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CANCION

La escoba persistente de Los Sírex

En la madrileña sala Rock-Ola, el conjunto musical los Sírex acaba de ofrecer dos hermosos conciertos, conmovedores en sí, y capaces, al mismo tiempo, de situar en su modesto sitio a los prepotentes nuevaoleros. Ellos siguen teniendo un sabor propio, un candor jamás superado por múltiples advenedizos, un sonido enrollante que no admite rivalidad. Para colmo, hacen colmada gala de naturalidad profesional, esa contradicción tan fértil y tan inusual en estos tiempos. Son sentimentales sin rubor, ingenuos sin mala conciencia, ajenos a la parodia, entrañables y tiernamente marchosos.Los Sírex, con enorme desenvoltura, dan una amable lección de libertad. Al no pensar en hacerle guiño alguno a la moda del presente, reencuentran su diferencia, cosa que el público agradece al instante. Presenciar estas actuaciones ha sido un raro placer, no sólo para los nostálgicos, sino también, o sobre todo, para quienes se topaban con los Sírex por vez primera. La gente ha bailado de manera espontánea, se ha sumergido en el baño de los suspiros, ha visto el cielo abierto en la vibrante bondad: «Huuum... Pero... qué bueno, qué bueno, qué bueno / saber qué besos ya son para mí, / ¡ay!, / qué bueno, qué bueno, qué bueno, / qué bueno el cariño / que siento por ti».

Es la diversión pura de otra época. Una época seguramente cursi, pero donde Dostoievski latía sin que nadie lo leyera: «Es preciso no arruinar la vida por ningún fin». Esa vitalidad la segregaron los Sírex desde 1962, cuando grabaron el tema titulado Muchacha bonita. Entonces, dicho sea en dirección cordial de Juan Benet, la greguería de Gómez de la Serna adquirió todo su esplendor: «Algunos oyen la música como si fuese chocolate para los oídos».

También entonces se daban caprichosas alianzas antidogmáticas: los Sírex junto a José Guardiola, el Dúo Dinámico, Mina, Los Brutos y Adriano Celentano. En medio de aquella especie de disparate patrio, los Sírex suspendían de sus exóticas gargantas temas imborrables: Que se mueran los feos, Esto sí me altera el cuerpo, El tranvía, Que te deje de querer o La escoba.

Esa mítica escoba sigue causando estragos cuando la canta el Sardineta. Fue el alarido jovial que más se escuchó en el año 1965. E incluso un poeta, Agustín Delgado, hizo de ella el título de uno de sus libros: Si yo tuviera una escoba.

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