_
_
_
_
_

El presidente filipino busca una nueva imagen para su régimen de "autoritarismo constitucional"

La pintura estaba aún fresca en los edificios recién construidos o adecentados de un pequeño sector del barrio de Tondo cuando el papa Juan Pablo II visitó ayer, en un «encuentro del Santo Padre con los pobres», este suburbio de Manila, que es la mayor concentración de chabolas del sureste asiático, donde centenares de miles de filipinos viven en la indigencia.

Más información
Velado enfrentamiento entre Marcos y el Papa

Similares fines cosméticos tuvo la decisión tomada el pasado 17 de enero por el presidente Ferdinand Marcos de levantar la ley marcial que él mismo impuso ocho años atrás. Decisión anunciada sólo tres días antes de que Ronald Reagan tomara posesión de la Casa Blanca y a un mes vista de la visita papal al archipiélago que Marcos gobierna en solitario, con un sistema que él define como «autoritarismo constitucional» desde 1965.La oposición democrática filipina ha denunciado este inesperado levantamiento de la ley marcial como una maniobra del presidente Marcos, que pretendería así gobernar otros seis años con un Parlamento domesticado y asegurar después la sucesión de su régimen. Las enmiendas constitucionales de 1976 dan al presidente y primer ministro poderes para gobernar cómodamente por decreto, y la devolución de los derechos civiles a los ciudadanos, incluido el habeas corpus; tiene las suficientes salvedades para permitir al poder la negación de esos derechos a sus oponentes políticos más peligrosos.

Al levantar el estado de excepción, que el propio Marcos admitió que podría estar en vigor hasta 1984, el presidente filipino ha hecho un claro gesto a la Administración Reagan, muy parecido al del general Chun, de Corea del Sur, cuando conmutó el mes pasado la pena de muerte dictada contra el líder de la oposición, Kim Dae Jung.

Pese a las referencias a los derechos humanos contenidas en la homilía de Juan Pablo II, la visita del Papa al país más cristiano de Asia supone también un importante crédito político para Marcos.

Con un 86% de católicos, la Iglesia es una institución fundamental en Filipinas. Los roces entre el régimen y el cardenal Sin, arzobispo de Manila, y su idea de la «colaboración crítica» con el poder han supuesto una molestia evidente para Marcos, pero peor aún es la oposición clara hacia la que ha evolucionado una parte del clero filipino. La presencia del jefe espiritual de la Iglesia católica y sus llamamientos a resistir «toda tentación de ideologías violentas o materialistas» podrían suavizar en cierta medida esta actitud crítica de la «Iglesia de los pobres» en un país donde, según datos de la Organización Mundial de la Salud, más de las tres cuartas partes de la población sufre de malnutrición.

Únete a EL PAÍS para seguir toda la actualidad y leer sin límites.
Suscríbete

Guerrilleros musulmanes

Unos días antes de que el avión papal aterrizara en Manila, un batallón del Ejército filipino era aniquilado por guerrilleros musulmanes en la isla de Pata, en el archipiélago de Sulu. El ministro de Defensa e hipotético sucesor de Marcos, Juan Ponce Enrile, reconoció el martes que 124 soldados pertenecientes al 31º batallón de la 1ª división de Infantería murieron en esta matanza, la más grave derrota sufrida por el Ejército en casi una década de lucha contra el Frente Moro de Liberación Nacional (FMLN), un grupo armado que busca la secesión de trece provincias con mayoría de población musulmana.

El FMLN, que desde su exilio en Libia dirige Nur Misuari, ha obtenido importantes ayudas económicas y políticas de los países musulmanes, si bien en la reciente cumbre islámica de Arabia Saudí se matizó este respaldo con una declaración de respeto a la integridad territorial de los países con minorías musulmanas. El Papa tiene prevista en su programa una visita a la isla de Mindanao, uno de los lugares de actividad guerrillera islámica que, según algunas informaciones, tiene 10.000 hombres en armas, y según otras, cerca de 30.000.

La otra amenaza armada para el régimen de Ferdinand Marcos es el New People's Army (NPA), un grupo marxista que actúa en Luzón y en Samar principalmente y que es el brazo armado del Partido Comunista filipino (maoísta). La fuerza del NPA es mucho menor y sus efectivos se estiman entre 2.000 y 3.000 hombres.

Mientras la oposición democrática, que encabezan el senador Benigno Aquino, refugiado en Estados Unidos, y el ex presidente Diosdado Macapagal, se ha limitado a una actitud de denuncia y boicoteo del régimen, algunos grupos violentos, como el llamado Encienda un fuego, han aparecido recientemente y efectuado una serie de atentados generalmente incruentos, que hicieron pensar en la prolongación indefinida de la ley marcial.

El ex presidente Macapagal declaró a EL PAÍS el verano pasado que las acusaciones de Marcos sobre supuestos complós contra su régimen eran argucias para amedrentar a la gente y que la permanencia de aquél en el poder supondría, en última instancia, un estorbo para los norteamericanos, preocupados por la amenaza comunista, porque «el pueblo no le quiere» y hace falta tener el apoyo del pueblo, porque si no, «pasa lo que en Vietnam ».

Ferdinand Marcos, 63 años, un héroe de la resistencia contra los japoneses, que ganó veintiocho medallas al valor, parece decidido a dar una nueva batalla para prolongar su «autoritarismo constitucional» y, según algunos, para asegurar después que la sucesión recaerá en su esposa Imelda, por lo que ha iniciado su operación de cosmética con el levantamiento de la ley marcial.

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_