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A Washington le preocupan las nacionalizaciones francesas

Aunque las primeras reacciones de los medios políticos norteamericanos respecto a la victoria de François Mitterrand son relativamente moderadas, no queda oculta cierta preocupación por la eventual participación de los comunistas en el nuevo Gobierno francés, junto con el programa de nacionalizaciones de las principales empresas galas.

«El sistema de gobierno francés depende de los franceses», dicen en el Departamento de Estado. Añaden, no obstante, que «es evidente que la composición del nuevo Gabinete interesa a EE UU, siendo Francia un país aliado».Una entrada de ministros comunistas en el nuevo Gobierno francés podría radicalizar las relaciones entre París y Washington. No sólo en los temas políticos (relaciones atlánticas, política hacia el Tercer Mundo, seguridad . europea), sino también en los capítulos económicos.

Wall Street observa con inquietud la caída de las cotizaciones en la Bolsa francesa, debidas a la amenaza de nacionalizaciones en once grandes sociedades industriales francesas, además de los sectores bancarios y de seguros.

Dos de las principales multinacionales estadounidenses que podrían verse afectadas, ITT y HoneyweIl Bull, guardan un discreto silencio, evitando precipitarse en juicios de valor.

En las cotizaciones bursátiles estadounidenses el cambio político en el panorama francés refleja cierto desencanto en la Bolsa de Valores. Sin embargo, los expertos atribuyen básicamente la baja del índice Dow Jones, que ha perdido más de sesenta puntos en las dos últimas semanas, a factores de política interior norteamericana.

En primer lugar, a la nueva escalada de crédito interbancario (prime rate), que alcanza el 19,5%, con tendencia a seguir subiendo, después de haber estado bastante estabilizado en el 17% hasta finales del pasado mes de abril.

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En segundo lugar, el programa económico de la Administración Reagan, aprobado la semana pasada en la Cámara de Representantes y ratificado a última hora del martes por el Senado, no logra estimular la reacción positiva de los inversores norteamericanos. Temen que el plan de drástica reducción del gasto público, acompañado de una disminución del 30% en tres años de los impuestos directos -capítulo este último todavía pendiente de debate en el Congreso- se convierta en un fenómeno inflacionista capaz de torpedear la actual reactivación de la economía en Estados Unidos.

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