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Colombia, un país desengañado de las urnas / y 3

La marihuana, uno de los soportes de la economía nacional

Entre el agotamiento del sistema, al que se ha calificado de «dictadura constitucional», y la violencia que no cesa desde hace treinta años, a pesar de tres amnistías, Colombia es un país rico cuya población vive con una renta per cápita que hace, un año apenas superaba las 17.000 pesetas. El cultivo y tráfico de la marihuana constituye una de las más importantes partidas de la economía colombiana. La política neoliberal de Turbay Ayala ha conseguido una rara unanimidad entre obreros y empresarios, grandes o pequeños. Todos están en contra. De ahí que cada día tenga que apoyarse más en los militares, hasta el punto de que se afirma que Turbay reina y Camacho Leyva, ministro de Defensa gobierna.

El Gobierno es poco amigo de las estadísticas, porque casi todas le descalifican: ocho millones de analfabetos (30% de la población), déficit de un millón de viviendas, un 25% de la población activa en paro o subempleada y un 40% de asalariados que perciben ingresos inferiores al salario mínimo oficial (unas 10.000 pesetas al mes). Frente a una subida de precios que en la última década se sitúa en el 400%, los sueldos reales de la industria disminuyeron en un 15%. De exportador de crudos se ha convertido en importador, sólo el 5% de las tierras se dedica a la agricultura, y la balanza de pagos depende cada día más del monocultivo del café, que supone dos tercios de las exportaciones.

En este marco de empobrecimiento colectivo resulta explicable que la delincuencia alcance índices de vértigo. Según las conclusiones de un seminario celebrado en Bogotá, en Colombia se cometen más homicidios que en toda Europa, con una población quince veces menor. Más de 33.000 personas cumplen condena en 181 cárceles, según declaró el ministro de Justicia, aunque otros cálculos duplican este número.

El responsable de la Justicia no quiso revelar, amparándose en un difuso secreto sumarial, cuántos de estos detenidos están relacionados con la droga, un negocio que supera el monto total de las exportaciones y quintuplica el presupuesto del Estado.

Durante los seis primeros meses del actual Gobierno se incautó marihuana y cocaína por importe de mil millones de dólares (unos 86.000 millones de pesetas), según datos oficiales, lo que en el mejor de los casos significa una quinta parte del comercio. Quiere esto decir que en un año salen al exterior 688.000 millones de pesetas en drogas.

Marihuana para veinte millones de fumadores

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Colombia produce el 90% de la marihuana que consumen veinte millones de fumadores habituales en Estados Unidos. Aunque no es productor de coca, en sus laboratorios se procesa prácticamente toda las hojas de esta planta que crecen en Bolivia y Perú, hasta convertirse en polvo para el consumo norteamericano.

Unos hippies viajeros descubrieron en 1974 la Cannabis saliva, que crecía de forma natural en algunas áreas de la zona colombiana del Caribe. Desde entonces se conoce a esta hierba como colombian gold (oro colombiano). Un pequeño avión realizó el primer transporte aquel año. El negocio ha crecido luego hasta el punto de que se han contado más de 450 pistas clandestinas de aterrizaje y una docena de atraques marítimos; 25.000 kilómetros de tierras, antes casi baldías, producen hoy hasta tres cosechas anuales del oro colombiano.

Nadie sabe realmente cuántas hectáreas se dedican a este cultivo. Sólo se conoce que cada año disminuye la superficie dedicada a la agricultura. La marihuana se ha extendido a casi todas las provincias, aunque La Guajira siga siendo la plataforma de embarque. De aquí salen diariamente decenas de barcos y aviones hacia Estados Unidos. La mayoría de los pilotos son veteranos de Vietnam, que llegan a cobrar hasta 50.000 dólares (4.300.000, pesetas) por un viaje de quince horas.

Sofisticados equipos de radar y telecomunicaciones permiten a los grandes traficantes, apenas cuatro o cinco mafias, sortear la vigilancia del Ejército. En última instancia, tienen aviones y barcos mucho más rápidos. A pesar de todo, más de cincuenta aviones han sido capturados, otros veinte se estrellaron en el intento y más de un centenar de barcos fueron incautados. De los bimotores se ha pasado a los DC-7, capaces cte transportar diez toneladas de hierba, y a los grandes mercantes que llevan más de treinta toneladas hasta Florida. El barco-madre queda fuera de aguas territoriales a salvo.

Presiones estadounidenses han forzado al Gobierno de Turbay a intensificar la lucha contra este tráfico, aunque nadie se hace ilusiones frente a un negocio que hace correr millones de dólares a los nivales más altos de la justicia, el Gobierno y el Ejército. Los detenidos huyen misteriosamente de las cárceles, y la marihuana suele volver a entrar en los circuitos comercíales a precios más altos. Desde hace dos años, la persecución del tráfico de drogas corre por cuenta del Ejército.

Hace dos años se descubrió la mayor plantación de marihuana nunca vista: 40.000 hectáreas de oro colombiano. Cientos de soldados dedicaron semanas a arrancar las plantas. «A las pocas horas, retoñaban con más fuerza. Esta es una tierra privilegiada para la marihuana».

Ante la imposibilidad de tomar medidas drásticas contra unos campesinos que se llevan la parte menor del negocio (los precios se multiplican por treinta en Estados Unidos), algunas voces empiezan a defender la legalización. Ernesto Samper, presidente de la Asociación Nacional de Instituciones Financieras, se ha convertido en portavoz de ésta corriente.

El financiero plantea el tema en terreno mercantil. «Puesto que no podemos detener el negocio, legalicémoslo. Aumentaremos nuestras exportaciones en un 40% y el Estado recaudará impuestos por 12.000 millones de pesetas. Según sus cálculos, bastante modestos, Colombia exporta marihuana por valor de 1.400 millones de dólares (unos 110.000 millones de pesetas) anuales, cifra que se eleva a 3.000 millones de acuerdo a la tesis de licenciatura realizada por dos estudiantes.

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