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Tribuna:TRIBUNA LIBRE
Tribuna
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El tren de bandas en caliente y la siderurgia integral española

La polémica sobre la ubicación óptima del tren de bandas en caliente (TBC) que haya de alimentar al tren de laminación de chapa en frío de Altos Hornos del Mediterráneo (AHM) en Sagunto se ha despertado en los últimos meses con peticiones insistentes y hasta ásperas de agrupaciones empresariales y sindicales de Asturias y el País Valenciano. Creo que no es bueno ni para España ni para nuestras regiones polemizar en un tema que, de resolverse dando la satisfacción a todos, podría crear -como ha sido el caso de repúblicas federadas y provincias autónomas de Yugoslavia durante muchos años- un exceso de capacidad en nuestras inversiones. En este sentido, quiero hacer unas reflexiones generales sobre la manera como convendría identificar y ejecutar las inversiones para el mejor interés dé la economía española.El objetivo a largo plazo de la siderurgia integral española debe ser satisfacer la demanda nacional de acero y productos siderúrgicos al menos coste social. Dada la prevista integración de España en la CEE, el coste social ha de medirse a precios mundiales para que las nuevas decisiones de producción e inversión/ desinversión favorezcan la competitividad mundial de los productos españoles, tanto en precio como en calidad y servicio. La cuestión más importante para la siderurgia integral española es cómo asegurar en los años noventa, mediante un suministro óptimo de bobinas en caliente, la chapa necesaria de la industria nacional. Las alternativas son tres, mutuamente excluyentes:

a) Importar bobina caliente, como hasta ahora, hasta cubrir las necesidades nacionales.

b) Instalar en Ensidesa (Avilés) un TBC semicontinuo con una capacidad máxima de 2.000 millones de toneladas al año.

c) Instalar en AHM un TBC semicontinuo para dos millones de toneladas al año, ampliable a cuatro millones de toneladas al año.

Puestas así las cosas, hay diferentes variables a considerar en todo el proceso de decisión. Primero, la decisión no parece urgente a la vista de la retracción de la demanda, cuyas tendencias requerirían que el TBC estuviera en plena operación en 1988 o 1989 y la extensión entre ocho y once años más tarde; quedan, todavía, unos pocos años para pensarse este tema. Segundo, los criterios de ubicación no deben ser tanto crear empleo en cualquiera de las regiones, sino optimizar la estructura de la siderurgia española. Una inversión de este calibre, que implicará no me nos de 40.000 millones de pesetas, no puede tomarle alegremente y por motivos sentimentales más o menos lacrimógenos como si estuviésemos todavía en los tiempos del subdesarrollo, cuando las in versiones se decidían en función directa de los aplausos y las inquebrantables adhesiones. El empleo generado por la inversión del TBC es escaso en cualquier alternativa (unos 570 puestos directos de trabajo) y existen métodos más eficientes para generar empleo. Tercero, se están aduciendo razones negativas más que positivas: por ejemplo, que los excesos de capaidad de Ensidesa -cuando su cabecera produzca siete toneladas al año de desbastes- tendrían que resolverse con el TBC como única manera de equilibrar la producción de slabs. Una solución alternativa podría ser, para repartir los posibles beneficios de la laminación en frío, ligar a) los precios de parte de los slabs que Ensidesa vendería con b) los precios finales de los productos fríos. El resto de los suministros de slabs deberían someterse a las fuerzas del mercado. Cuarto, hay razones poco importantes desde el punto de vista económico como a) el ahorro energético; b) la obsolescencia tecnológica entre la instalación de la primera fase de un tren semicontinuo y su ampliación unos diez años más tarde -que puede recuperarse parcialmente por la ampliación-, y c) los costes de transportes de slabs, que son prácticamente equivalentes a los costes de transportes de bobinas calientes. Estas últimas, sin embargo, sufren un mayor deterioro en el transporte. Desde el punto de vista privado, no es de extrañar, por tanto, que, dada la similitud de las cifras estudiadas, tanto Ensidesa como AHM puedan demostrar que el establecimiento del TBC estaría justificado para las dos y cada una de las empresas comparado con la alternativa de no llevarlo a cabo. Pero, como decía más arriba, las cuestiones más relevantes depasan el ámbito microeconómico o privado de cómo optimizar la estructura de AHM o Ensidesa, y son qué estrategia debe seguir a plazo largo la siderurgia integral española y quién está dispuesto a asumir los riesgos económicos que cualquiera de las dos alternativas implica.

Pensando en el futuro

En este sentido, hay razones importantes que aconsejarían la instalación del TBC en Sagunto: el importantísimo, control de calidad de las bandas para alimentar el tren frío sería imposible de hacer en Ensidesa; AHM tiene en sus instalaciones de Sagunto mejor facilidad de transporte que la enrevesada red interior de Ensidesa; las instalaciones de AHM son más modernas y con posibilidades de ampliación; el impacto sobre el sector privado circundante sería más eficiente en Sagunto que en Asturias; el apoyo de financiación local e impacto multiplicador es superior sobre el denso tejido urbano de la zona Sagunto-Valencia. La estructura financiera y costes de producción de Ensidesa, finalmente no permiten todavía absorber y transferir eficientemente los beneficios de la primera etapa (hasta dos millones de toneladas al año) del TBC, y más importante, su capacidad física con el TBC que daría limitada a partir del momento en que la demanda nacional de bandas en caliente alcance los dos millones de toneladas al año. La capacidad de AHM, por el contrario, no haría sino continuar hacia el proyecto más rentable de todos los barajados, que es la extensión del TBC de dos millones a cuatro millones de toneladas al año. La instalación del TBC dos millones de toneladas al año en Sagunto adelantaría la decisión de proceder con los planes de expansión eficientes de AHM cualesquiera que éstos fuesen, adelantando así sus beneficios netos. Este avance de los beneficios futuros de expansión es una corriente de beneficios con que cuenta la alternativa Sagunto frente a la de Avilés.

En otras palabras, la solución del TBC en Sagunto es la única que permite, con el mínimo coste de oportunidad, la realización futura de una planta integral que en todas y cada una de sus instalaciones tenga el máximo grado de modernidad y competitividad, cosa esta que, además de ser irrealizable en Asturias, anularía la viabilidad de Sagunto en un futuro. Además, el primer mercado de España es el Mediterráneo, y más concretamente el catalán, que, en el caso de ubicar el TBC en Avilés, sería mercado natural de las modernas plantas, ribereñas del Mediterráneo, que exportarían así el paro a nuestra economía. Eso, por supuesto, no quiere decir que todos los beneficios sociales y financieros de la operación tengan que quedarse solamente en el entorno de Sagunto; los excedentes económicos producidos por el TBC y la venta de laminación en frío tendrían que repartirse con la producción tradicional de cabecera de manera que a Ensidesa no le tocase bailar con la más fea, convirtiéndose en un centro de producción mientras AHM fuese un centro de beneficios. Precisamente para esto el INI ha organizado una estrategia común para el sector de la siderurgia integral cuyas resoluciones concretas en lo que toca a Sagunto esperamos con interés.

Leonardo Ramón Sales es conseller de Industria y Comercio del Consell del País Valenciá.

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