Giscard d'Estaing y Helmut Schmidt quieren reforzar el papel de Europa en el mundo
Al mediodía de hoy finaliza una de las más importantes cumbres franco-alemanas celebradas desde que el canciller Konrad Adenauer y el general De Gaulle firmaron, en 1963, el tratado de cooperación entre ambos países. Dos temas dominaron ayer la primera conversación entre el presidente Valéry Giscard d'Estaing y el canciller Helmut Schmidt: la postura París-Bonn frente a la presidencia militante del norteamericano Ronald Reagan y la degradación de la economía alemana.
Ambos pretenden reforzar el papel de Europa en el mundo. «Aún no hemos llegado a una actitud común, pero llegaremos», declaró anoche Schmidt, quien en estas vísperas electorales francesas ya le dedicó un elogio exultante a Giscard días pasados, por televisión.Días pasados, en una entrevista televisada sobre la diplomacia francesa, Giscard reafirmó solemnemente que «el ej e París-Bonn es y continuará siendo el centro motor de la organización europea». Hasta la fecha, a pesar de alguna que otra dificultad, así ha sido. Pero, en lo sucesivo, tras la llegada de Reagan a la Casa Blanca, ¿cómo va a definirse ese eje ante el nuevo liderazgo americano, aún no muy bien definido, puesto que la retórica de guerra fría empleada frente a los soviéticos se complementa con otro lenguaje más realista?
La cumbre actual, en principio, debía dedicarse esencialmente a problemas de cooperación cultural entre los dos países, pero la nueva estrategia diplomática de Washington frente a Moscú ha impuesto un nuevo orden del día. Giscard y Schmidt quieren responder conjuntamente al replanteamiento de la situación mundial, generado por el presidente norteamericano.
En la práctica, se trata de revisar el «eje diplomático europeo París-Bonn» a la vista de la política exterior de Reagan respecto a Europa occidental y respecto a la U RSS. Y ello, con el fin de jugar un papel concreto en el mantenimiento del ya frágil equilibrio Este-Oeste. En el momento actual, las posiciones de París y Bonn no son iguales, ni frente a Washington ni ante Moscú. La República Federal de Alemania (RFA) pertenece a la organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) y Francia no. Este último país se ha dotado de una fuerza de disuasión atómica propia y Alemania no. Y respecto a la URSS, un problema por encima de todos matiza las posiciones diplomáticas de París y Bonn: mientras los fran ceses se consideran con las manos libres, los alemanes deben actuar frente a Moscú, sin olvidar en ningún momento su sueño más o menos lejano: la reunificación de las dos Alemanias. De aquí esencialmente, que ante la diplo macia dura de Reagan con URSS, Schmidt se haya escanda lizado, al tiempo que Giscard la saludara con un prejuicio favorable.
Polonia y la distensión
En este plano de las relaciones Este-Oeste y de la eventual actitud común franco-alemana, una cuestión de actualidad dramatiza las conversaciones de París: el delicado momento que vive Polonia, en donde se estájugando el futuro inmediato de lo poco que queda de distensión entre el mundo capitalista y el comunista.
Sobre este tema, Schinidt declaró anoche que, en su primera entrevista con Giscard, «hemos hablado de la situación internacional, y aunque no hemos llegado a concluir una actitud común, llegaremos».
Conviene anotar que, desde que existe el tratado de cooperación franco-alemán, los obstáculos y las tormentas no han dejado de presentarse, pero la política de colaboración bilateral e internacional de los dos países se ha afianzado de manera progresiva.
Sobre el contencioso europeo franco-alemán, la política agrícola común figura entre los temas a tratar por los ministros alemanes y franceses presentes en París. En el plano bilateral, la siderurgia, la cooperación aeronáutica y espacial, y de telemática serán examinados, y todo ello a la luz de la crisis del marco (divisa alemana). Las nubes que ensombrecen la prepotente economía alemana pudieran favorecer el nuevo consenso que buscan en París Giscard y Schmidt, no sólo en materia bilateral, sino también en el plano internacional. Pero sobre este último punto, sólo hoy, al medio día, podrá hablarse del efecto Reagan sobre el «eje motor de la organización europea».
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