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La campaña "ultra" de exaltación a Tejero busca dejar en la sombra a los principales encartados

En un esfuerzo propagandístico sin precedentes en el ramo, militantes de extrema derecha se aplican estas jornadas con frenesí para reivindicar, especialmente sobre las paredes del barrio de Salamanca madrileño, la persona del teniente coronel Tejero y glorificar al tiempo como hazaña memorable su asalto armado al Congreso de los Diputados el 23 de febrero pasado.

Todo este despliegue, según fuentes militares de absoluta lealtad al poder constitucional pretende, desde la notoriedad y exaltación de Tejero, hacer pasa en silencio otras figuras clave del golpe sin cuya intervención decisiva no hubiera podido ir adelante. Tal es el caso del teniente general Jaime Milans del Bosch, y de los generales de división Alfonso Armada y Luis Torres Rojas, por ejemplo.La campaña de la ultraderecha ha cobrado también una dimensión económica importante. En un piso de la madrileña calle de Alcántara se ha establecido una de las oficinas para la recogida de fondos con destino a los golpistas y sus actividades. Otros industriales que mantienen en la calle de Sagasta un conocido establecimiento para la venta de lámparas de las que son fabricantes, han emprendido el lanzamiento de unos carnés plastificados con la fotografía de Tejero, su historial militar y algunos símbolos castrenses, de los que se han apropiado los excombatientes de José Antonio Girón de Velasco, presidente de El Alcázar.

Las pintadas pro Tejero van escritas con spray preferentemente verde, buscando la forma de evocar el color que caracteriza los uniformes de la Guardia Civil e implicar así a todo el Cuerpo. En abierto contraste con ese intento, el general Manuel Prieto, actualmente en situación especial, y que ha servido en sus filas durante 35 años, ha subrayado en un artículo periodístico que salvo los implicados con Tejero, a su entender engañados en un alto porcentaje, el resto de los guardias civiles en toda España observó «la más estricta legalidad».

Para el general Prieto, «que existía una minoría exaltada es indudable, pero eso ocurre en el conjunto de la nación, sin que por ello se nos tache a todos los españoles en el conjunto internacional, como pueblo merecedor de su desaparición o aislamiento».

Observadores autorizados destacan, en relación con las responsabilidades hasta ahora deducidas, entre quienes forman parte o tienen su destino en la Guardia Civil, algunos datos que consideran insólitos. Por ejemplo, señalan que el jefe de Estado Mayor del Cuerpo, general de brigada de Caballería, Antonio Rodríguez Toquero, ausente de Madrid el día del golpe, continúa todavía en estas fechas su safari vacacional por las cálidas tierras surafricanas, como si nada hubiera pasado.

Si el frustrado golpe de Estado pone de manifiesto algunas responsabilidades por omisión y falta de anticipación, es precisamente en el área de los servicios de información donde se encuentran localizadas las más graves. Pues bien, debe precisarse que el mayor de todos los fallos, por su cercanía a los protagonistas inmediatos, es el de los servicios de información de la Guardia Civil, dependientes del jefe de la segunda sección de su Estado Mayor, teniente coronel Arturo Sánchez Cabal, cuyo nombre no ha sido citado hasta el presente, como tampoco el del teniente coronel Catalán, que tiene a su cargo los, servicios especiales. Y detrás de ellos, porque están bajo su mando, se encuentra precisamente el general Toquero.

Estas situaciones, según las fuentes que han informado a EL PAlS, contrastan respecto a la severidad con las medidas aplicadas al coronel Villanueva Retuerta, que mandaba la Agrupación de Tráfico y ha quedado disponible, al comprobarse que los efectivos reclutados para Tejero por el coronel Manchado procedían en gran número de la citada agrupación.

En los primeros momentos de la ocupación violenta del Congreso de los Diputados, el general Aramburu, director de la Guardia Civil, tuvo información sobre el papel jugado por el citado coronel Manchado y tomó contacto con él para aclararte que las órdenes invocadas para esa operación no procedían de su autoridad. Fue entonces cuando Aramburu pidió a Manchado que acudiera al Congreso de los Diputados y retirara la fuerza ocupante, aclarándoles a todos la falsedad de las órdenes bajo las cuales pensaba estar actuando al reclutarles. El coronel Manchado se negó y esa negativa sin réplica ni consecuencias inmediatas es hasta ahora una de las incógnitas de esos primeros momentos para quienes los han analizado con mayor detalle.

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