Haig considera la ayuda exterior de EEUU un arma decisiva para frenar a la URSS
La ayuda militar y económica norteamericana al extranjero debe ser una de «las principales herramientas» de la política exterior estadounidense, señaló ayer el secretario de Estado, Alexander Haig.Durante una intervención ante la Comisión de Asuntos Exteriores de la Cámara de Representantes, Haig añadió que «el desafío más peligroso» al que deben hacer frente Estados Unidos y sus aliados es «el crecimiento de la potencia soviética, que es capaz de llevar a cabo una política exterior imperialista».
Según Haig, esta «tendencia alarmante», motivó la decisión de la Administración Reagan de solicitar del Congreso créditos suplementarios de ayuda a la seguridad para el próximo año fiscal de, 6.800 millones de dólares, y programas de ayuda puramente económica", bilateral o multilateral de 4.000 millones de dólares.
El secretario de Estado denunció «el aventurismo soviético» en el Cuerno de Africa, sureste asiático, golfo Pérsico y el sureste africano, que, dijo, «parece tener como fin primordial e inquietante atacar a los países por los que transitan los recursos vitales para Occidente».
Esta amenaza soviética contra los intereses estratégicos occidentales justifica la decisión de la Administración Reagan de conceder más el 70% de los créditos de ayuda a los países de Oriente Próximo, particularmente a Egipto e Israel, añadió Haig.
Fuerza disuasoria
Israel, señaló el secretario de Estado, «constituye una fuerza disuasoria importante» en el Oriente Próximo y puede jugar «un papel aún mayor» contra «las graves amenazas soviéticas», que pesan en esta región. En cuanto a Egipto, prosiguió Haig, «no existe otra alternativa que un Egipto poderoso aliado de Occidente».Los créditos para compra de material militar por Tunicia, que el año próximo pasarán de 15 a 95 míllones de dólares, y a Sudán (de 30 a 100 millones) son necesarias, pues van claramente a favor de los intereses norteamericanos de «hacer frente a las presiones libias». Por lo que concierne a la ayuda exterior al extranjero, Haig señaló que su atribución debía ir ligada directamente «a los intereses de la política exterior de Estados Unidos, sin que los aspectos humanitarios de tal ayuda sean ignorados».
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