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Reagan condiciona su encuentro con Breznev a una moderación de la "agresividad" soviética en Afganistán y Centroamérica

La Unión Soviética debe moderar su imperialismo y su agresividad antes de que sea posible un encuentro en la cumbre entre Washington y Moscú, según confirmó el presidente de Estados Unidos, Ronald Reagan, en una entrevista de una hora de duración con el popular periodista de la cadena norteamericana de televisión CBS, Walter Cronkite.

Ronald Reagan rechazó también que exista ningún paralelismo entre la ayuda a El Salvador, con envío de material e instructores militares, y la implicación de Estados Unidos en Vietnam. «Deseamos continuar el diálogo diplomático», dijo Reagan, «y no pensamos invadir a nuestros vecinos de Centroamérica o América del Sur con nuestras fuerzas».El presidente norteamericano continuó en su tradicional línea de firmeza frente a la URSS. «Afganistán es un buen ejemplo dónde los soviéticos pueden demostrar si realmente desean cambiar de actitud», afirmó el presidente, marcando el camino que debe conducir a la cumbre soviético-norteamericana, propuesta por Leónidas Breznev.

Insistiendo en que habrá consultas previas con los países aliados, antes de cualquier contacto a alto nivel con Moscú, Ronald Reagan expuso de nuevo el panorama que ilustra el expansionismo soviético en el mundo: a través de Libia, en Chad, por medio de Cuba, en Angola; a través de Cuba y Alemania Oriental, en Yemen del Sur y Etiopía; y, naturalmente, «con la intervención ahora en nuestro propio hemisferio occidental», concluyó Reagan, refiriéndose a la situación en El Salvador.

Gronkite, uno de los personajes más influyentes de Estados Unidos, a través de sus veinte años ininterrumpidos de presencia en el telediario de mayor audiencia, de cuyo puesto se retirará el próximo viernes, preguntó al presidente Reagan sobre los planes de invasión o bloqueo de la isla de Cuba.

«Existen muchas opciones abiertas: diplomáticas, comerciales y otras», dijo Reagan a propósito de Cuba, restando importancia a la afirmación de Alexander Haig, secretario de Estado norteamericano, que sugirió la eventualidad de una invasión de Cuba, en caso necesario. Reagan también esquivó definirse sobre la posibilidad de un bloqueo. La Habana, como Managua, debe comprender el lenguaje de la diplomacia y terminar su apoyo a la guerrilla en El Salvador.

Entre tanto, Washington prepara activamente una segunda etapa para la cooperación económica con El Salvador, con un paquete de 200 a 225 millones de dólares, que, con carácter de «ayuda de urgencia», debería permitir una recuperación de la economía salvadoreña, al tiempo que el apoyo en material militar (veinticinco millones de dólares) y la presencia de instructores militares (unos cincuenta, en total), contribuirán a estabilizar el actual régimen político en El Salvador.

La vía del «apoyo directo», escogida por Estados Unidos, no parece influenciada por el intento de varios países de Europa occidental de proponer una «solución negociada» entre todas las partes interesadas para sacar a El Salvador de su actual marasmo.

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