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Tribuna:TRIBUNA LIBRE
Tribuna
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Antes y después del 23 de febrero

Hasta el día 23 de febrero de 1981 se podía, se debía y se tenía que hablar de democracia controlada. Una democracia en la que unos determinados y equivocados pactos hablan señalado previamente unas fronteras y unos modos, inspirados todos en el miedo a la libertad, que dieron como consecuencia esa impresentable imagen en la que el pueblo se distancia poco a poco de los partidos, los partidos se colocan más y más por encima del pueblo y de sus militantes y las instituciones no responden ni al sentir del pueblo ni al sentir de los partidos y son un mero juguete en manos de las capillas, cúspides o jerarquías de las burocracias partidistas.Y como con estos afeniciados modos no se puede resolver ni el problema del terrorismo, ni el de la construcción de un nuevo sistema autonómico serio, ni el paro, ni la corrupción, ni el talante faseistoide que queda anclado en múltiples instituciones, esa sedicente democracia cargaba, como si ella fuera la culpable, con todos los males que los pretendidos demócratas le echaban encima y, equivocando conciencias, alimentaba la especie de que la democracia había fracasado. Y esto es mentira.

La democracia controlada, la de antes del 23 de febrero, sólo ha puesto de manifiesto el fracaso político de los reformistas y de sus cómplices, de los farsantes, de los que querían construir un sistema democrático que les garantizara su poder personal o de grupo, señalando ellos los linderos de la aceptabilidad.

Lo malo es que su fracaso lo vamos a pagar todos, incluidos los que desde el primer día dijimos, que este procedimiento era suicida, pues producirla lo que el tiempo ha demostrado: descontento popular en los luchadores por la democracia, reforzamiento impune de los enemigos de la misma, agudización de los problemas y creación del caldo de cultivo para que los salvadores de uno u otro signo nazcan como setas.

Claro que hay hoy que defender con garras y dientes esa democracia que nos quieren impedir, pero para defenderla con un mínimo de rigor hay que defenderla también de los farsantes previos al señor Tejero, de los que la han manipulado para dar la razón a Tejero o a los mesiánicos de otra clase de metralletas, y para eso lo menos que el pueblo espera es que se haga una mínima autocrítica y se corrijan yerros y fraudes.

Se tiene que reconocer, para condenar con toda legitimidad al último Tejero de la serie, que éste ha sido precedido por otros, menos espectaculares, sin pistolas ni metralletas, a golpe de legislación consensuada, como la que se refleja en la ley electoral, la de relaciones Gobierno-Cortes, la de Modalidades del Referéndum, la de Reforma del Código de Justicia Militar, la de Acuerdos con la Santa Sede, la de Seguridad Ciudadana y la de Defensa, entre otras, que al no buscar el consolidar una democracía seria y valiente, sino constitucionalizar los privilegios recibidos del franquismo, ofreciendo su posible uso alternativo, debía dar como fruto este panorama.

Si alguien repasa con un mínimo de espíritu profundo los intereses de la OTAN y de la CEE verá que a ambas instituciones interesa una España. débil en lo económico, insegura en lo político, Convulsa en lo social y, en suma, colonizable y mercadeable en todos los terrenos.

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A lo largo de cinco años se ha hecho- lo posible para que no haya pueblo democrático, al que se ha tratado como puro almacén de votos, sin participación política real alguna; se han destrozado los partidos de la clase obrera, que se han convertido en escalafones 'de políticos profesionales recién llegados de las cuevas del Vaticano o del Frente, de Juventudes; se han mistificado las instituciones y se ha extendido la corrupción hasta a la propia izquierda histórica, y el pueblo, que no es tonto, esto lo sabe y contesta con la abstención.

Y la derecha facciosa, incólume, protegida, agazapada primero, arrogante, después, al saber que las Fuerzas Armadas sólo están esperando para golpear, que los jueces las van a proteger, y que las leyes no se cumplen, y con la convicción de que el pueblo como tal no se mueve, pues para algo ha sido inmovilizado y desmovilizado, sólo tiene que fijar fecha para dar una patada al escenario.

. Ahora, después del 23 de febrero, la democracia falsificada y controlada es una inocultable oligocracia intervenida, en la que los oligarcas, sin volver la vista al pueblo más que para llamarle a ordenadas manifestaciones, van a pactar cada mañana con los sables hasta dónde nos dejan pasearnos y si podemos sacar al Rey en los desfiles. Y nos justificarán más aún con el intento de golpe las anteriores aberraciones, su no hacer nada para seguir sin hacer nada.

¿Quién se atreve hoy a pedir que la ley deje en perfecta, clara, inequívoca dependencia al poder militar del poder civil, no sólo formal, sino materialmente, hasta en la disposición de tropas, municiones, etcétera? ¿Quién se atreve hoy a pedir que la Policía Judicial dependa del poder judicial, y el poder judicial dependa y se controle por el pueblo con el mecanismo de la intervención del jurado, y el pueblo controle los partidos con la lógica capacidad de aplicación también en su seno de la Constitución, y que ésta se cumpla en la Administración acabando con la delincuencia administrativa de los altos cuerpos y sus privilegios..

Ahora, después del 13 de febrero, seguirán los militares de la UMD fuera de los cuarteles, y también los militares republicanos, y los carabineros y los guardias civiles que fueron leales a la República. Los antiguos «sociales» seguirán en las comisarías; los jefes golpistas, en las academias y guarniciones haciendo discursos franquistas; los sindicatos, sin fuerza y sin patrimonio; los gobernadores civiles, metiendo en la cárcel a los huelguistas por constituir piquetes, y los jueces, poniendo en libertad a los asesinos de la ultraderecha, y los jefes, dirigentes de los partidos y sus guardias pretorianas nos dirán que hay que ser realistas y construir la democracia con la inestimable colaboración de sus enemigos, para no tener imagen de revanchismo o que, si pedimos democracia, somos unos provocadores.

Entre las metralletas asesinas de ETA y los subfusiles manipulados de la Guardia Civil, la llamada clase política se apresta a encontrar nuevas fórmulas de convivencia que no pongan en peligro su tinglado, bajo la mirada vigilante de los centuriones, a los que habrá que pedir permiso para mear ordenadamente, como se vio aquella noche gráficamente.. Tejero produjo una enorme tristeza a esta España ,que bosteza, pero, pasada la impresión, algo nos está empezando a producir náuseas.

Y es evidebite que después del 23 de febrero seguir haciendo la misma política es ya un serio delito.

Pablo Castellano Cardalliaguet es diputado del PSOE por Cáceres.

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