Los salteadores de una democracia
Tuvimos que dejar de ver cómo Nixon trataba de robar la democracia en Estados Unidos (Ambición ciega, «Grandes relatos»), para ver cómo Tejero trataba de robarla en España. El episodio Watergate es, en el serial, confuso -también-; el guionista ha tenido que ser veloz, y lo ha hecho con la tranquilidad de creer que trabajaba para un público conocedor del caso y de los nombres; no lo es el español, que va perdiendo poco a poco el hilo, al mismo tiempo que los personajes pierden la conciencia.Queda, eso sí, la sensación de la inmensa trapacería y de cómo un poder puede sobornar, espiar, mentir, amenazar, corromper para cubrir ese terreno entre lo constitucional y lo absoluto, que, si no es con la trampa o la violencia, no puede ser suyo. Es de otros o de todos. Quizá si tenemos paciencia para seguir los episodios sucesivos, o si alguien no decide interrumpirlos otra vez, podamos llegar al final feliz, o de cómo ese trecho entre la Constitución y el absolutismo no lo dejaron ocupar en los Estados Unidos de entonces algunas fuerzas reales: la opinión pública, la Prensa, el Congreso y el poder judicial, que consiguieron volver al orden democrático.
Guardemos para epílogo el que pueda ponerle nuestra reflexión personal. Por ejemplo, que el general Haig, que entonces era consejero de Nixon en la Casa Blanca, es hoy secretario de Estado; y que el puesto que ocupaba Nixon lo tiene ahora Reagan, que fue su discípulo y admirador en la época de la guerra fría (cuando Nixon era vicepresidente con Eisenhower de presidente), y que también colaboró como pudo con otro de los grandes secuestradores de la democracia de Estados Unidos, el senador McCarthy, en los años de la caza de brujas.
Unas reflexiones que pueden llevarnos a la conclusión de que hay grandes artistas de la política capaces de llegar a los mismos fines que los salteadores, pero sin salirse de la legalidad. Y es que los caminos de la democracia, como los de la Providencia, son infinitos. Esperernos al próximo serial, o los próximos seriales.
Babelia
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.