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La OMS anuncia novedades en la investigación de anticonceptivos

La aplicación de métodos anticonceptivos, en otras palabras, la tecnología del control de la natalidad, verá progresos novedosos y sustanciales en los próximos diez años. Por ahora, sólo cabe constatar que el conocimiento de la fisiología de la reproducción es todavía incompleto y comenzamos a saber más sobre los anilos de Saturno que sobre la producción de espermas en los testículos. La investigación biomédica aparece como un «pariente pobre» si se la compara con las inversiones en investigación nuclear, por ejemplo.

Estas y otras conclusiones sobre esta materia corresponden a un trabajo publicado por el doctor Alexander Kessler, dlrector del programa especial de la OMS para la «investigación, el desarrollo y la formación de la investigación en reproducción humana», y Tabitha Standley, responsable científica de este programa.Aparte de la razón señalada, existen otras que retrasarán en diez y veinte años mayores progresos en este campo: se indica entre ellos el que la puesta en práctica de un método más adecuado que los existentes, de regulación de la fecundidad, es extremadamente complicado y lento. Las exigencias reglamentarias sobre las pruebas de seguridad son más estrictas que en relación a las de cualquier otro medicamento a partir del hecho que los anticonceptivos están destinados a ser utilizados por personas que gozan de buena salud durante largos períodos y sin un control médico permanente. También porque la investigación y la «puesta a punto» de los métodos están sujetos a grandes incertidumbres, al extremo que vías que parecían prometedoras no dan finalmente los resultados esperados.

Sin embargo, hay novedades reservadas para los diez próximos años. Por ejemplo, en el mejoramiento de la actual píldora cotidiana de uso femenino. Se trata de una disminución de los efectos secundarios habituales, como las náuseas, los vómitos y las alteraciones del ciclo menstrual. Asimismo se están realizando esfuerzos científicos encaminados a que las sustancias de la píldora se depositen en los tejidos adiposos y a partir de este momento sean liberados lentamente en el organismo. Este método -según los responsables del programa de la OMS- deberá permitir transformar la píldora cotidiana en semanal o mensual.

Actualmente, se está ensayando con dispositivos intrauterinos poco dolorosos, que no provoquen el aumento de hemorragias mensuales. Los estudios están concentrados en la evaluación de su seguridad y sobre la prolongación del período durante el cual el dispositivo podrá quedar en el útero.

Según la misma información científica, en el año 1990 deberían estar disponibles nuevos anticonceptivos inyectables, que permitirían a las mujeres escoger entre una inyección mensual, cada tres meses o cada seis meses. Estos anticonceptivos producirían menos trastornos en el ciclo menstrual que los que existen actualmente. En el trabajo se hace referencia muy general también de injertos bajo la piel, para ser retirados en el momento en que la mujer desee la maternidad, o en caso de surgir efectos secundarios desagradables provenientes de las liberaciones del medicamento.

Para finales del actual decenio, pero más probablemente en los años del próximo decenio, los responsables del programa aseguran mayores novedades en la tecnología del control del nacimiento.

Para esta época, las mujeres podrán disponer de una vacuna que evite automáticamente la fecundación por un proceso inmunológico o que actuará en contra de los primeros estados del embarazo, sin que la mujer sienta los síntomas. En las investigaciones actuales se proponen vacunas con una duración limitada de acción de uno a cinco años, de manera que la fecundidad pueda ser restablecida a continuación. En esas condiciones, la mujer podrá escoger entre la maternidad o la revacunación. Al respecto, se piensa que una vacuna para hombres tendría el peligro de destruir en forma irreversible la fecundidad.

Según el mismo trabajo cíentífico, en los últimos años ha sido ensayado un cierto número de medicamentos de control de la fecundidad masculina, pero ninguno de ellos ha resultado satisfactorio: o son tóxicos, o disminuyen la libido, o producen efectos secundarios, o no inhiben suficientemente la producción de esperma. Sobre la fecundidad masculina -concluye el trabajo- se estima que no será posible alcanzar progresos en materia de píldoras o anticonceptivos inyectables al menos que desde ahora se consagren esfuerzos considerables a la investigación de la fisiología masculina.

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