, posibilidades económicas, necesidades de la civilización y espíritu creador para configurar 14 nuevas catedrales. Lo que me preocupa y me hace desconfiar es el sigilo, la finura y el tino con que nos dan el golpe. Si no fuese porque lo veo crecer desde la vecindad, pensaría que el asunto es cosa de extraterrestres. En este caso, no cabe el entusiasmo ni la identificación que pudieron tener, por ejemplo, los parisienses con la obra de Eiffel o los brasileños -salvando escalas- con la de Niemeyer y Lucio Costa.

El tema tiene mucha más importancia que la que al parecerse se está dando. Por dos razones: en primer lugar lo que significa en la ciudad, nuevo monolito, y en segundo lugar, por la descofianza y la falta de respeto a la población, que supone el hecho consumado. No queda otro recurso que el del pataleo, porque tirarlo, si hubiese que pisarlo, exigiría el uso de tecnología según más sofisticadas que las que lo han dado existencias.

No entiendo que haya habido tanta suspicacia, tanta ardorosa defensa del entorno y tanto aviso de las instituciones, con ocasión de determinadas desapariciones de edificaciones históricas y un cambio tanto silencio e inexplicable apatía ante esta aparición. Todavía hoy ese silencio sigue envolviendo a esta interminable erección. El nuevo aporte de monumentalidad urbana prosigue, sin remedio, la conquista de la imagen de Madrid.

Silencio inexplicable ante esta explicación

Nada me hace pensar que la custodia de esta torre abandone A nuestra ciudad en mucho tiempo. Nuestros nietos sumarán en su resumen de la ciudad este nuevo hito al viaducto, al Palacio de Correos o a la Telefónica, igual que éstos se han sumado en nuestra cotidianeidad al palacio de Oriente, la plaza Mayor o la estación de Atocha. Esperemos, siendo optimistas, que el resultado sea por lo menos elocuente -yo también deseo que sea hermoso- y que su aportación definitiva a la ciudad, ya que es irreversible, sea algo más, que soportable. De otro modo, será cuestión de plantearnos algún tipo de indemnización los madrileños por esta cicatriz que pueda dejarnos el Mundial de Fútbol, en aras de una mejor información para todos los españoles.

Como profesional perteneciente al sector que teóricamente más tiene que decir sobre el asunto, mi lamento es más agudo. Sin dudar de la valía de los Servicios de Arquitectónicos de RTVE, pienso que no es justo pedir a las grandes empresas de todos los españoles, como RTVE que convoque en casos como estos -claramente extraordinarios y relevantes-, con las más rigurosas de las bases y las urgencias atendibles, un concurso abiertodonde pueda volcarse la participación de artistas, ingenieros y arquitectos. En el caso deldoncurso, el resultado, además de no ser imprevisto y sorpresivo para la población, hubiese permitido la polémica y el debate que se hacen indispensables en el proceso de toma de concien cia sobre los problemas de la ciudad, que por supuesto no son sólo criterios de uso, diagramas de tráfico, densidades o metros cúbicos.

No sé si la silueta de Manhattan es más, hija de la especulación que del sueño. Tampoco sé si el encanto de Venecia hay que atribuirlo a las necesidades o a la voluntad de las clases poderosas. Lamento no tener en estos momentos los datos suficientes para sabor con certeza si Santiago de Compostela se debe más a la Iglesia que al oficio y la sensibilidad que los siglos deposítan en los pueblos. Madrid no se muere de esta, pero no cabe duda que estamos facilitando a la historia jsus juicios futuros sobre la paternidad de nuestra imagen: la eficacia a corto plazo y el despotismo no ¡hastrado.

Quede constancia de que aun que confío como único recurso que la ciudad podrá sentirse orgullosa del nuevo símbolo y de la innovación que se nos impone, desde aquí rechamo menos condescen dencia a quienes en las institucio nes democráticas pueden no tener la, y menos sigilo a quienes saben utilizarlo, para que en el futuro no se repita, casi clandestinamente, un hecho tan irreversible para la con formación de la ciudad. Como antes he dicho, no levantaría mi voz para pedir que se destruya, si hubiese que destruirlo, y creío que como yo tanto ciudadano sensato y prudente que mide sus posibilidades, sigue confiando en sus gestores y lamenta su marginación.

Antonio Vélez Catrain es arquitecto y profesor de Proyectos en la Escuela Técníca Superior de Arquitectura de Madrid.

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